El bosque dorado y plateado se extendía ante ellos, con un silencio que no era vacío, sino expectante, como si los árboles mismos escucharan su andar. Cada hoja que crujía bajo sus pies resonaba con un eco suave, y el viento murmuraba palabras en un idioma que no comprendían, pero que les resultaba extrañamente familiar.
Lyra y Kael avanzaban sin rumbo fijo, guiados solo por la intuición de que debían seguir adelante.
Fue Kael quien notó el primer cambio en el ambiente. El aire se volvió más denso, cargado de una energía desconocida. Un escalofrío recorrió su espalda.
“Algo nos observa,” murmuró.
Lyra sostuvo con más fuerza los cristales en sus manos. Su luz vibró débilmente, como si respondieran a la presencia de algo cercano.
Y entonces lo vieron.
Al borde del camino, una figura alta y encapuchada emergió de entre los árboles. Su manto parecía tejido de sombras líquidas, y en lugar de rostro, solo había un vacío donde deberían estar sus ojos. No se movió de inmediato, pero cuando habló, su voz
fue un susurro múltiple, como si muchas voces hablaran al unísono.
“Los sin nombre han despertado.”
Kael llevó la mano a la empuñadura de su espada. “¿Quién eres?”
La figura inclinó levemente la cabeza. “Soy un eco de aquellos que vinieron antes. Un guardián de lo que fue olvidado. Y ustedes… son los hijos del sacrificio.”
Lyra sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo. “No entendemos.”
“Aún no,” respondió la figura. “Pero lo harán.”
La sombra alzó una mano, y en su palma apareció un fragmento de cristal, oscuro y opaco, diferente a los que Lyra llevaba.
“Si desean conocer la verdad, deben recordar.”
Kael entrecerró los ojos. “Pensamos que ya lo habíamos entregado todo.”
La figura inclinó la cabeza de nuevo. “El olvido no es absoluto. Hay cosas que ni siquiera el sacrificio puede borrar.”
El fragmento de cristal en su mano comenzó a brillar, y con ese resplandor, una sensación familiar despertó en lo profundo de Lyra y Kael.
No era un recuerdo claro. Era algo más antiguo, algo enterrado en su esencia.
Una imagen cruzó sus mentes fugazmente: dos figuras de pie ante una fuente de luz y sombra, sosteniendo algo que el mundo necesitaba proteger.
Un juramento.
Un destino elegido mucho antes de que despertaran en el bosque.
Lyra sintió su corazón latir con fuerza. Kael tragó en seco.
La figura oscura cerró la mano, y la visión desapareció.
“La pregunta es,” susurró la sombra, “¿están listos para recordar?”