Las Sombras de un crimen

Capítulo 5

Esa tarde, después de lo que había ocurrido, no tenía opción: regresé a mi departamento. No tenía ropa limpia para cambiarme, y el dinero para comprar nueva estaba fuera de mi alcance. La incomodidad me apretaba el pecho, pero no tenía más remedio.

Anthony se quedo en la sala. Estaba analizando, o al menos eso decía, cómo habían arrojado el cuerpo dentro del departamento. Su rostro estaba tenso, la mandíbula apretada. Me quedé observando un momento, sin decir nada, mientras yo me dirigía a mi habitación.

En mi mente, el caos seguía dando vueltas. Empecé a guardar un par de prendas en mi bolsa, pero mi cuerpo seguía como en automático, sin poder concentrarme en nada. De repente, el sonido vibrante del celular me sacó de mis pensamientos. Miré la pantalla: un número desconocido.

No era raro recibir llamadas así, algunos clientes se atrevían a contactarme directamente a mi número personal para hablar sobre sus pedidos, pero esta vez, la sensación era distinta. No sabía por qué, pero una corazonada me decía que no debía contestar. Sin embargo, mi dedo tocó la pantalla sin pensarlo.

— Hola... holaaa... — contesté, mientras caminaba lentamente hacia la sala. Mi voz sonaba más débil de lo que esperaba. Al otro lado de la línea solo se escuchaba una respiración pesada, casi frenética, que me hizo sentir un escalofrío recorrer mi espina dorsal.

— Hey... hola...— volví a decir, con más firmeza, tratando de obtener alguna respuesta. Mi paciencia se desvanecía rápidamente. Pensé en cortar la llamada, pero antes de que pudiera hacerlo, unas carcajadas, que no tenían ni un atisbo de humor, sonaron claramente en el teléfono.

— ¿Qué clase de broma es esta? — respondí, furiosa. La rabia me hizo apretar los dientes, y estaba a punto de colgar cuando una voz distorsionada, rota, salió del otro lado, como si hubiera sido manipulada por un filtro extraño.

— El cuerpo, el cuerpo... — la voz susurró, y las palabras parecieron quedar flotando en el aire. Algo en mi pecho se apretó. Un sudor frío comenzó a recorrer mi frente, y mi mente empezó a disparar mil preguntas.

Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, helándome hasta los huesos. Fue como si el aire mismo se hubiera vuelto espeso, opresivo, y, sin poder evitarlo, dejé caer el teléfono. El sonido del impacto en el suelo retumbó en mis oídos, pero la sensación de pavor me paralizó.

Anthony, que había estado observando en silencio, reaccionó de inmediato. Se agachó rápidamente, recogió el celular y, con una expresión grave, lo puso en altavoz. Su rostro estaba tan serio que ni siquiera me atreví a mirarlo a los ojos.

— La policía pronto va a interrogarte. Cuida tus palabras si no quieres ser la próxima víctima. —dijo la voz distorsionada sonando siniestra. Cada palabra estaba cargada de amenaza. Mis manos temblaron, y el aire parecía estar tan denso que no podía respirar con normalidad.

Antes de que pudiera procesar lo que acababa de escuchar, la llamada se cortó de golpe. El sonido sordo de la desconexión me dejó aún más desconcertada.

Los dos nos quedamos en silencio, sin palabras. El aire entre nosotros estaba cargado de tensión, y nuestras caras, completamente pálidas, reflejaban el mismo miedo y confusión. Nos mirábamos fijamente, tratando de entender lo qué acababa de suceder.

El sonido de un golpe firme en la puerta rompió el silencio que nos embargaba, y mi corazón dio un vuelco. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral mientras el miedo me recorría como una ola. Con las piernas temblorosas, me levanté lentamente, mi cuerpo en automático, y me dirigí hacia la puerta.

Al abrir, lo que temía se confirmó: ahí estaban, tal como lo había dicho la voz distorsionada. El detective, con su rostro serio y grave, y un oficial a su lado. Sus miradas eran fríos y calculadores, no parecían dispuestos a perder tiempo.

— Buenas tardes, señorita Silva... y señor. — dijo el detective. Al notar la presencia de Anthony, su mirada se detuvo un momento en él, evaluándolo, antes de continuar.

— Buenas tardes, detective... ¿Qué lo trae por aquí? — pregunté, intentando mantener la calma. Mi voz salió baja, y tuve que hacer un esfuerzo para que no me temblara.

— Soy el detective Gavin, y él es el oficial Rea. — El detective pronunció sus palabras con una seriedad que me heló. — Estamos aquí por el asesinato de la abogada Larisa Prado, su colega. Tenemos algunas preguntas. — Sacó su identificación de la chaqueta.

Mi respiración se detuvo por un instante. El nombre de Larisa Prado retumbó en mi mente, y mi estómago se encogió al recordar todo lo que había sucedido. La idea de que ahora estaba siendo relacionada con su muerte me hizo sentir como si el aire hubiera desaparecido.

— Buenas noches, detective. — Anthony estrechó la mano del detective, mientras este se sentaba en el sofá, dispuesto a perder el tiempo.

— Señor Alcázar. — El detective Gavin mencionó el apellido de Anthony con una ligera inclinación de cabeza. Por la forma en que lo dijo, era claro que ya se conocían.

Me senté nerviosa junto a Anthony, tratando de mantener la compostura, pero mi palidez era inconfundible. El notó mi incomodidad, y sin que el oficial Rea se diera cuenta, tomó mi mano con una firmeza tranquilizadora.

— ¿Señorita, usted es amiga de la abogada Prado? — preguntó el detective Gavin, sus ojos clavados en mí, buscando una respuesta clara.

Mi garganta se cerró un poco, pero logré hablar con voz tranquila, aunque mi corazón latía desbocado.

— No, solo la había visto en la empresa. — Respondí con la mayor calma que pude.

De repente, Anthony intervino, su tono lleno de incredulidad y algo de ira.

— Esperen, pero... Larisa no había perdido la vida en un accidente...— Dijo, sabiendo que lo que estaba diciendo era una mentira.

— No. — El detective negó con la cabeza. — La abogada Prado perdió la vida un día antes de ser encontrada. — desmintió — Por eso estamos investigando. — Añadió el detective, sin titubear.



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En el texto hay: misterio, crimenes, novela policial

Editado: 11.12.2024

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