Narra: Andy Silva (Protagonista)
Segunda Audiencia (Parte Dos)
—Señor Juez, está claro que Lorenzo García tuvo algo que ver en el asesinato de Larisa Prado —las palabras del abogado canoso cortaron el aire con una firmeza que hizo que todos en la sala se tensaran.
El juez Rowan levanta la mirada lentamente, sorprendido. Sacude la cabeza con incredulidad, el gesto de su rostro lleno de desdén.
—¿Qué dice, abogado? —su voz sale grave —. Primero se deben reunir pruebas para involucrarlo…
El abogado canoso aprieta los dientes, golpea la mesa con la palma de la mano, haciendo que el sonido resuene en la sala.
—¿Eso no es suficiente prueba? —pregunta con voz rasposa, con sus ojos fijos en el juez.
—No, no lo es. Podría ser extorsión, pero no se puede mezclar un proceso con otro — sus palabras salen como orden.
El abogado canoso inhala profundamente, su rostro rojo de frustración. Se gira rápidamente hacia la fiscal Diana, quien está sentada en su lugar, desconcertada por la decisión del juez.
—Ese criminal tiene algo que ver aquí… —el abogado se dirige en voz alta, señalando con el dedo hacia la fiscal.—. Señora Fiscal, haré llegar pruebas para que usted pueda abrir un proceso.
La fiscal no responde, sus manos tiemblan ligeramente mientras ajusta los papeles que sostiene.
La fiscal no dice nada y da paso a mi abogado. Mi corazón tiembla, siento cómo un frío helado recorre mis venas y mis manos se tensan con fuerza. En mi mente, la imagen de mi madre se cruza, su rostro lleno de angustia y desesperación, pero una vez más, decido no buscarla.
El abogado Cevallos avanza hacia el frente, se detiene un momento y, con una calma calculada, se dirige tanto al juez como a la fiscal. Su voz firme resuena en la sala mientras comienza su proceso de defensa. Me pide que pase al asiento de los acusados, tomo aire profundamente, trato de calmar mi respiración, y al final me siento en la silla, mi cabeza se inclina. No soy capaz de mirar más allá de la primera fila.
—Señorita Silva, dígame, ¿usted guardaba alguna relación con Larisa Prado? —Comienza su interrogatorio. Respondo a cada una de sus preguntas, cada respuesta que doy está cuidadosamente filtrada, tratando de no dejar que el nombre de Anthony se cruce en mis labios. No entiendo por qué no está aquí, no me ha visitado ni siquiera una vez desde mi arresto solo sé que está bien, que su padre ha regresado al país. ¿Por qué no está aquí entonces? ¿Acaso me ha olvidado?
—Como puede ver, señor juez, la señorita Silva no tiene ninguna relación con la hoy occisa, la abogada Prado —dice Cevallos al finalizar mi interrogatorio sobre Larisa. Sé que mis respuestas han sido adecuadas.
Pero todavía no es el momento de regresar a mi lugar. El abogado Cevallos se queda frente a mí, mirando al juez con una calma tensa, mientras continúa con su proceso.
—Señorita Silva, ¿qué relación tuvo con Javier Gómez? —pregunta el abogado Cevallos.
—Ninguna —respondo de inmediato, negando con la cabeza. Los medios incluso llegaron a decir que éramos familiares, cuando en realidad todo era falso. Mi estómago se revuelca al recordar las mentiras que se tejieron a mi alrededor.
—¿Es cierto que fue víctima de amenazas por parte del señor Gómez? —continúa, más serio. Sus ojos se clavan en mí, buscando una respuesta que pueda sostenerse frente a todos.
—Sí... —mi voz suena quebrada al principio, pero tomo aire y continúo—. Fui amenazada por teléfono, justo minutos antes de que el detective Gavin llegara a mi departamento. También fui amenazada horas antes de que el gerente Pablo Hawar fuera detenido. Esos hechos sucedieron en las escaleras de la empresa… —mi voz se va apagando mientras termino mi relato, sintiendo que me falta el aire. Solo al recordar lo que viví, mis pulmones se cierran.
El abogado asiente con la cabeza, pero no hay alivio en mi pecho. La sala se queda en silencio, como si todos estuvieran esperando más detalles.
—Muy bien —dice finalmente Cevallos. Se dirige hacia los archivos que tiene en la mano y los muestra a la fiscal —. En efecto, mi cliente fue amedrentada por el ciudadano Gómez, y a las pruebas me remito —concluye, mientras uno de los abogados de Larisa intenta interrumpir, levantando la mano en señal de objeción.
Un murmullo recorre la sala, y puedo ver cómo la fiscal, aunque está concentrada, se ve ligeramente desconcertada por las pruebas que Cevallos ha presentado.
Cevallos empieza a mostrar las imágenes de las cámaras de seguridad de la empresa. En la pantalla, las imágenes son borrosas, pero claramente se puede ver a un hombre entrando al edificio esa fecha. Aunque las imágenes son borrosas se puede distinguir a Gómez. La cámara muestra el momento en que Gómez, se lleva el auto de Larisa.
El murmullo se apodera de la sala. Algunas personas se acercan a la pantalla con mayor atención, otras se quedan en silencio, procesando lo que ven. Yo, desde mi lugar, siento cómo el aire se vuelve denso a mi alrededor.
—Eso no prueba su inocencia... explíqueme entonces, ¿cómo el cuerpo de Larisa se encontró en su departamento? —interrumpe el abogado de Larisa con una objeción rotunda.
Mis ojos se desvían hacia la señora Rodríguez, que me observa desde su lugar. Su mirada es enigmática, difícil de leer. ¿Está de mi lado? ¿Está esperando algo más?.
—Cálmese, abogado... justo voy a ello —responde Cevallos, y sin más explicaciones, muestra una nueva serie de imágenes. En la pantalla, aparece Lorenzo, y el impacto en la sala es inmediato. Las cámaras fotográficas que capturan el momento, aunque nadie entiende que hace la fotografía de Lorenzo, ni yo lo entiendo, pero se que el abogado sabe lo que hace.
—¿Qué significa eso, abogado? —exige el juez Rowan, en tono urgente.
Cevallos no responde y con una calma inquietante, se vuelve hacia el público y llama a su siguiente testigo.