Narra: Anthony Alcázar
—He llamado al detective, estarán en dos horas —anunció Jimena, guardando su celular en el bolso mientras caminábamos a paso firme hacia la plaza donde esperaríamos al detective Gavin.
—Anthony, ¿estás seguro de que ahora mismo quieres ir a ese lugar? —preguntó ella, frenando un poco el paso, visiblemente nerviosa —Podemos esperar a que la policía ejecute una orden de arresto...
—¿Orden de arresto, por Dios? —la interrumpí, acelerando mi paso. Jimena se quedó atrás por un momento, pero luego apuró el paso para alcanzarme. —Esperar una orden de arresto para un tipo como Lorenzo sería como esperar una eternidad. Ese tipo debe tener algún tipo de vínculos con la policía, porque ¿Cómo es posible que, con dos investigaciones abiertas en su contra, no lo puedan detener? —trate de explicarla mientras la imagen de Andy, en peligro, me golpeaba con fuerza, y no podía quedarme de brazos cruzados.
Jimena bajó la cabeza, asintiendo lentamente tratando de entender mi desesperación por encontrar a ese Lorenzo.
—Te prometo que todo va a estar bien —dije, aunque no estaba seguro de lo que podría pasar.
—Oh, no lo había pensado, pero creo que tienes razón. No hay que perder el tiempo. —dijo Jimena, tratando de ocultar su nerviosismo.
—Pero espero que Gavin se dé prisa —dije, leyendo el mensaje de Miguel, quien me informó que mi padre ya estaba a bordo del avión de regreso al país.
—No te preocupes, el detective Gavin ya está en camino —anuncio con seguridad, pero luego se detuvo por completo, y vi cómo su cuerpo se tensaba. —Pero, ¿qué te asegura que Lorenzo está en ese rancho?
Hice una pausa y la miré por un momento antes de responder.
—Tiene que estar —le aseguré, guardando mi teléfono en el bolsillo sin darle mayor importancia al mensaje de Miguel mientras las palabras de Jimena resonaron en mi mente, no había pensado en esa posibilidad, pero era demasiado tarde para dar marcha atrás. —Relájate, ese Lorenzo estará en ese rancho. Mejor vayamos a comer, que más tarde se pondrán intensas las cosas —añadí, en tono listillo.
Después de comer, nos dirigimos al auto para esperar. No queríamos llamar la atención de la gente del pueblo, así que nos quedamos en silencio, observando desde el vehículo. El tiempo pasó lento hasta que, finalmente, tres hombres vestidos de civil aparecieron. Los reconocí al instante: el detective Gavin, acompañado del oficial Rea y otro oficial de cabello rubio.
Se acercaron al auto con rapidez, sin decir una palabra, se subieron al vehículo. Jimena fue la primera en moverse, obligada a tomar asiento en el asiento trasero, junto con los dos oficiales. Gavin, con su rostro serio, se sentó en el copiloto, mirándome fijamente.
—Espero que no sea pérdida de tiempo, señor Alcázar —dijo Gavin, sin intentar esconder la desconfianza que sentía.
Apreté las manos sobre el volante. Era claro que no le gustaba perder el tiempo con personas como yo que en esos momentos jugábamos a ser detectives.
—No, detective, no es una pérdida de tiempo —respondí, sin perder la compostura pero evitando el contacto visual. —Lorenzo García es el novio de Lara Rodríguez, y también es un tipo peligroso...
—¿Y eso qué tiene que ver con la muerte de Larisa? — Gavin me interrumpió. Yo entendí su pregunta, pero me dejó sin palabras por un momento. ¿Cómo podría Lorenzo estar relacionado con Larisa? La idea era absurda, no tenía sentido, pero algo en mi instinto me decía que había más.
El oficial Rea, en el asiento trasero, miró con interés la conversación, mientras el oficial rubio permanecía en silencio y Jimena carraspeó la garganta para hablar.
—Mi esposo, Pablo, depositaba dinero a Lorenzo García a través de dos cuentas falsas, al mismo tiempo que salía con Larisa. Y creo que hay algo raro ahí. — aseguro ella.
El detective Gavin, la miro a través del retrovisor por un momento, como si entendiera de lo que hablaba Jimena.
—Pero, señora Jimena, su esposo en su declaración dijo que él no sabía a quién depositaba ese dinero, y que si lo hacía, era únicamente por usted —declaró el detective, dejando a Jimena pálida. Mientras parecía procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Por Jimena? ¿Por su seguridad? —pregunté, con una mezcla de interés e incredulidad.
Gavin asintió, casi imperceptiblemente, antes de seguir hablando.
—Sí —confirmó el detective. —Pablo Hawar dijo que recibió una llamada exigiéndole una cierta cantidad de dinero mensual. Si no lo hacía, su esposa sería desaparecida —añadió, dejando a todos en el vehículo con la boca abierta.
En ese momento la incredulidad se apodero del lugar.
—¡Por Dios! Estuve en peligro y no lo sabía… —soltó Jimena, dejando escapar un leve sollozo.
De repente, las palabras de Gavin me hicieron recordar las amenazas que Andy había recibido. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No dije nada al detective, y simplemente me limité a seguir la ruta que me había indicado el sujeto del taxi.
Conforme avanzábamos el silencio entre nosotros, solo roto por las indicaciones de Gavin, que explicaba cómo debíamos acercarnos al rancho sin levantar sospechas. La ansiedad aumento cuando a lo lejos apareció el rancho.
— Jimena y el oficial Rea se quedan aquí. — ordeno Gavin estacionado el auto a unos cuantos metros del rancho que se suponía que era de Lorenzo.
Nos bajamos del auto y caminamos hasta el rancho enorme, rodeado de árboles de manzana y cercos que dividían la propiedad de Lorenzo de otras.
Comenzamos a caminar hacia la entrada, y fue entonces cuando vi la gran puerta de madera. Antes de que pudiera dar un paso más, Gavin se detuvo y, con un gesto rápido, ordenó al oficial Philips que se escondiera por detrás de la propiedad.
—Mantente a distancia —me dijo Gavin, mirando hacia la puerta con cautela. —No sabemos qué tipo de persona va a abrir esa puerta.