Narra: Anthony Alcázar
—¿Cómplices? —repite mi padre, su voz grave, llena de incredulidad. Sus manos tiemblan ligeramente mientras se pasa una mano por el rostro, como si intentara ahuyentar una pesadilla—. Pero... ¿cómo? ¿Por qué? ¿Qué pruebas tienes para decir eso?
—Señor Antonio —el abogado Cevallos mantiene su compostura, pero su mirada se ha vuelto más firme, más estratégica—. No hay suficientes pruebas que validen esa hipótesis que sostiene la fiscalía, pero... —Hace una pausa, dejando que las palabras se asienten en el aire—. Es muy complicado demostrar la inocencia de Pablo y Andy. Sobre todo, porque en cinco días será la nueva audiencia de acusación, y no hay forma de postergarla.
La gravedad de sus palabras me golpea con fuerza. ¿Cinco días?
—¡Pero en cinco días es muy poco tiempo, abogado! ¡Si apenas hoy en la madrugada arrestaron a Andy! —mi voz suena áspera, llena de frustración.
—Es muy poco tiempo, sí —reconoce con un tono grave y se inclina un poco hacia adelante, con la mirada fija en mí—. Pero la señora Lara Rodríguez está acelerando el proceso. Ella tiene prisa por avanzar con el caso y está moviendo hilos que no podemos detener. Por eso estoy aquí, Anthony.
La habitación está en silencio, como si estuviéramos esperando que el abogado continúe.
—En los medios se está especulando mucho sobre tu relación con Andy. Dicen que mantenías una relación con ella porque fue arrestada en tu vivienda, y eso... — comienza a explicar. — Necesito saber a qué lugares fue ella durante estos días. ¿Dónde estuvo? Necesito que me ayudes a reconstruir su coartada. Las pruebas que pueda encontrar son nuestra única oportunidad para liberar a Andy.
—¿Cómo que esa chica fue detenida en esta casa...? Anthony, ¿me puedes explicar? —La voz de mi padre es grave, llena de severidad. Al parecer, no estaba enterado de lo que había sucedido, pues el apenas había llegado al país y se había dirigido directamente al hospital para recogerme.
Siento un nudo en el estómago cuando mi mirada se encuentra con la suya. Él está molesto, y no es solo por el escándalo en los medios, sino porque si me vinculan con Andy la reputación de los dueños de ARSA grop esta en juego.
—Sí, papá, aquí la arrestaron —respondo tratando de reunir fuerzas para no tartamudear —. Pero ella es inocente, papá. El que la arrestaran fue un error, un malentendido. —Mis palabras salen con una mezcla de frustración y desesperación, porque todo el mundo ya la condenaron sin siquiera llevarla a juico.
—¡Ya basta! —gruñe, y, sin decir una palabra más abandona la sala.
Mi respiración se acelera, no solo están en juego la libertad de Andy y Pablo, sino que también está en juego la relación con mi padre. Martha, quien ha estado observando la escena en silencio, se acerca con suavidad, tratando de aliviar un poco la tensión que queda en el aire.
—Tranquilo, ya entenderá. Ahorita está abrumado, porque con el escándalo, la empresa también está siendo afectada. Pero ya se le pasará —susurra Martha.
El abogado Cevallos empieza a recoger su maletín con movimientos lentos y precisos.
—Creo que hablé demasiado frente a tu padre —dice, disculpándose, aunque su voz es tranquila y profesional.
—Oh, abogado, nada fue demasiado —le digo, interrumpiendo sus intenciones de irse antes de explicarme todo lo que tiene en mente. Me levanto ligeramente de la silla, haciendo un gesto con la mano para invitarlo a quedarse. —Usted puede continuar.
—¿Estás seguro? No quiero causarte problemas con tu padre —el abogado detiene su paso, queriendo asegurar que no estaré en problemas por su presencia.
—Si —respondo de inmediato meneando la cabeza con una leve sonrisa—. Usted dijo que no hay que perder tiempo, y qué mejor que conversar ahora...
El abogado parece pensarlo un momento, evaluando si mi insistencia es legítima o si debería irse para evitar más complicaciones. Pero, por fin, parece decidirse, y su rostro se suaviza.
—Está bien —responde con un suspiro, y se vuelve a sentar, colocando su maletín sobre la mesa. Mi cuerpo se relaja un poco al ver que decide quedarse.
—Hoy revisé la carpeta de Andy —comienza, y noto cómo su tono cambia a uno más formal. Abre su maletín con cuidado, sacando unos papeles que parecen ser informes y me los muestra tratando de explicar su situación. —Mira el panorama no es bueno, Anthony. Las pruebas son débiles…
Un golpe de desesperación me recorre, pero trato de mantener el control, escuchando atentamente.
—Pero mañana —continúa tras una pausa —, mañana hablaré más a fondo con Andy. Quiero conocer todos los detalles. Y también me reuniré con el equipo legal de Pablo Hawar para contrastar la información. Todo está entrelazado, y necesitamos unir los puntos para ver si podemos encontrar una brecha en el proceso.
Su tono es firme, pero hay una sombra de preocupación, sabe que estamos corriendo contra el reloj.
—Las irregularidades son evidentes —sigue, pasando a detallar lo que ha encontrado—. La forma en que se llevó a cabo el arresto de Andy es cuestionable. Y el tiempo que nos dan para reunir pruebas es muy corto.
—¿Y qué podemos hacer, abogado? — pregunto sin entender ni una sola palabra de los documentos que estoy leyendo.
—Vamos a seguir trabajando, Anthony. Pero tenemos que actuar con rapidez. La audiencia es en cinco días y si no logramos una estrategia sólida antes de esa fecha, las posibilidades de que Andy y Pablo sean liberados son mínimas.
A la mañana siguiente, me dirijo al edificio de Andy decidido a buscar cualquier pista que me permita encontrar un testigo o, al menos, alguien que haya visto algo extraño esa noche.
Llego al edificio y directo me dirijo hacia el viejo que Andy solía llamarlo Fabio. Él está hablando con una mujer que parece estar pidiendo algo con urgencia. Espero unos minutos en silencio, observando desde la entrada, hasta que finalmente la mujer se sube a un taxi y se marcha rápidamente.