Las Sombras de un crimen

Capítulo 11

Narra: Anthony Alcázar

— No, no pueden cancelar el contrato de compra y venta de terrenos — explicó el abogado de la empresa después de la intensa reunión que tuvimos con los propietarios de los terrenos. — De lo contrario, ellos deberán pagar una penalización, ya que el contrato ya se ha celebrado — añadió el abogado, seguro de sí mismo.

— Pero ese contrato está firmado por Larisa — intervino Miguel, preocupado. Sabíamos que, si perdíamos ese contrato, tendríamos que pagar una indemnización a las personas que habían invertido en nuestra compañía para que les construyéramos sus viviendas.

— No pueden cancelarlo. Ese contrato está aprobado por el municipio y registrado en el registro de la propiedad — explicó el abogado, quien, tras la muerte de Larisa, estaba cumpliendo sus funciones.

Al oír tanto positivismo en el abogado, pude respirar tranquilo, pero esa sensación de calma pronto desapareció. Al llegar a mi oficina, una chica estaba esperando junto a la secretaria.

— Buenas tardes, arquitecto Alcázar — la joven se atravesó en mi camino, desesperada.

— Buenas tardes — respondí, deteniéndome más por educación que por otra cosa, ya que me estaba obstruyendo el paso.

— Arquitecto... Es Andy... me dijo que le diga...

— ¿Qué cosa? ¿De qué habla? — insistí, notando que la joven movía las manos de manera desesperada.

— Podemos ir a la oficina, por favor. Es algo serio — dijo, haciendo notar que todas las miradas estaban sobre nosotros.

Sin prestarle mucha atención, tomé con firmeza el brazo de la joven y la arrastré hasta mi oficina. Mi mente estaba llena de preguntas.

— ¿Qué te dijo Andy? — pregunté, sintiendo el nudo en mi estómago.

La chica, con los ojos desorbitados y las manos temblorosas respondió — Andy está detenida en la agencia de tránsito. Mencionó algo de un vecino... Por favor, arquitecto, debe ayudarla — sus palabras salían atropelladas.

— Dios mío, ¿en qué agencia de tránsito está? — solté las palabras temiendo lo peor.

Llevé a la chica conmigo, quien durante el trayecto se presentó como Emilia. Su rostro reflejaba la preocupación que llevaba dentro. Juntos llegamos a la estación de tránsito del sur, y al entrar, allí estaba Andy, sentada en una silla, hablando con un agente de tránsito.

— ¡Agente! — saludé, y al instante Emilia corrió hacia Andy, abrazándola con fuerza.

El agente levantó la mirada y, con una ligera sonrisa, se acercó a mí.

— Señor Alcázar, ya estaba dudando si vendría por la señorita — dijo, estrechando mi mano con un gesto profesional.

— Oh, estuve en la oficina, pero ya estoy aquí. Dígame, agente, ¿qué ha sucedido? — pregunté, sin poder evitar desviar la mirada hacia Andy. Ella me sonrió.

Mi estómago seguía revuelto, pero esa sonrisa me dio algo de calma.

— La señorita Silva atacó a su vecino, le rasguñó la cara. No es nada grave, pero teníamos que asegurarnos de que la señorita no esté desequilibrada antes de que pague la multa y la dejemos ir — explicó el agente, quien solo estaba cumpliendo su protocolo.

Una oleada de indignación me recorrió, pero traté de mantener la calma.

— No, Andy no es ninguna loca, ella trabaja en mi empresa, es publicista — afirmé.

Miré a Andy, quien parecía agotada, pero agradecida por mi presencia. Luego volví mi mirada al agente.

— ¿Y el hombre? ¿Quién es? ¿Ya se fue? — pregunté, mientras recordaba que ella había quedado allí para vigilar al sujeto misterioso.

El agente consultó su libreta antes de responder.

— El hombre es Javier Gómez, está en el dispensario médico — informó.

Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar el nombre.

— No, no dejen ir a ese hombre — advertí al agente. No podía dejar que se escapara. Así que saqué mi teléfono, la pantalla rota tras el último incidente, y llamé al agente Gavin. Necesitaba que se encargara de esto inmediatamente.

Después de hablar con el agente, me acerqué a Andy, que al verme me sorprendió con una amplia sonrisa.

— Anthony, ¡viniste! — dijo, levantándose rápidamente. — Muchas gracias, pensé que me quedaría a dormir en este lugar — añadió, abrazándome con fuerza.

La calidez de su abrazo me hizo sentir una ligera paz, pero mi mente seguía a mil por hora.

— Estaba en la oficina — respondí, tratando de no dar mayores detalles.

De repente, Emilia, quien nos había estado observando en silencio, rompió el momento.

— Arquitecto Alcázar, ¿Andy ya se puede ir? — preguntó, con una mirada expectante.

— No, Andy. Tú te quedas — mi voz sonó amenazante.

— ¿Que, por qué? ¿Hice algo malo? — preguntó Andy, encogiéndose de hombros mientras que su rostro reflejaba confusión.

— No, claro que no — respondí rápidamente, intentando sonar calmado. — Solo debemos esperar al detective Gavin — añadí.

La miré a los ojos, sabiendo que ella intuía algo. — Andy, tú sabes por qué — anuncié antes de que pudiera hacer más preguntas, queriendo evitar que hablara demasiado en frente de Emilia.

Ella me miró en silencio por un momento, asintió con la cabeza y se apartó a una esquina. Allí, en un susurro, habló con Emilia quien no tardó en retirarse, dejándonos solos en la agencia de tránsito.

— Andy, agrediste a ese hombre misterioso, ¿verdad? — pregunté, buscando asegurarme de que había hecho lo correcto al llamar al detective Gavin.

— Sí — dijo nerviosa con voz temblorosa. — Yo no lo pensé, solo sucedió...

Un nudo se formó en mi estómago

— No te preocupes, ese hombre será arrestado — le aseguré, intentando transmitirle un poco de calma.

Mientras ella comenzaba a relatarme cómo había llegado hasta la agencia de tránsito, las puertas de la pequeña estancia se abrieron. El detective Gavin entró con paso firme.

El detective se acercó rápidamente a los agentes encargados. Hablaron en voz baja, pero pude ver cómo sus gestos se volvían más serios conforme la conversación avanzaba. Tras unos minutos, Gavin se giró hacia mí.



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En el texto hay: misterio, asecino, novela policial

Editado: 25.12.2024

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