La oscuridad no los devoró de inmediato. Se deslizó dentro de sus mentes como una brisa helada, acariciando sus pensamientos, tanteando los recuerdos más profundos. Clara y Viktor sintieron un hormigueo en la cabeza, como si algo intentara desatar los hilos que los mantenían unidos a su pasado.
El Guardián del Olvido seguía de pie frente a ellos, inmóvil, esperando.
“No hay otra opción,” dijo con voz inquebrantable. “Si desean sellar los cristales y restaurar el equilibrio, deben entregarme lo que más aman: su historia.”
Clara respiró con dificultad. Su mente se aferraba desesperadamente a cada imagen de su infancia, a la voz de su madre llamándola, a las noches bajo las estrellas cuando soñaba con aventuras.
Viktor sintió su corazón latir con furia. Su maestro, sus victorias y derrotas, los juramentos que había hecho… todo estaba en riesgo de ser borrado.
“¿Y si nos negamos?” preguntó Viktor, con el ceño fruncido.
El Guardián no dudó. “Si no renuncian a sus recuerdos, los cristales seguirán existiendo. Su poder crecerá sin control. La oscuridad y la luz lucharán sin equilibrio… y la devastación será inevitable.”
Clara cerró los ojos, sintiendo las lágrimas quemar sus mejillas. “¿No hay otra forma?”
El Guardián no respondió. Porque no había otra forma.
Viktor miró los cristales en sus manos. Su brillo aún era fuerte, pero vibraban con incertidumbre, como si también estuvieran esperando su decisión.
Finalmente, exhaló.
“Si lo hacemos… ¿qué quedará de nosotros?”
El Guardián inclinó la cabeza. “Seguirán existiendo. Pero sin la carga de lo que fueron. Sin nombres. Sin pasado.”
Un silencio se extendió entre ellos.
Clara miró a Viktor, y en ese instante entendió algo que el Guardián no había dicho. No solo estaban renunciando a sus recuerdos individuales. También estaban renunciando el uno al otro.
Los momentos compartidos. Las luchas, las risas, las promesas. Todo se desvanecería.
Viktor también lo comprendió. Y por primera vez, sintió un miedo real.
Clara tomó su mano con fuerza. “Si olvidamos quiénes somos… ¿qué sentido tiene salvar este mundo?”
Viktor apretó los dientes. “Quizás… porque hay cosas más grandes que nosotros.”
El Guardián extendió las manos. “Elijan.”
Los cristales pulsaron una última vez.
Clara y Viktor intercambiaron una última mirada. Una última promesa sin palabras.
Y entonces, tomaron su decisión.
Un destello de luz los envolvió.
Y con él, el pasado comenzó a desvanecerse.