Las Sombras de Raven's Bay

Capítulo 24

Carter acababa de dejar los documentos a secar sobre la mesa del hostal cuando el teléfono sonó.

—¿Sí? —respondió con voz grave.

—Soy Clara —dijo la voz al otro lado, entrecortada—. Necesito verte. Es importante.

—¿Qué ocurre?

—Estaba revisando las cosas de Samantha… encontré algo que tienes que ver por ti mismo.

Carter sintió un escalofrío recorrerle la espalda. —¿Dónde estás?

—En mi casa. Pero no tardes, por favor. No me gusta estar sola.

La llamada se cortó antes de que pudiera decir más.

El detective se puso el abrigo y salió bajo la llovizna. Las calles estaban vacías y el sonido del mar llegaba distante, como un rumor constante. Cuando llegó, Clara lo esperaba en el umbral, con una expresión que oscilaba entre el miedo y la urgencia.

—Gracias por venir —susurró, abriendo paso.

La casa olía a té recién hecho y papel viejo. Sobre la mesa del comedor había una caja de cartón abierta. Carter se inclinó para mirar su contenido: cuadernos, fotografías y una carpeta azul manchada de humedad.

—Todo esto estaba en el altillo. Pertenecía a Samantha —explicó Clara—. Casi no recordaba que guardaba cosas de la universidad.

Carter se sentó y tomó la carpeta. Dentro había varios apuntes y, entre ellos, una carta escrita a mano con tinta desvaída. El sobre estaba dirigido a Helena Morris, pero el remitente era lo que le hizo fruncir el ceño: Marcus Ellwood.

—¿Reconoces esa letra? —preguntó.

Clara asintió. —Sí. Samantha la comparó con unos documentos antiguos del archivo de la universidad. Estaba convencida de que había algo entre ellos más serio de lo que se contaba.

Carter desplegó la carta con cuidado. La tinta era difícil de leer, pero algunos fragmentos se distinguían:

—Helena, sabes que no puedo seguir así. Margaret está empeorando y temo que todo salga a la luz. No debiste guardar esas copias. Si alguien las ve, estamos perdidos.

Carter sintió que el aire se le volvía más pesado.

—Copias… —repitió en voz baja—. ¿De los informes médicos, quizás?

Clara lo miró con inquietud. —Samantha creía que Helena lo estaba chantajeando. Que por eso desapareció. Pero lo más extraño es esto.

Le entregó una fotografía doblada. En ella, tres personas posaban frente a un bote en el puerto. Helena sonreía, joven y confiada. A su lado, Marcus Ellwood parecía tenso, como si quisiera estar en cualquier otro lugar. Y detrás de ambos, casi escondido entre las sombras, se distinguía un adolescente de rostro delgado y ojos oscuros.

—¿Sabes quién es? —preguntó Clara.

Carter acercó la imagen a la lámpara. El muchacho tendría unos dieciséis años. Había algo familiar en su expresión, en la forma en que miraba hacia la cámara sin sonreír.

—Podría ser Steven —dijo finalmente, casi para sí.

Clara lo observó con incredulidad. —¿Steven Ellwood? Pero él era solo un niño…

—Un niño que creció viendo más de lo que debía —replicó Carter, dejando la foto sobre la mesa—. Y alguien ha estado borrando huellas desde entonces.

Un golpe seco interrumpió la conversación. Ambos se giraron hacia la ventana. El viento agitaba las ramas del jardín, pero el sonido había venido de más cerca, del porche.

Carter se acercó despacio, apartando la cortina. No había nadie. Solo un sobre blanco pegado al cristal con cinta. Lo tomó y lo abrió. Dentro, una sola hoja mecanografiada:

“Deja de preguntar por Helena. Lo próximo será ella.”

—Dios mío… —susurró Clara, llevándose la mano a la boca.

Carter arrugó la nota entre los dedos. —¿Alguien más sabía que me ibas a llamar?

—Nadie. Solo… —Clara vaciló—. Steven pasó esta mañana. Dijo que quería asegurarse de que estaba bien.

Carter no respondió. Guardó la carta en el bolsillo y miró de nuevo hacia el exterior. La calle estaba desierta, pero la sensación de ser observado volvió a recorrerle la nuca.

—Haz las maletas —dijo finalmente—. Te quedarás unos días en el hostal. No quiero que pases una noche más sola.

Clara asintió, temblorosa. Mientras ella subía las escaleras, Carter volvió a mirar la fotografía. Tres rostros, tres vidas unidas por secretos.

Y uno de ellos —el más joven— lo observaba desde el papel con una serenidad perturbadora.

Poco después, cuando Clara bajó con una pequeña maleta, Carter apagó las luces y salió con ella al porche. Un coche estacionado al otro lado de la calle encendió los faros por un instante, luego se alejó lentamente hacia la curva.

—¿Lo viste? —preguntó Clara, nerviosa.

—Sí. —Carter miró el reloj—. Y tengo la sensación de que no era la primera vez que está ahí.

Caminaron hasta su coche sin hablar. La lluvia volvió a caer con fuerza cuando arrancó el motor. A lo lejos, el faro de Raven’s Bay parpadeaba en la oscuridad, marcando el compás del mar y de los secretos que aún esperaban por salir.



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En el texto hay: #suspense, #asesinato, #crimen

Editado: 27.11.2025

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