Las Sombras de un Inmortal

La Torre de los Susurros

Al cruzar el umbral de la torre, Clara sintió como si el mundo cambiara a su alrededor. El aire era denso, cargado con una energía que parecía vibrar dentro de sus huesos. La luz que entraba desde la puerta apenas iluminaba el interior; las sombras reinaban aquí, moviéndose como si tuvieran voluntad propia.

El susurro que había escuchado antes ahora era más claro, casi como un coro de voces que hablaban en un idioma olvidado. Sin embargo, algunas palabras se distinguían entre la cacofonía: “Verdad, redención, sacrificio.”

La puerta detrás de ella se cerró con un estruendo, y la sala quedó envuelta en penumbra. Clara sostuvo el diario con fuerza mientras una llama azul se encendía en el centro de la habitación, revelando una escalera de caracol que subía hacia lo desconocido.

“Solo sube si estás dispuesta a enfrentar tus propios secretos,” resonó la voz del guardián, aunque él ya no estaba allí.

Clara dio un paso hacia la escalera, y las sombras comenzaron a formar figuras a su alrededor. Personas de su pasado aparecieron ante ella: su madre, siempre fría y distante; su mejor amiga de la infancia, cuyo rostro estaba marcado por la traición que Clara nunca había entendido del todo. Estas figuras no hablaban, pero sus miradas eran suficientes para llenar a Clara de dudas.

“Esto es una ilusión,” murmuró para sí misma, cerrando los ojos. “No son reales.”

Sin embargo, una de las figuras habló: “¿No lo somos? ¿O es que temes enfrentarnos porque sabes que tienes una parte de culpa?”

Clara sintió un nudo en la garganta. Sabía que esta prueba no sería física, sino emocional, y las palabras de las sombras eran como dagas. Pero también sabía que no podía quedarse allí. Con cada paso hacia la escalera, las sombras se disolvieron en un murmullo, dejándola avanzar.

La escalera parecía interminable, pero al final llegó a una sala circular iluminada por una luz etérea. En el centro había un pedestal, y sobre él, un fragmento de espejo roto. Al acercarse, una figura se formó en el reflejo: era ella misma, pero con ojos llenos de ira y desesperación.

“¿Qué es esto?” preguntó Clara, su voz temblorosa.

“Soy lo que temes convertirte,” respondió su reflejo. “El poder del diario puede corromperte si no eres lo suficientemente fuerte. Todo lo que has enfrentado hasta ahora no es nada comparado con lo que te espera si fallas.”

Clara sintió un peso en el pecho. “No busco poder. Solo quiero hacer lo correcto.”

“¿Y estás dispuesta a sacrificarlo todo por eso?”

La pregunta quedó suspendida en el aire. Clara recordó las palabras de Jan Pier, el peso de su legado, y la responsabilidad que había aceptado. Finalmente, miró a su reflejo con determinación.

“Sí,” respondió. “Si eso es lo que se necesita, estoy dispuesta a hacerlo.”

El reflejo sonrió levemente y desapareció, dejando el espejo intacto. Una nueva puerta se abrió en la pared, revelando una escalera descendente que conducía hacia un lugar más oscuro.

Clara tomó el espejo y lo guardó en su bolsa. Sabía que aún no había terminado. El susurro volvió, esta vez más fuerte y con un tono más urgente.

“Lo que buscas está cerca, pero no lo obtendrás sin comprender el sacrificio. Prepárate.”

Con un último vistazo a la sala, Clara descendió por la escalera, sintiendo que cada paso la acercaba más al verdadero corazón de la torre y a los secretos que podían cambiarlo todo.

En las profundidades, las sombras esperaban, pero esta vez Clara no estaba sola: llevaba consigo la verdad que había comenzado a descubrir y la promesa de que, pase lo que pase, no se rendiría.




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