En el corazón de la Revolución Francesa, entre guillotinas, conspiraciones y un pueblo clamando por libertad, un ser inmortal caminaba entre los mortales. Su nombre era Jan Pier Dubois, un vampiro que había abandonado su humanidad siglos atrás, arrastrado por la sed de sangre y el incesante paso del tiempo.
Jan Pier, antes un noble refinado, solía disfrutar de los placeres mundanos: los bailes en salones opulentos, la música de violines y clavicordios que llenaban el aire con melodías etéreas. Pero tras su transformación, aquellos placeres se desvanecieron como sombras al amanecer. La música, antes vibrante, ahora era un eco distante; los movimientos de baile, elegantes y humanos, se convirtieron en una ironía para su naturaleza inmortal.