Narra: Anthony Alcázar
—Creo que estamos listos para la audiencia en cuatro días —anuncia el detective Gavin en voz alta con un destello de triunfo, que se refleja en su rostro.
—¿De verdad? — pregunto, con el corazón acelerado, sin poder evitar la mezcla de incredulidad y esperanza que me recorre.
El detective asiente, con una leve sonrisa en los labios.
—Sí, Anthony. Gracias a tu colaboración, he reunido pruebas suficientes para demostrar la participación de Lorenzo...
—¿Y eso liberará a Andy y Pablo de los cargos? — digo con urgencia, quiero asegúrame de que Andy será libre, en eso mi vista se posa sobre Alan, quien ahora ya luce un poco más tranquilo que antes. Sus dedos han dejado de tamborilear y descansan sobre sus rodillas
El detective me mira con un gesto severo.
—No —responde, tajante y de inmediato mi entusiasmo, que había comenzado a brotar como una chispa, se apaga al instante. —Como detective, he reunido pruebas para demostrar la implicación de más personas, pero la inocencia de ellos deberá ser demostrados por sus abogados.
A este punto, veo cómo la luz de esperanza se va desvaneciendo lentamente. Mi mente lucha por comprender lo que acaba de decir el detective. ¿Por qué no pueden salir libres? La angustia me recorre el cuerpo, y siento nuevamente caer en un abismo sin fondo.
—Anthony —continúa el detective, notando mi confusión. —. En esta audiencia es posible que no salgan libres, pero en la próxima audiencia, antes del juicio, puede que sus abogados reúnan las pruebas suficientes para que la corte falle a su favor. —hace una pausa y se pone pensativo y añade — Anthony, en este caso hay demasiadas irregularidades...
El detective comienza a describir las pruebas, las nuevas revelaciones y profundiza sobre las irregularidades que hay en caso.
Después de escucharlo con atención los avances del caso, finalmente salgo de la oficina del detective Gavin, junto con Alan quien también escucho las palabras de Gavin. En los pasillos encontramos a Miguel quien ahora esta solo, la joven policía se ha marchado.
—Robot, dios mío ¿Por qué te tardaste tanto? —pregunta levantándose de su silla.
—El detective me explico algunas cosas sobre el caso — dijo, caminado sin detenerme hacia el ascensor.
—Esta todo bien ¿Se confirmaron tus sospechas? — las palabras de Miguel salen con urgencia, caminando detrás de mí
—Si — le afirmó entrando al ascensor.
Al salir al auto veo como ya la ciudad esta oscuro, gotitas de agua están cayendo por la ciudad. Miguel es quien el único que esta con auto así que el primero pasa dejando a Alan en su departamento, luego se ofrece en llevarme hasta mi casa y por supuesto que no me niego.
Cuando llego a casa, encuentro a mi padre en la sala, sentado en el sillón, con la mirada fija en el televisor apagado. Desde la discusión de ayer, no me ha dirigido la palabra. Mi padre me mira por un instante, pero no dice nada.
—Papá —saludo, acercándome al sofá donde está sentado.
—Hijo... ¿dónde estabas? —pregunta, girándose hacia mí. Su rostro muestra un destello de sorpresa, pero pronto se convierte en una mueca de preocupación. Supongo que, después de haber hablado con el detective, mi expresión debe reflejar la carga de lo que llevo dentro. Mi padre me observa con atención. —¿Estás bien? ¿De dónde vienes a esta hora? —me interroga preocupado.
—Te mentiría si digo que estoy bien...
—¿Por qué? ¿Qué te pasó, Anthony? ¿Te sientes bien? ¿Estás enfermo? ¿Llamo al doctor? —mi padre deja lo que está haciendo, y de inmediato se levanta del sofá. Sus ojos se recorren por mi cuerpo, buscando algo fuera de lugar.
—Pa... papá... viejo, cómo te he extrañado —respondo con una mezcla de tristeza y alivio. Aunque soy un hombre, y como dice Miguel, soy un robot, no puedo evitar rodear a mi padre con mi brazo sano, buscando consuelo en su abrazo, aunque sea en silencio.
—Yo necesitaba verte, por eso te pedí que vinieras... —murmuro sintiendo sus manos pesadas en mi hombro —Papá, te mentí cuando te dije que no podía hacerme cargo de la empresa... — las palabras me salen de golpe reflejando todo lo que llevo guardado.
—Hijo... sabes que eres lo que más adoro en esta tierra, y siempre estaré para ti. —sus palabras me brindan el consuelo que buscaba, una sonrisa se dibuja en mi rostro, que no pasa desapercibido para mi padre y el empieza a sincerarse conmigo. —Perdón por las veces que me he tenido que ausentar, ya sea por trabajo o por salud, por no estar cuando se canceló tu compromiso, cuando llevaste a cabo tu primer proyecto de la empresa.
Sus disculpas me tocan el corazón.
—Papá... entiendo tus ausencias... —mi voz sale con un leve temblor, y al pronunciar esas palabras, me doy cuenta de lo mucho que he guardado durante todos estos años. —Gracias a tus viajes de trabajo fundaste ARSA Group. Y gracias a ello, pudiste tratar tu meningitis en el hospital de Bellevue, y ahora estas sano y te tengo por mas tiempo.
Lo aparto de mi regazo lentamente, dándole espacio, pero no dejo de mirarlo. Mis ojos se encuentran con los suyos, y por un segundo, el tiempo parece detenerse. Todo lo que hemos vivido juntos, todas las ausencias y los sacrificios, se condensan en ese instante. Y ambos sabemos que ha valido la pena sus viajes largos porque ahora tengo a Antonio sano.
—Pero... hijo, no me has dicho qué te trae tan preocupado —dice mi padre más calmado volviendo a sentarse en el sofá. Nos quedamos frente a frente, yo no respondo porque sé que él está muy enojado con Pablo por su traición. El silencio empieza apoderase de la habitación.
—Es por la investigación de Larisa, ¿verdad? —la voz de mi padre rompe el silencio. Su mirada se desliza hacia mí, pero no es de reproche, sino de comprensión.
Me dejo caer sobre el sofá, y solo asiento con la cabeza, cerrando los ojos para evitar ver su reacción, porque sé que va a ser intensa, y no estoy listo para enfrentarla.