El amanecer que iluminaba el horizonte parecía un recordatorio de todo lo que aún les quedaba por hacer. Clara y Viktor avanzaron juntos, con el diario sellado entre sus manos, sabiendo que ya no podían retroceder. Su misión, que había comenzado como una búsqueda de respuestas, ahora se había convertido en una carga que nunca imaginaban que tendrían que llevar.
“El tiempo no espera,” murmuró Clara, observando el camino que se extendía ante ellos, serpenteante y oscuro, como si el mundo mismo les estuviera poniendo a prueba. “El poder que tenemos no puede quedarse en nuestras manos por siempre. El mundo aún no está listo para ello.”
Viktor caminaba a su lado, su mirada fija en el horizonte. “¿Cómo sabremos cuándo es el momento adecuado? ¿Quién decide eso?”
Clara no tenía respuesta, pero sentía una presión en su pecho, una creciente sensación de que el tiempo estaba en su contra. Cada paso que daban los acercaba más al momento en que tendrían que revelar el secreto del diario al mundo. Pero, ¿cómo podían hacer eso sin desatar un caos aún mayor?
De repente, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar. La tierra se sacudió con tal intensidad que ambos cayeron al suelo, y un rugido lejano retumbó en sus oídos. Clara levantó la vista, y sus ojos se encontraron con una figura encapuchada que emergía de las sombras del bosque cercano.
“¿Quién eres?” preguntó Viktor, levantándose y buscando su espada.
La figura, que ahora era claramente una mujer, se acercó. Sus ojos brillaban con un conocimiento antiguo, y su presencia parecía absorber la luz que la rodeaba. “Lo que ustedes portan no es solo un legado. Es un principio, un poder tan antiguo como el mundo mismo. Ustedes son los elegidos, pero no los únicos. Muchos han intentado tomar el diario, y muchos han caído.”
Viktor frunció el ceño. “¿Qué nos dices? ¿Que debemos entregarlo?”
“No. No estoy aquí para robarles el diario,” respondió la mujer, su voz grave y sabia. “Estoy aquí para advertirles. Hay quienes acechan, aquellos que creen que el poder del diario les pertenece por derecho. Su llegada es inevitable. Y cuando lleguen, será su desafío decidir si pueden resistir la tentación de usarlo."
Clara sintió un estremecimiento. “¿Quiénes son esos otros guardianes?”
La mujer levantó una mano, y el aire se tornó denso, como si una fuerza invisible estuviera presionando sobre ellos. “No son guardianes. Son seres de oscuridad, sombras que buscan desestabilizar el equilibrio. Han estado esperando el momento en que el poder del diario sea liberado para que ellos puedan apoderarse de él y sumir al mundo en una era de caos.”
Viktor miró a Clara, su expresión seria. “Entonces debemos apresurarnos a encontrar un lugar seguro. No podemos quedarnos aquí.”
“Eso no basta,” dijo la mujer. “El lugar seguro ya no existe. El mundo está conectado por la misma energía que crea el equilibrio, y esa energía puede ser corrompida. No hay un refugio que los salve, a menos que sean capaces de purificar las fuentes de ese poder antes de que sea demasiado tarde.”
“¿Purificar las fuentes?” repitió Clara, sintiendo el peso de las palabras.
“Sí,” asintió la mujer. “Existen tres fuentes de poder conectadas al diario. Y solo quienes sean verdaderos guardianes del equilibrio podrán purificarlas. Si no lo logran, el caos será irreversible. Ustedes ya tienen el primer paso, el diario mismo. Pero la purificación requerirá que se enfrenten a las fuerzas que ustedes mismos temen.”
Clara sintió una presión creciente en su pecho. “¿Y cómo purificamos esas fuentes?”
“La respuesta está en el pasado, en los orígenes del diario,” dijo la mujer, su mirada penetrante. “Para encontrar las fuentes, deben regresar a donde todo comenzó. A las ruinas de la ciudad perdida.”
Con esas palabras, la mujer desapareció en la oscuridad, dejando solo un eco de su advertencia en el aire. Clara y Viktor se quedaron en silencio, procesando lo que acababan de escuchar.
“Las ruinas de la ciudad perdida,” repitió Viktor, mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte. “¿Dónde está eso?”
Clara no respondió de inmediato. En su mente, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. El diario, las pruebas, las sombras… todo apuntaba a un solo lugar. Un lugar olvidado por el tiempo.
“Sé dónde está,” dijo finalmente Clara, mirando hacia el horizonte. “Es hora de regresar a donde todo comenzó.”
Ambos caminaron en silencio, sabiendo que el verdadero desafío apenas comenzaba. Las sombras que acechaban no eran solo externas, sino que también vivían dentro de ellos. Y enfrentarlas requeriría algo más que fuerza: requeriría el equilibrio que solo los guardianes podían alcanzar.