Tras un sueño espantoso, desperté agitada, el corazón aún acelerado. Encendí las luces, esperando que el amanecer llegara pronto, pero la oscuridad de la mañana me envolvía.
No quería regresar al departamento, pero sabía que debía cambiarme de ropa e ir a la oficina. Sin hacer ruido, salí de la casa de Anthony, dejándolo dormir. Él aún descansaba, y no quería despertarlo, no quería involucrarlo más de lo que ya lo estaba.
Llegué al edificio y, antes de subir, me armé de valor. Sabía la terrible escena que me esperaba, pero no podía quedarme ahí. Me paré frente a la puerta del departamento, y la vista de la entrada me paralizó. Quería entrar, pero el miedo me llenaba por completo. Mis manos temblorosas rodearon el pomo de la puerta, y por un momento, no pude abrirla.
— Andy — se escuchó una voz, y, presa de pánico, volteé rápidamente. Era mi vecino Alan, quien salía de su departamento con ropa deportiva, probablemente dirigiéndose al gimnasio.
— ¿De salida o de regreso? — preguntó mientras aseguraba la puerta de su apartamento.
— Regreso — suspiré, tratando de parecer más tranquila de lo que me sentía en realidad.
— Descansa, nos vemos luego — dijo con una sonrisa antes de desaparecer en el ascensor.
Al verlo alejarse, la sensación de soledad se intensificó aún más. Me quedé allí, frente a mi puerta, incapaz de moverme, sintiendo el peso de lo que me esperaba dentro.
Al entrar al departamento, esperaba encontrar el cuerpo, pero para mi sorpresa, había desaparecido. Alguien debía haberse llevado todo. La tensión se deshizo como si nunca hubiera existido. En lugar de salir corriendo en busca de respuestas, sentí una calma inesperada, como si todo el caos hubiera desaparecido de repente. Tomé un baño, me preparé el desayuno, como si la pesadilla nunca hubiera ocurrido.
Pensé que todo se había solucionado. Solo necesitaba cambiar la cerradura de la puerta y seguir con mi vida. La aparente calma había regresado a mi rutina. Me sentía ligera, como si pudiera respirar nuevamente. Con esa sensación de alivio, llegué a la empresa, pero antes de entrar, algo me detuvo. Era Anthony.
— ¿Por qué no avisaste al salir? Me preocupé — dijo Anthony, con una expresión que mostraba un leve enojo.
— Estabas dormido y no quería despertarte, además tenía que cambiarme de ropa — respondí, tratando de sonar relajada. Pero al ver su rostro tenso, el recuerdo de lo sucedido esa mañana me golpeó de nuevo.
— Anthony, necesito decirte algo... — comencé, pero antes de que pudiera continuar, una voz interrumpió.
« arquitecto Alcázar » Un colega suyo apareció buscándolo con urgencia.
— Andy, nos vemos en la tarde — dijo Anthony, lanzándome una última mirada, antes de marcharse junto a su colega al edificio norte.
El encuentro con Anthony no borró mi sonrisa, así que subí los pasillos de la empresa, saludando a todos los que se cruzaban en mi camino. Al llegar a la oficina, noté que los colegas del departamento de finanzas estaban reunidos en el escritorio de Emilia. No les di demasiada importancia, ya que parecía una reunión casual.
— ¡Hola! — saludé con una enorme sonrisa, intentando dejar atrás cualquier rastro de nerviosismo.
Sin embargo, al escuchar la respuesta, algo en su tono me hizo detenerme. Con voz melancólica, respondieron todos al unísono:
— Hola, Andy.
Arrugué el ceño al notar la melancolía que emanaban sus rostros. Algo no estaba bien.
— Ella aún no sabe la noticia — dijo un colega de finanzas, notando mi cara de confusión.
— ¿Saber qué? — pregunté, intentando comprender.
Julián, visiblemente triste, tomó un aire profundo antes de continuar.
— Encontraron el cuerpo de Larisa en un parque muy cerca de su departamento. Parece que conducía ebria y chocó contra un árbol — dijo con voz sombría.
Mis manos temblaron ligeramente y un nudo se formó en mi estómago. La noticia me golpeó como un puño, aunque algo en mi mente me decía que todo esto no podía ser tan simple. Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, y sentí que el aire se me escapaba. Estaba al borde del desmayo, pero logré aferrarme a la realidad lo suficiente para evitar caer.
— Andy, ¿estás bien? — Emilia me sostuvo con rapidez, sus manos temblorosas buscando estabilidad en mi cuerpo.
Escuché un susurro entre los demás en la oficina.
— La noticia la impactó.— El murmullo apenas alcanzó mis oídos, pero fue suficiente para hacerme sentir como si estuviera siendo observada por todos.
Y justo en ese momento, el gerente Hawar apareció en la puerta, usando gafas oscuras. Nadie en la oficina sabía nada sobre el romance secreto entre él y Larisa, pero al verlo entrar. Supuse que la noticia debió haberle golpeado con fuerza, aunque su rostro oculto tras las gafas no dejaba entrever ninguna emoción. Solo bastó su presencia para hacer que todos ocupáramos nuestro lugares de trabajo.
El resto del día en la oficina transcurrió en una calma aparente, pero para mí fue todo lo contrario. Los altos directivos de la empresa ordenaron que el departamento legal se hiciera cargo de seguir el caso hasta dar con los responsables del crimen. Pero, a medida que escuchaba esas palabras, la incertidumbre y la angustia se apoderaban de mí. La policía ya estaba investigando, y sólo era cuestión de tiempo para que confirmaran lo que yo temía: que la muerte de Larisa no había sido un accidente.
La presión se sentía en el aire, como un peso invisible que me aplastaba el pecho. Las preguntas rondaban en mi cabeza, pero no había respuestas, solo la sensación de que todo se estaba desmoronando a mi alrededor.
Entre tanta confusión y temor, olvidé esperar a Anthony al final de la jornada. Al regresar a mi departamento, una sensación de vacío me invadió. Ya no tenía sentido explicarle que el cuerpo de Larisa ya no estaba en el departamento, porque todos lo sabían ahora. El caso había saltado a las noticias locales, y las imágenes de su rostro adornaban la pantalla de los noticieros. Lo que antes había sido un secreto entre nosotros, ahora se había convertido en un "Crimen", y todo parecía estar fuera de control.