El aire estaba cargado de una quietud ominosa, como si el mundo entero estuviera conteniendo la respiración. Kael había avanzado por el sendero durante horas, pero el peso de la tristeza seguía a su lado, como una sombra que no podía despejar. Cada paso que daba lo alejaba más de lo que había sido, pero también lo acercaba a un nuevo destino, uno que no comprendía por completo.
A medida que la tarde caía, el bosque parecía volverse más denso, las sombras se alargaban y los árboles se cerraban a su alrededor como si intentaran atraparlo. La luz del sol se desvanecía, y una luna llena, de un color rojizo, se alzaba en el cielo, proyectando una luz macabra sobre todo lo que tocaba.
Kael se detuvo, mirando el horizonte, donde la silueta de las montañas se recortaba contra el cielo oscuro. Algo dentro de él, algo profundo, le decía que estaba cerca. Cerca de la respuesta. Pero aún no entendía completamente qué había que hacer.
Un susurro rompió la quietud, como una corriente de aire. Kael giró sobre sus talones y vio una figura que emergía entre las sombras. No era la misma que había visto antes, pero el sentimiento de familiaridad era el mismo. La figura era alta, vestida con una capa oscura que reflejaba la luz de la luna, y sus ojos brillaban con un rojo intenso.
“Te he estado esperando,” dijo la figura, su voz suave pero resonante, como si las mismas palabras estuvieran impregnadas con el poder de un misterio antiguo.
Kael apretó los puños, sin saber qué esperar. “¿Quién eres?” preguntó, su tono desafiante, pero también curioso.
“Soy el reflejo de tu propio espíritu,” respondió la figura. “La llama que se niega a extinguirse. El vestigio de lo que alguna vez fue, y la clave para lo que aún puedes ser.”
Kael frunció el ceño, confundido. “¿Qué quieres decir con eso? No hay nada de mí que valga la pena.”
La figura dio un paso hacia él, sus ojos rojos fijos en los suyos. “Eso es lo que piensas ahora, pero la verdad es más compleja de lo que crees. Has perdido mucho, Kael. Has entregado más de lo que imaginabas, y sin embargo, dentro de ti sigue latiendo la llama. Es una llama que nunca se apagará.”
“Lyra…” susurró Kael, la tristeza ahogando su voz. “Ella se fue. ¿Qué queda de mí después de su sacrificio?”
La figura levantó una mano y, con un movimiento suave, apuntó hacia su pecho. “Lo que queda de ti es tu capacidad para renacer. El sacrificio de Lyra no fue solo por ti, sino por lo que aún puedes hacer. No has perdido todo, Kael. La esencia de lo que amas está viva dentro de ti. Es la llama que arde sin cesar, y esa llama tiene el poder de transformar el dolor en fuerza.”
Kael sintió que la frustración se apoderaba de él. “¿Y cómo se supone que debo hacer eso? ¿Cómo puedo transformar el dolor en algo más? El sacrificio de Lyra… no puedo dejarlo ir.”
La figura suspiró, y la tristeza en su expresión era palpable. “El dolor no se deja ir fácilmente. Es cierto. Pero el dolor también tiene el poder de enseñar. No todo lo que pierdes debe ser olvidado. Lo que has perdido vive en ti, en cada uno de tus pasos, en cada una de tus decisiones. La llama dentro de ti no es solo la llama de lo que amaste, sino la llama de lo que has aprendido.”
Kael no sabía qué decir. Había tantas preguntas, tantas respuestas que se sentían a su alcance, pero al mismo tiempo, todo parecía tan confuso. “¿Entonces, qué debo hacer ahora?”
La figura levantó ambos brazos hacia el cielo, y una luz dorada comenzó a emanar de su cuerpo, iluminando el paisaje sombrío a su alrededor. “Debes mirar dentro de ti, Kael. Debes aceptar lo que eres. Y solo cuando lo hagas, cuando aceptes la llama que arde en tu corazón, entenderás tu propósito. Solo entonces podrás decidir cómo transformar esa llama en algo más grande que el dolor.”
“Pero, ¿cómo?” Kael preguntó, su voz quebrada por la incertidumbre.
“No te lo diré,” respondió la figura, sus ojos llenos de una sabiduría insondable. “Porque eso es algo que solo tú puedes descubrir. Lo que has aprendido hasta ahora, lo que has vivido, todo te ha llevado hasta este momento. La respuesta está en ti.”
El viento comenzó a soplar con fuerza, arrastrando las hojas y creando una atmósfera aún más cargada de misterio. Kael miró hacia el horizonte, donde la luz de la luna brillaba con fuerza. Dentro de él, sintió la chispa que nunca se había apagado, la llama que persistía incluso en la oscuridad.
El dolor seguía allí, siempre presente, pero ahora también había algo más: un propósito, una luz débil pero inquebrantable. Quizás no podía salvar lo que había perdido, pero tal vez podía seguir adelante. No por él mismo, sino por lo que aún quedaba. Por Lyra. Por el sacrificio que ella había hecho.
“Entonces, ¿cómo puedo avanzar?” Kael susurró, más para sí mismo que para la figura.
“Simplemente avanza,” dijo la figura, su voz suavizándose. “Haz lo que siempre has hecho: caminar. Y, con cada paso, verás lo que puedes llegar a ser.”
Kael asintió lentamente, sintiendo una nueva claridad en su corazón. La respuesta no estaba en la lucha por lo que había perdido, sino en aceptar lo que aún quedaba. Un paso a la vez, con la llama de Lyra guiándolo, él podría encontrar su camino.
La figura desapareció tan silenciosamente como había aparecido, y Kael quedó solo una vez más. Pero esta vez, no era un vacío lo que sentía, sino la calidez de una llama persistente que aún ardía en su pecho. No era el final. Era el comienzo.