Las Sombras de un Inmortal

El Despertar de la Luz

Kael caminaba hacia la oscuridad, el peso de sus decisiones pasadas aplastándole el pecho. Cada paso lo acercaba a la confrontación final con lo que había estado huyendo, con lo que había temido durante tanto tiempo: la aceptación de lo irremediable. El Eco había hablado con una claridad espantosa, y ahora el futuro parecía estar suspendido en una delgada línea.

El aire se volvía cada vez más denso a medida que avanzaba. Las sombras parecían crecer alrededor de él, envolviéndolo, susurrando promesas de poder, de venganza, de todo lo que había perdido. Pero Kael no se detuvo. No había vuelta atrás. Sabía que, si quería realmente sellar el equilibrio, debía enfrentarse a sí mismo.

De repente, un resplandor blanco irrumpió en la oscuridad, cegador y cálido. Kael levantó la vista y vio una figura emergiendo de la penumbra, una figura familiar. Era Lyra, con su cabello dorado brillando a la luz, su rostro lleno de la misma serenidad que Kael recordaba.

“Lyra…” susurró Kael, su corazón saltando en su pecho. ¿Era una ilusión? ¿Una manifestación de su mente? La respuesta le parecía distante, pero la sensación de su presencia era inconfundible.

“Kael, has llegado lejos,” dijo Lyra, su voz tranquila y serena. “Pero aún te aferras a lo que crees haber perdido. Sabes que el sacrificio no se trata de lo que has dejado atrás, sino de lo que tienes delante de ti.”

Kael luchaba por mantener la calma, su garganta apretada por las emociones. “¿Qué quieres decir? Todo lo que hice, lo hice por ti, por lo que creía que era la verdad. ¿Acaso no lo era?”

Lyra dio un paso adelante, y con su mirada, Kael sintió un poder inmenso, una calma profunda que le permitió entender lo que nunca había visto antes. “El sacrificio no fue solo por mí, Kael. Fue por ti mismo. Lo que perdiste fue solo una parte de lo que eres. No puedes aferrarte a lo que ya no existe, porque lo que realmente importa está dentro de ti.”

El eco de sus palabras resonaba en su mente, mientras la imagen de Lyra comenzaba a desvanecerse en la bruma. Kael, sintiendo una angustia profunda, corrió hacia ella, pero la figura ya se disolvía como vapor.

“¡Lyra, no! No puedo hacerlo… no puedo dejarte ir…”

Pero antes de que pudiera hacer algo más, un estallido de luz lo envolvió, cegando todos sus sentidos. El poder de la llama que llevaba dentro se alzó, imparable, como una ola que desbordaba todo a su paso. Fue entonces cuando entendió la magnitud de lo que significaba su sacrificio. La oscuridad no era un enemigo a vencer, sino algo que él debía comprender, abrazar y, finalmente, dejar ir.

En la intensidad de la luz, Kael vio una figura flotando ante él, el Eco que lo había guiado hasta este punto. “Has aprendido la lección, Kael. Has comprendido lo que significaba el sacrificio. Ya no hay más sombras en tu alma. Eres libre.”

La llama en su pecho comenzó a calmarse, su resplandor suavizándose, transformándose en algo más puro. El peso que había estado cargando durante tanto tiempo desapareció, y una sensación de paz lo invadió, como si el universo entero hubiera dado un suspiro de alivio. Ya no había sombras que lo persiguieran, ya no había miedo ni arrepentimiento. Solo había luz, una luz que emanaba de su propio ser.

“Lo he hecho,” murmuró Kael, con una sonrisa que nunca pensó que podría volver a mostrar. “Finalmente he dejado ir lo que me detenía.”

El Eco lo observó, satisfecho. “Sí, Kael. Ahora sabes lo que es el verdadero sacrificio. Y solo entonces podrás proteger el equilibrio, no solo en el mundo, sino dentro de ti mismo.”

Con estas palabras, la figura se desvaneció, dejando a Kael solo, pero más completo que nunca. Miró al horizonte, sintiendo la paz del mundo a su alrededor, la calma que solo se puede obtener cuando uno se enfrenta a las sombras y emerge del otro lado.

No había más sombras que cazar. No había más sacrificios que hacer.

Solo quedaba la luz.

Y con la luz, Kael sabía que el equilibrio había sido restaurado, no solo en el mundo, sino dentro de sí mismo.

Y así, comenzó un nuevo capítulo en su vida, uno donde la paz y la luz nunca más serían lejanas.




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