El amanecer los encontró en la cima de una colina, frente a un portal monumental hecho de piedra negra y blanca entrelazadas. Era el destino final marcado por los cristales: el lugar donde se llevaría a cabo el juicio del equilibrio. Clara y Viktor se detuvieron frente al portal, observando las inscripciones que lo cubrían.
“El equilibrio no es la ausencia de conflicto,” leyó Clara en voz alta. “Es la armonía entre las fuerzas opuestas.”
Viktor, aún cargando el peso de la prueba anterior, miró a Clara. “¿Estás lista para esto? Las sombras y la luz ya han probado ser... devastadoras. Esto puede ser peor.”
Clara respiró hondo. “No hay otra opción. Si fallamos aquí, todo lo que hemos logrado hasta ahora no tendrá sentido.”
Ambos asintieron, y Clara levantó los cristales. La luz del cristal claro y la oscuridad del cristal de obsidiana comenzaron a girar en un vórtice, fusionándose en una esfera de energía pura. El portal reaccionó inmediatamente, abriéndose con un rugido profundo.
Al cruzar, se encontraron en un espacio que no pertenecía a este mundo. Era un vacío infinito donde flotaban fragmentos de paisajes: un bosque iluminado por el sol, una ciudad envuelta en penumbra, y un río que parecía estar compuesto de estrellas. En el centro de todo, una figura esperaba.
Era una silueta humana, pero cambiaba constantemente. A veces era hombre, otras mujer, y en ocasiones parecía no tener forma definida. Sus ojos brillaban con una luz plateada.
“Bienvenidos al Juicio del Equilibrio,” dijo la figura, su voz resonando en todo el espacio. “Aquí se decidirá si son dignos de llevar el legado completo de Jan Pier.”
“¿Qué debemos hacer?” preguntó Clara, con el diario en una mano y los cristales en la otra.
“No se trata de lo que deben hacer, sino de lo que son,” respondió la figura. “Ambos representan fuerzas opuestas, pero deben demostrar que pueden coexistir sin destruirse mutuamente.”
Clara y Viktor intercambiaron una mirada. Antes de que pudieran responder, el suelo bajo sus pies desapareció, y ambos cayeron en direcciones opuestas.
Clara despertó en un paisaje bañado por la luz del sol. Era el bosque donde había crecido, pero todo estaba perfectamente idealizado, como un sueño hecho realidad. Su madre y su padre estaban allí, sonriendo.
“Clara, has vuelto,” dijo su madre con ternura. “Aquí puedes quedarte con nosotros. Olvida las sombras, olvida el diario. Todo está bien ahora.”
Clara sintió el calor en su pecho, pero algo no encajaba. Había luchado tanto para llegar hasta aquí, y sabía que esto no podía ser real. “Esto no es verdad,” murmuró.
La imagen comenzó a romperse, y el bosque perfecto se desmoronó. En su lugar apareció un abismo, y al otro lado estaba Viktor, atrapado en una prisión de sombras.
Viktor, por su parte, se encontraba en un mundo envuelto en penumbra. Caminaba por las calles de una ciudad que reconocía: era el lugar donde había cometido sus peores errores. Las sombras susurraban su nombre, recordándole cada traición, cada decisión egoísta.
“¿Por qué sigues intentándolo?” dijo una voz. Era su propia figura, reflejada en una ventana rota. “Sabes que no puedes escapar de lo que eres.”
“No estoy escapando,” respondió Viktor, enfrentándose a su reflejo. “Estoy intentando ser mejor.”
Al decirlo, la ciudad se disolvió, y vio a Clara al otro lado de una barrera de luz.
Entre ambos, la barrera brillaba con intensidad, separándolos. La figura del juicio reapareció, hablando en un tono solemne.
“Para alcanzar el equilibrio, deben cruzar esta barrera juntos. Pero cuidado: cada paso revelará más de ustedes mismos, y el otro verá todo lo que intentan ocultar.”
Clara y Viktor se miraron a través de la barrera. Sin decir una palabra, comenzaron a avanzar, cada uno enfrentando las verdades más íntimas de su compañero.
Clara vio las culpas y los fracasos de Viktor, pero también su deseo genuino de redención. Viktor, a su vez, vio las inseguridades y miedos de Clara, pero también su fuerza para enfrentar lo que otros no podían.
Cuando se encontraron en el centro, la barrera desapareció, y ambos cayeron de rodillas, agotados pero unidos.
La figura del juicio sonrió. “Han pasado la prueba. No porque sean perfectos, sino porque han aceptado sus imperfecciones. Ahora son verdaderos portadores del equilibrio.”
El espacio comenzó a desvanecerse, y Clara sintió cómo el diario se transformaba en sus manos, integrando los cristales y revelando nuevas páginas llenas de secretos.
“Esto es solo el comienzo,” dijo Viktor, con una leve sonrisa.
Clara asintió, sabiendo que aún quedaba mucho por hacer. El juicio había terminado, pero su misión apenas comenzaba.