Las Sombras de un crimen

Capítulo 25

Narra: Gavin (Detective)

—Fiscal Diana… ¿me regala un minuto? —pregunto, asomando la cabeza por la puerta de su oficina. Ella esta sumergida en la pantalla de su computadora, los dedos moviéndose con rapidez sobre el teclado.

—Oh, Detective… —responde sin apartar la vista de la pantalla, casi de forma automática—, seguro, será solo un minuto. —alza su mirada. Sus ojos, oscuros y calculadores, se encuentran con los míos —. Pero Gavin, pase, no se quede ahí.

Mueve ligeramente la silla hacia atrás, invitándome a pasar. Me acerco y tomo asiento al frente de su escritorio y noto cómo sus ojos brillan ligeramente al enfocarse en mí.

—Tome asiento y dígame qué es lo que tiene que decirme — sus palabras salen urgentes y pero sus dedos no dejan de moverse en su teclado.

Me inclino un poco hacia adelante, observando el brillo frío de su pantalla y luego levanto la mirada hacia ella.

—Diana… he estado revisando el expediente de Gómez y… — hago una pausa, demasiado larga esperando que ella deje de teclear para que se concentres en lo que estoy apunto de decirle.

—¿Qué pasa con Gómez? — pregunta ella impaciente.

—Escaneé el código QR… y lo sé todo, fiscal. —digo con firmeza y siento cómo un escalofrío recorre el ambiente.

Diana menea la cabeza lentamente, como si intentara despejar sus pensamientos, y suelta un largo suspiro.

—Lo sé, Gavin... —comienza, con voz algo más suave —. Esa era mi intención: que tú veas la confesión de Gómez y seas tú quien presente ese video mañana en la corte. Porque si yo lo hago... —Se queda en silencio. Y puedo ver cómo sus dedos comienzan a moverse con rapidez, golpeteando la mesa con nerviosismo, un ritmo casi frenético.

—¿Qué pasa si usted lo hace? —mis palabras salen con urgencia, yo sé muy bien a lo que le teme pero tengo la necesidad de escucharla de su propia boca, de que sea ella quien lo diga.

Diana detiene el movimiento de sus dedos, y por un momento sus ojos se cierran.

—Yo siempre estoy trabajando a favor de la justicia... —dice, y puedo ver cómo sus labios se aprietan —. Tengo principios, y tú bien sabes que yo no me vendo. Pero si presento esa confesión ante el juez Rowan, él puede arruinar mi carrera... —hace una pausa, su mirada se oscurece un poco, y noto un atisbo de miedo —. Porque ese video menciona jueces y guardias... y el juez en el caso de Larisa es el.

Al pronunciar el nombre de Rowan, su voz tiembla apenas. Al terminar de hablar, sus mejillas empiezan a teñirse de un rojo profundo.

—Oh, estoy al tanto... —le respondo con una ligera sonrisa. —De seguro los tentáculos de Lorenzo son más largos de lo que imaginaba. —Hago una pausa, buscando darle un toque de ligereza a la conversación. —Fiscal Diana, cuente conmigo. Mañana, yo seré quien muestre ese video de Gómez en la corte...

—Pero... —Diana me interrumpe, su tono cambia de inmediato. —Asegúrese de llegar al final de la audiencia, porque los abogados hoy hablaron conmigo y también han encontrado conexiones con Lorenzo. Ellos se lo expondrán mañana, y quiero que ellos sean los primeros en mencionar a ese sujeto. Luego, usted al final muestre la prueba definitiva, y así el juez Rowan no se podrá negar a emitir una orden.

Su voz es firme, pero hay una sombra de ansiedad en sus ojos.

—Oh, entiendo... —le aseguro inclinándome más a ella. —Téngalo por seguro que así lo haré.

Su semblante cambia al instante. Sus labios se curvan para regalarme una sonrisa tenue.

—Muchas gracias... —dice ella, y en su voz puedo sentir una emoción contenida. Su mirada se desliza de nuevo hacia el monitor de su portátil. —Ojalá el juez Rowan me asigne el caso...

—Yo me encargaré de que le asignen el caso a usted. —digo y siento la urgencia de ser sincero con ella. —Usted es la única fiscal en la que confío, y sé que con su ayuda vamos a descubrir hasta dónde llegan los tentáculos de Lorenzo dentro de la justicia.

—Será difícil descubrir eso, pero ahora centrémonos en vincularlo al caso de la abogada Prado. La muerte de Larisa no será en vano. —Diana me asegura, mientras sus dedos no paran de escribir en su portátil.

Asiento con la cabeza, sintiendo el peso de sus palabras, pero no digo nada más.

—Bueno... fiscal, ya me voy. —Me levanto de la silla, no sin antes lanzarle una mirada rápida.

—Que le vaya bien, detective. —Su respuesta es rápida y mecánica, como siempre. No me mira, no necesita hacerlo.

Salgo de la oficina de la fiscal y, mientras camino por los pasillos, me encuentro con Rony. Está conversando animadamente con una de sus secretarias y cuando me ve sin pensarlo dos veces, me llama.

—¡Eh, Gavin! ¿Qué tal con tus casos? —pregunta con un tono burlón, como si le divirtiera verme en medio de mi jornada.

Quiero no decirle nada, dejarlo pasar y seguir mi camino, pero las palabras se me escapan de mis labios.

—Bien... bien... bien. —Respondo, con una calma. Me detengo, y no puedo evitar mirarlo de frente, sus ojos brillan con un aire de desafío.

—Oh, ¿será que debo creerte? —Me responde con una sonrisa falsa, que me invita a discutir con el.

—Eso lo decides tú... y que pases buena tarde, rata. —las palabras se escapan de mi boca antes de que pueda detenerlas, pero trato de corregir de inmediato, aunque ya es tarde—. Oh, perdón, fiscal Rony... es que tú...

—Mira, detective de cuarta... — me interrumpe y su tono se vuelve amenazante. Empieza a caminar en mi dirección señalándome con el dedo índice.

—¿O si no qué? —Lo desafío, sin moverme un centímetro. —¿Qué me vas a hacer?

Rony frunce el ceño y da otro paso hacia mí. Su mano se levanta, casi como si fuera a agredirme, pero en el último segundo, se detiene. Mira hacia las secretarias, que nos observan con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

—O si no... —empieza a decir, en voz baja pero amenazante —, levantaré una demanda por difamación.



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En el texto hay: misterio, asecino, novela policial

Editado: 25.12.2024

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