Las Sombras de un Inmortal

El Eco de las Sombras

El regreso desde las ruinas de la ciudad perdida no fue como esperaban. Aunque habían purificado las tres fuentes, un silencio inquietante los rodeaba, como si algo los observase desde las sombras. El poder de los cristales en sus manos parecía estabilizarse, pero aún mantenía una vibración constante, como si el universo estuviera respirando al ritmo de ellos.

Clara y Viktor no podían sacudirse la sensación de que algo estaba a punto de suceder. La calma que los rodeaba era solo una fachada, una ilusión temporal antes de la tormenta que sabían que se avecinaba.

“Debemos encontrar un lugar seguro para los cristales,” dijo Viktor mientras caminaban por un antiguo sendero. “No podemos dejarlos expuestos.”

Clara asintió, pero su mente seguía regresando al momento en que enfrentaron sus sombras en la cámara subterránea. Habían superado la prueba, pero dentro de ella se había revelado una verdad que no podía ignorar: ellos mismos eran los guardianes, y lo que había dentro de los cristales no solo representaba el poder de las fuentes, sino también los miedos más profundos de aquellos que lo poseían. El balance entre luz y oscuridad dependía de cómo controlaran esos mismos temores.

“Lo sé,” respondió Clara con una voz apagada. “Pero creo que lo que enfrentamos en las ruinas no ha terminado. Las sombras no se rendirán tan fácilmente.”

A medida que avanzaban, el paisaje comenzaba a tornarse extraño. La naturaleza, que antes parecía tranquila, ahora parecía distorsionada, como si el entorno hubiera comenzado a reflejar las tensiones internas que ellos mismos albergaban. Árboles con hojas negras, montañas que cambiaban de forma a medida que las observaban, y cielos que destellaban con relámpagos de colores inusuales.

“Esto… no está bien,” dijo Viktor, su voz tensándose al notar los cambios. “Creo que las sombras nos están siguiendo. Nos están acechando, esperando el momento adecuado para atacar.”

Clara no dijo nada. Sentía lo mismo, pero también había algo más en el aire: una presencia sutil, un poder que parecía estar observándolos desde todas partes. No era la misma oscuridad de las sombras que enfrentaron en la ciudad perdida. Esto era diferente.

De repente, una figura emergió entre los árboles. Era alta, con una capa que parecía absorber la luz misma, su rostro oculto en las sombras. La figura se acercó sin prisa, pero con una determinación que hizo que Clara y Viktor se pusieran a la defensiva.

“¿Quién eres?” preguntó Viktor, su mano buscando la empuñadura de su espada.

La figura levantó la cabeza lentamente, y un par de ojos rojos brillaron en la oscuridad. “Soy el Eco de las Sombras,” dijo la voz profunda y resonante, como si viniera de todos lados a la vez. “El último guardián de lo prohibido. El que observa, pero nunca interviene. Hasta ahora.”

Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. “¿Qué quieres de nosotros?”

“Lo que ustedes portan es demasiado peligroso,” dijo el Eco, su voz suave pero cargada de poder. “Los cristales, las fuentes, el poder que han desatado. No comprenden lo que han hecho. El equilibrio no es solo algo que se mantiene. El equilibrio debe ser guardado. Y eso significa que debe haber sacrificios.”

“¿Sacrificios?” repitió Viktor, levantando la mano en señal de alerta. “No vamos a ceder. No vamos a entregar lo que hemos protegido.”

El Eco de las Sombras sonrió, aunque su rostro permaneció oculto. “Eso no es lo que propongo. No estoy aquí para arrebatárselo. Estoy aquí para advertirles. El poder de los cristales es mucho más grande de lo que imaginan. Si no lo controlan, el caos que han evitado se desatará. Los cristales no solo purifican las fuentes, los cristales son las fuentes. Ellos son la raíz del desequilibrio.”

Clara frunció el ceño, confundida. “¿Entonces, qué debemos hacer? ¿Destruirlos?”

“Destruirlos es una solución temporal. Lo que necesitan es comprender el propósito verdadero de lo que han liberado. Solo aquellos que sean capaces de un sacrificio real pueden sellar el poder para siempre. Pero ese sacrificio no es uno que cualquiera esté dispuesto a hacer.”

El Eco hizo una pausa, dejando que sus palabras se hundieran en la mente de Clara y Viktor. La tensión era palpable. El aire vibraba con una energía oscura, y ambos sentían que estaban al borde de una decisión crítica.

“¿Qué tipo de sacrificio?” preguntó Clara, su voz casi un susurro.

El Eco de las Sombras la miró fijamente, y su figura pareció disolverse en la oscuridad, dejando solo sus palabras flotando en el aire: “El sacrificio de lo que más aman. Solo así podrán evitar lo que viene. Solo así podrán proteger el equilibrio.”

Antes de que pudieran procesar completamente sus palabras, la figura desapareció en la nada, dejando a Clara y Viktor solos una vez más.

El aire, aunque pesado, parecía haber vuelto a la calma, pero ambos sabían que la tormenta solo había comenzado.

Clara miró los cristales en sus manos. El poder que contenían era inmenso, y las palabras del Eco de las Sombras resonaban en su mente: “El sacrificio de lo que más aman…”

“¿Qué significa esto?” preguntó Viktor, su voz cargada de incertidumbre.

Clara no podía responder. Pero en lo más profundo de su corazón, sabía que el camino que les esperaba sería más difícil que cualquier cosa que hubieran enfrentado hasta ahora. La verdadera prueba estaba por llegar. Y no todos los sacrificios serían fáciles de comprender.




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