Las Sombras de un crimen

Capítulo 18

Narra: Anthony Alcázar

—¡Por Dios, Anthony! ¿Cómo es posible que hayas arriesgado tu vida de esa manera? —escucho gritar mi padre, mientras conduce el auto hacia casa, después de salir del hospital, donde nos trajeron de emergencia tras el ataque que sufrimos Phix.

—Papá, estoy bien. Solo fue un disparo en el hombro —le respondo, intentando calmarlo. Mi padre frunce el ceño y fija su mirada en mí.

—¿Solo fue un disparó? —replica molesto, pero sin apartar la vista de la carretera. —. No tenías que estar allí, ¡para eso está la policía! Tú, Anthony, ¡deberías estar al frente de la empresa, no metido en ese lío! — continua alzando la voz a mediada que pronuncia la palabras. —Sabes que hoy bloquearon el acceso de las maquinarias a los terrenos donde se va a construir el complejo. Y la gente que invirtió está preocupada.

—Justo por eso fui a Phix, porque cuanto antes Pablo y Andy salgan de prisión, más rápido se limpiará el nombre de la empresa... —mi voz tiembla, pero intento que suene firme.

Mi padre se me queda mirando, frunciendo el ceño, como si no entendiera ni una palabra.

—¿Qué dices? ¿Te volviste loco o es que aún estás bajo el efecto de la anestesia? —responde desconcertado. Y no me sorprende su reacción, porque sé que lo que estoy diciendo no tiene mucho sentido para él.

—No, no me vuelto loco pero ese hombre puede ser la clave para demostrar que Pablo es inocente...

—Anthony, ¿cómo puedes estar tan seguro de que Pablo no cometió el delito? —me lanza la pregunta con frialdad —. Y, ¿quién es Andy? — la pregunta le enfurece aún más.

—¡Papá! ¿Cómo puedes pensar que Pablo haría algo así? Tal vez haya cometido errores, pero de ahí a ser un criminal… ¡no lo es! —mi voz estalla, y las palabras salen de mi boca con una furia contenida —. ¿Cómo puedes creer lo que están diciendo los medios? ¡Todo esto es un maldito montaje! —mis palabras golpean el aire, llenas de impotencia y frustración. Miro a mi padre, esperando ver algo de comprensión, pero solo veo un desconcierto creciente en sus ojos.

—Y Andy —respondo con un tono más bajo —. Andy es la publicista, la que lleva la que está llevando la próxima campaña de la construcción...

—¿Espera? ¿Esa mujer está en el equipo de Pablo? —mi padre se detiene por un momento y su rostro se transforma, con una mueca de incredulidad que marca las líneas de su frente—. Entonces, si es así, ¿hay una posibilidad de que ese mujeriego estuvo engañando a Jimenita con... dos mujeres? —sus palabras se quedan suspendidas en el aire, y puedo ver cómo sus dedos se aprietan contra el volante con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos.

—¡Por Dios, papá! ¡Lo que dicen en la prensa son chismes! — mi voz sale elevada, solo quiero que el entienda —. Pablo... —mi garganta se cierra un momento.

—¡Claro que no son chismes! —me corta bruscamente —. O me vas a negar que mantuvo una relación con tu casi esposa. ¡Ambos se burlaron de ti y de Jimenita! —dice, con una mezcla de rabia y resentimiento.

Mi puño se aprietan en mi regazo, pero respiro hondo manteniendo la calma.

—Mira, papá —comienzo calmado —, yo ya dejé todo eso atrás. No niego que me dolió, pero en mi mente solo guardo los momentos felices que viví con Larisa. Momentos en los que Pablo y yo éramos grandes amigos. Entiendo tu molestia, padre, y tienes razón: los dos me traicionaron. —Hago una pausa, sintiendo unas punzadas en mi pecho, pero debo sincerarme con el —. Yo lo sabía, papá... lo supe desde mucho tiempo atrás. —Suspiro profundamente, llenando mis pulmones de aire para continuar —. El día que descubrí que la boda se canceló por me decidí a irme de viaje por tres meses. Cuando regresé, me encontré con esta situación. Pero, no importa que me hayan engañado, no voy a dejar que se cometa una injusticia.

Lo miró fijamente, viendo cómo su expresión cambia, pero no se suaviza. Me aferro a mi decisión, aun cuando sé que él no lo entiende.

—Así que, padre... —me giro para verle directamente a su rostro —. Te pido que durante estos días te hagas cargo de la empresa... por favor. —Le pido con seriedad, y el se gira a verme, con una suave sonrisa en los labios.

—Está bien, hijo, sustituiré a Aristo Hawar y me haré presidente temporal. — asiente, pero me observa tratando de entender mi decisión, pero sé que sigue en conflicto con sus propios pensamientos. A pesar de su duda, decide no interferir en mi deseo de ayudar a Pablo.

El silencio que sigue es pesado, pero al final, mi padre suspira, se relaja un poco y sus ojos se suavizan.

—No me equivoqué al educarte... —dice casi en un susurro —Me siento orgulloso de ti... —añade, observándome de arriba abajo.

—Eres un gran padre —le respondo, lleno de gratitud.

Siento cómo sus palabras me calan hondo, y por un segundo nos miramos en silencio, sabiendo que, esto es una prueba más para la nosotros como padre e hijo y para la empresa.

El auto rápidamente avanza por la carretera y la ciudad que se va quedando atrás, mi padre mantiene sus manos firmemente sobre el volante, ahora parece un poco más relajado.

A medida que nos acercamos a la casa veo a Martha y Ángel, quienes nos están esperando en la puerta, y desde lejos puedo ver sus caras llenas de angustia. Martha abre la puerta grande para que mi padre avance hasta el garaje.

—Señor Antonio —saluda don Ángel a mi padre, extendiendo su mano con una sonrisa.

Martha, por otro lado, no se contiene y se me acerca rápidamente.

—¡Anthony, Dios mío, ¿qué te sucedió?! —Su voz tiembla —. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? —Sus manos, arrugadas por los años se posan sobre mis hombros, buscando confirmar que estoy realmente bien.

A la vela tan preocupada, algo en mi pecho se estruja. Martha fue mi nana desde que tengo memoria. La conocí cuando era un niño pequeño, y aunque al crecer me hice independiente ella siempre se preocupa por mi y yo le guardo tanta gratitud hacia ella.



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En el texto hay: misterio, asecino, novela policial

Editado: 25.12.2024

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