Capítulo 1
Narra: Andy Silva (Protagonista)
Jueves 07 de noviembre 2024
La oscuridad de la noche comenzaba a desvanecerse, y pequeños destellos de luz natural se filtraban por la ventana, iluminando la habitación. Era el momento del día que más odiaba: tenía que abandonar la cálida cama e ir a la oficina.
Hundí mi cabeza en la almohada mientras susurraba: «No quiero levantarme ».
De repente, escuché la respiración de otra persona detrás de mí. Un leve aire frío recorrió mi cuerpo. Giré la cabeza hacia atrás, y mis ojos se encontraron con unos ojos café claro, aún semiabiertos. Mi corazón empezó a latir a mil por hora.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —pregunté, con voz agitada, manos temblorosas tratando de aferrarme a las sábanas.
El hombre, tranquilo, dejó escapar una ligera sonrisa al notar mi desconcierto. —Vinimos juntos anoche. ¿Lo recuerdas?— Alzó una ceja y me miró fijamente.
Mis labios se separaron, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta. —¿Yo...? —murmuré, sin poder apartar la vista de sus ojos. Un frío sudor comenzó a recorrer mi espalda mientras los recuerdos, borrosos y dispersos, se agitaban como fantasmas en mi cabeza: luces parpadeantes, la música vibrando en mis oídos, el calor del alcohol en mi garganta...
Mi respiración se aceleró y mi pecho se tensó.
—No lo recuerdo —dije finalmente, avergonzada, con la cabeza baja, incapaz de mirarlo a los ojos. Mis manos se apretaron las sábanas con más fuerza.
—Te traje hasta aquí. Estabas ebria y sola en aquel bar, así que me apiadé de ti —dijo, encogiéndose ligeramente de hombros.
Mi mente daba vueltas, pero las palabras no dejaban de salir de mi boca. —¿Y por qué te quedaste a dormir? —pregunté, el tono de mi voz más bajo, con curiosidad que no lograba frenar.
Él se quedó en silencio un momento, como si estuviera procesando la pregunta. Luego, rascándose la cabeza con una sonrisa incómoda, respondió: —Eso no lo recuerdo —y sus ojos evitaron los míos.
Le lancé una mirada fulminante, llena de desconfianza, como si mi mirada pudiera desintegrarlo.
—¿De verdad? Además, no pasó nada. Estamos vestidos —dijo él, mientras se estiraba, soltando una risa nerviosa.
Ni siquiera había notado que seguía vestida, y ese simple hecho me tranquilizó. Un suspiro de alivio escapó de mis labios; al menos no había perdido mi dignidad con este tipo.
—Gracias por traerme, pero te tienes que ir —dije, con firmeza, sin dejar de mirarlo a los ojos. Mi tono no dejaba lugar a dudas.
Él soltó un suspiro y, con una expresión de incomodidad, sacudió su ropa que aún olía a alcohol y a esa mezcla de humo y desorden que se queda impregnada en los bares.
—¿Así, nada más? —preguntó, alzando una ceja.
No sabía qué hacer, así que, como agradecimiento por no haberme dejado sola en aquel bar, le ofrecí preparar el desayuno. En el fondo, esperaba que rechazara mi invitación, pero para mi sorpresa, aceptó sin dudarlo.
Dejé al hombre en la habitación y me dirigí hacia la cocina, pero, al cruzar la sala, una figura inmóvil en el suelo me heló la sangre. El cuerpo de una mujer yacía tirado en medio de la sala, y mi grito de terror resonó en toda la casa.
El hombre salió de inmediato de la habitación, y al ver la escena, se quedó paralizado, con los ojos abiertos de par en par.
—No creas que lo hice yo —negé rápidamente, el miedo apoderándose de mi voz. En su rostro se reflejaba el pánico, y pude ver cómo, en su mente, la idea de que yo estuviera involucrada en lo sucedido comenzaba a tomar forma.
—No… no es posible… es... difícil de creer... está en tu habitación... —balbuceó él, casi sin poder pronunciar las palabras. Estaba completamente en shock, su voz temblaba y su mirada vacilaba entre el cadáver y yo.
No lo culpé por no creerme. El cuerpo estaba en mi departamento, y solo yo tenía acceso a esa habitación. Pero no lo había hecho. Lo juré en silencio, aunque el miedo seguía apoderándose de mis pensamientos.
Él señaló al cuerpo, incapaz de apartar la vista de la escena macabra. —¿Sabes quién es? —preguntó, con una voz rota, esperando una respuesta que, de alguna manera, pudiera hacer sentido de lo imposible.
No había tenido el valor de acercarme, así que no había visto el rostro de la mujer. El cuerpo estaba de costado, con la cabeza orientada hacia la entrada.
—No... —asentí, meneando la cabeza, incapaz de pronunciar una palabra más.
El hombre, aún en estado de shock, dio un paso lento hacia el cadáver. La ansiedad lo consumía, y su respiración era irregular. Cuando finalmente vio el rostro de la mujer, su expresión se transformó, y una exclamación de horror salió de su boca.
—¡¿Qué diablos?!... Es una colega de la empresa...
Sus palabras me dejaron helada. Al parecer, él la reconoció de inmediato. El pavor en su voz y su incredulidad eran tan evidentes. ¿Cómo había llegado ella aquí? ¿Y por qué?
Me armé de valor y finalmente me acerqué al cuerpo. Al mirar su rostro, la reconocí al instante. Era una de las abogadas del departamento legal de la empresa, y casualmente, también trabajaba allí. Aunque yo era publicista y pertenecía al departamento de Marketing, había cruzado caminos con ella varias veces.
—Es la abogada Larisa —exclamé, el asombro nublando mi voz.
Él me miró con intensidad, como si intentara evaluar mi reacción. —¿Es tu amiga? —preguntó, su tono cargado de curiosidad y algo de desconfianza.
—Es colega. La he visto en la cafetería de la empresa... —respondí, con la voz un poco temblorosa, aunque intentaba mantener la calma.
Un silencio incómodo se instaló entre nosotros mientras él procesaba lo que le había dicho. Luego, frunció el ceño, claramente confundido.
—Espera... ¿trabajas en Arsa Group? —preguntó.
—Sí, soy publicista. Apenas llevo seis meses —respondí, tratando de que mi tono fuera firme, aunque en el fondo, sentía un nudo en el estómago.