Las Sombras de Raven's Bay

Capítulo 25

La nota descansaba sobre la mesa del hostal, iluminada por la luz amarillenta de la lámpara. Carter la había leído al menos una docena de veces, buscando en cada palabra un rastro, una intención, algo más que la amenaza evidente.

"Deja de preguntar por Helena. Lo próximo será ella."

Era directa, casi demasiado. Quien la escribió quería asustarlo, pero el tono no era el de un desconocido: había un dejo de advertencia personal, como si quien lo enviaba creyera estar protegiendo a alguien.

Afuera, el viento soplaba con fuerza, y las gotas de lluvia golpeaban contra los cristales del hostal. Clara dormía en la habitación contigua, exhausta después de una noche sin descanso. Carter la había convencido de quedarse allí, al menos hasta entender quién estaba detrás de las amenazas.

Se encendió un cigarrillo y se acercó a la ventana. Fue entonces cuando vio una figura de pie, al otro lado de la calle, bajo un farol parpadeante. No se movía. Simplemente estaba allí, mirando hacia el edificio.

Carter entreabrió la cortina, observando con atención. La silueta se volvió lentamente y desapareció tras la esquina.

No esperó. Bajó las escaleras y salió bajo la lluvia, pero al llegar al callejón no había nadie. Solo el eco del agua cayendo por las canaletas.

Cuando regresó, el encargado del hostal lo detuvo. —Señor Carter, vino alguien preguntando por usted hace un rato. Dijo que volvería más tarde.

—¿Quién era?

No lo sé. Joven, cabello oscuro, parecía alterado.

Carter sintió un nudo en el estómago. Eric.

A la mañana siguiente, lo encontró esperándolo en el muelle, con la mirada ojerosa y el gesto tenso.

—¿Por qué sigues removiendo todo esto, Carter? —le espetó sin saludo previo—. No haces más que empeorar las cosas.

—Si tienes algo que decir, dilo —respondió el detective con calma.

Eric pasó una mano por su cabello mojado. —Alguien me dejó una carta. Decía que “la historia se repetirá”. No sé qué significa, pero desde que hablaste con Clara me siguen. Lo sé.

—¿Una carta? —Carter frunció el ceño—. ¿La tienes contigo?

Eric negó con la cabeza. —La quemé. No pienso vivir el mismo infierno que Samantha.

Carter lo observó en silencio. El chico temblaba, aunque no solo de frío. Había miedo en sus ojos y rabia.

—¿Dónde estuviste anoche? —preguntó de pronto.

—En casa. ¿Por qué?

—Porque el doctor Davenport está muerto. Y no parece un accidente.

Eric lo miró horrorizado. —¿Qué estás insinuando?

—Nada todavía. Pero las coincidencias me cansan.

El joven dio un paso atrás. —No tengo nada que ver con eso. Si sigues buscando, acabarás muerto como los demás.

Se alejó a zancadas por el muelle, perdiéndose entre la neblina.

Carter lo siguió con la mirada, pensativo. No parecía un asesino, pero sí un hombre al borde del colapso. Y los desesperados podían ser peligrosos.

Al regresar al hostal, lo esperaba Steven.

—Me dijeron que te vieron hablando con Eric —comentó, dejando una taza de café sobre la mesa—. No deberías confiar en él.

—No confío en nadie —replicó Carter.

Steven sonrió, como si esa respuesta le divirtiera. —Eric siempre fue inestable. Samantha lo dejó por eso. Celoso, impulsivo… y con mal carácter. Quizá todavía está intentando limpiar su nombre.

Carter lo observó unos segundos. —O tal vez lo están usando de chivo expiatorio.

Steven alzó las manos, en un gesto de rendición. —Solo digo lo que todos en el pueblo piensan.

Durante un momento, reinó el silencio. El sonido del reloj de pared llenaba la habitación con un tic-tac insistente. Carter volvió a mirar la nota.

—¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó Steven.

—Seguir las pistas. Cada una —dijo Carter—. Las cartas, las muertes, todo está conectado. Y voy a averiguar cómo.

—Cuenta conmigo, entonces —replicó el joven, con esa sonrisa tranquila que tan bien sabía usar—. Si hay algo que pueda hacer, solo dilo.

Carter asintió. —Sí, claro. Te avisaré.

Cuando Steven se marchó, Carter se quedó mirando la puerta cerrada. Luego sacó del bolsillo el trozo de metal del doctor Davenport y el papel arrugado con la letra incompleta.

"S…"

Quizá una inicial. Quizá un nombre.

Volvió a mirar la nota de amenaza y se dio cuenta de algo: la tipografía, el espaciado, incluso el tipo de papel, coincidían con las cartas que Eric había mencionado tiempo atrás.

Pero había una diferencia sutil: en las cartas de Eric, las frases eran cortas y toscas; en esta, la redacción era precisa, calculada. Casi profesional.

No era la obra de un impulsivo. Era alguien metódico.

Afuera, el cielo comenzaba a despejarse. Carter tomó su abrigo y salió, con una idea fija en la mente: si las amenazas estaban diseñadas para desviar su atención, significaba que estaba más cerca de la verdad de lo que nadie quería admitir.

Y en Raven’s Bay, acercarse demasiado a la verdad siempre tenía un precio.



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En el texto hay: #suspense, #asesinato, #crimen

Editado: 27.11.2025

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