Las Sombras de un crimen

Capítulo 7

—Ni una sola palabra de lo que viste. ¿Entendido? —la amenaza resonó en sus palabras, claras y frías.

Me quedé ahí, paralizada, el corazón golpeando con fuerza en mi pecho. El terror se apoderó de mí, y una sensación helada me recorrió por completo. Sin pensarlo, empecé a correr hacia fuera del edificio buscando al sujeto con la mirada, pero no había ni rastro de él. La gente seguía saliendo del edificio como si nada. Empleados, conversando, caminando sin prisa, sin notar mi angustia.

Miré hacia el edificio norte, tratando de ver algo, pero solo vi más empleados saliendo, charlando entre ellos. Nadie parecía haber notado lo que me había pasado. Mi respiración se hizo cada vez más entrecortada. Me agache y apoyé en las rodillas tratando de recuperar el aliento.

De repente, vi el auto de Anthony saliendo del edificio. Mi cuerpo reaccionó sin pensarlo y una oleada de alivio me recorrió. Con manos temblorosas, levanté la mano en un saludo, y tan pronto como vi que el auto se detuvo, me lancé hacia él, metiéndome rápidamente en el asiento del pasajero.

Anthony me miró, pero yo no podía mirarlo a los ojos. No quería. No sabía cómo explicar lo que había ocurrido. Me quedé en silencio, apenas respirando, mientras el auto comenzaba a moverse.

—¿Sucede algo? —preguntó Anthony, con sus ojos fijos en mí, escaneando mi rostro. Notó mi palidez, la forma en que mi cuerpo se había encogido en el asiento, y la falta de palabras en mi boca.

—No, nada —respondí rápidamente, negando con la cabeza. No quería preocuparlo. —Solo que hoy los detectives interrogaron a mi jefe, Hawar... —mi voz vaciló por un momento. No era fácil hablar, pero le conté, con detalles, sobre lo que había sucedido en la oficina.

Anthony me escuchó en silencio, con la mirada fija en mí. No me interrumpió ni intentó decirme nada. Se limitó a escucharme.

—Andy, acerca de eso... —me habló Anthony, con voz temblorosa —. He encontrado más pistas sobre el asesinato de Larisa —dijo, intrigado pero cauteloso.

—Oh... —respondí, haciendo una mueca.

Anthony carraspeó la garganta antes de hablar.

—Sabes, Andy... —comenzó, y pude ver cómo sus dedos se movían inquietos sobre el volante—. Tengo un amigo que es muy cercano al detective Gavin. Y me ha informado que el guardia de seguridad vio a Larisa salir de su oficina dos horas antes... Dejó su auto en el estacionamiento de la empresa, y nunca más volvió por él. —Hizo una pausa larga —. Esa fue la última vez que se la vio con vida.

Me quedé en silencio, sumida en mis pensamientos, mi mente no dejaba de dar vueltas. ¿Quién regresó por el auto? ¿Y si el que se lo llevó era quien acabó con la vida de Larisa? ¿Y si, de alguna manera, ese hombre era mi vecino?

—Por Dios... —pensé mentalmente, las pistas parecían conducirnos a algo, algo mucho más oscuro de lo que imaginaba.

—Entonces, si Larisa dejó el auto en la empresa... alguien debió regresar por él. ¿Pero quién? —pregunté en voz baja.

Anthony me miró fijamente, mientras procesaba mis palabras. Sabía que el asunto se estaba volviendo mucho más grande.

—Eso lo debemos averiguar —respondió finalmente. El también pensaba que la verdad estaba cerca.

Fue entonces cuando la idea llegó a mi mente. Recordé lo que Gavin había mencionado antes. Las cámaras del edificio donde vivo habían captado a Larisa. Mi respiración se aceleró y, de repente, mi voz salió sin pensarlo.

—Anthony, vayamos a ver las cámaras de seguridad de mi edificio —dije con urgencia —Tal vez, en las cámaras, podemos ver algo. Tal vez allí estaba la clave para entender todo lo que había sucedido.

Anthony asintió rápidamente, sabiendo que no había tiempo que perder. Llegamos al pequeño cuarto de recepción del edificio, un espacio reducido. Don Fabio, como siempre, estaba escondido tras su pequeño escritorio, absorto en sus tareas, sin siquiera notar nuestra presencia al principio.

—Buenas noches —saludé, forzando una sonrisa.

—Buenas noches, Andy —respondió don Fabio, apenas levantando la vista. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, se dio cuenta de que no estaba sola. Su rostro se iluminó con una sonrisa amable. Don Fabio era un hombre mayor, pero con una energía y carisma inigualable.

A pesar de su cálida recepción, mi ansiedad no me dejaba relajarme. Me acerqué un paso más hacia su escritorio, y sin rodeos, le solté la pregunta.

—Don Fabio, ¿será que nos puede dejar ver las cámaras de seguridad? —pregunté, con una urgencia que no podía ocultar. Las ansias me consumían por completo. Sabía que, si algo importante había sucedido en el edificio, las cámaras eran nuestra única esperanza para entender qué había ocurrido.

—Yo no estoy autorizado... —dijo Don Fabio. Se inclinó ligeramente hacia adelante. —Los detectives ordenaron que nadie manipule la información, parece que están investigando un crimen — explico, el viejo asustado.

Mi garganta se cerró al escuchar esas palabras. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Antes de que pudiera decir algo más, Anthony intervino.

—Buenas noches, yo soy Anthony Alcázar, el novio de Andy —mintió con una calma que sorprendió incluso a mí. Pero Don Fabio parecía creerlo. Su rostro se iluminó de inmediato, y su tono se suavizó.

—Ah, mi novia... —continuó Anthony, tomando mi cintura con naturalidad, como si todo fuera completamente normal—. Ella perdió unos planos importantes y cree que los dejó en el ascensor o en la entrada.

Yo, rápidamente, añadí a la mentira con voz preocupada:

—Esos planos son muy importantes. Si no los encuentra, podría perder su empleo. Debemos encontrar una manera de ver las cámaras, por favor, ayúdenos... —mi tono se volvió suplicante, y mi mirada se hizo intensa, esperando que Don Fabio cediera.

Don Fabio nos miró en silencio, pero sus ojos se llenaron de una mezcla de duda y compasión, pero al final, con un suspiro, asintió. Sin decir una palabra más, tomó el mouse de la computadora entre sus manos, y se puso a teclear con rapidez con su mirada se fijó en el monitor.



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En el texto hay: misterio, asecino, novela policial

Editado: 25.12.2024

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