El mundo se redujo a un torbellino de sombras y luz. Kael, Clara y Viktor sintieron cómo sus cuerpos eran arrastrados al centro del altar, envueltos por una energía que parecía devorar todo a su alrededor. Sus pensamientos se fragmentaron, y cada uno se vio atrapado en su propia prueba personal.
Kael: El Juicio del PasadoKael abrió los ojos y se encontró en una vasta llanura de cenizas. El aire era pesado, y el cielo, un manto de sombras sin estrellas. Frente a él, una silueta emergió de la neblina: su hermano menor, Aedan.
“Aedan…” susurró, sintiendo el peso del dolor en su pecho.
“¿Por qué me dejaste morir?” La voz de Aedan era un eco hueco, sin emoción. “¿Por qué sacrificaste todo menos a mí? Si hubieras hecho lo correcto, esto nunca habría sucedido.”
Kael retrocedió un paso. Sabía que no era real. Sabía que era la prueba… pero el dolor era auténtico.
“No te abandoné…” susurró, apretando los puños. “Pero no podía salvarte sin condenar a todos los demás.”
Aedan avanzó, su forma distorsionándose en una sombra retorcida. “Entonces, ¿qué elegirás ahora? ¿Volverás a sacrificar lo que amas, o finalmente enfrentarás la verdad?”
Kael sintió el peso de la elección. Pero esta vez, no se trataba de salvar o condenar. Se trataba de aceptar.
“Te dejo ir,” dijo con firmeza.
La silueta de Aedan se disolvió en la brisa, y la sombra que lo rodeaba se disipó.
Clara: La Prisión del MiedoClara abrió los ojos y se encontró dentro de una catedral en ruinas, las paredes cubiertas de raíces oscuras. En el centro, una mujer de cabello dorado la observaba con tristeza. Era su madre.
“Siempre quisiste ser fuerte,” dijo la mujer, su voz impregnada de un dolor insondable. “Pero la fuerza no puede llenar el vacío de tu corazón.”
Clara sintió un nudo en la garganta. “No soy débil.”
La mujer extendió una mano. “Si no eres débil, entonces suelta tu miedo. Suelta la culpa.”
Clara sintió lágrimas en sus mejillas. Se había aferrado a su pasado, a la idea de que su dolor la definía. Pero si quería avanzar… debía dejarlo ir.
Tomó aire, cerró los ojos y, con un último suspiro, soltó el miedo que la mantenía encadenada.
Cuando volvió a abrir los ojos, la catedral había desaparecido.
Viktor: El Peso del FuturoViktor se encontró en un espejo infinito, donde miles de reflejos suyos lo observaban. Cada uno mostraba una versión distinta de sí mismo: un líder, un traidor, un hombre roto.
“¿Cuál de nosotros es real?” preguntaron los reflejos al unísono.
Viktor tragó saliva. Había pasado toda su vida buscando un propósito, un destino. Pero ahora entendía la verdad.
“No importa cuál sea real,” respondió con calma. “Solo importa el que elijo ser.”
Los reflejos se rompieron en mil fragmentos, y Viktor despertó.
La luz del altar estalló en un resplandor cegador. Kael, Clara y Viktor volvieron a la realidad, jadeando. Habían superado la prueba.
La figura oscura frente a ellos asintió con solemnidad. “Habéis entendido el sacrificio. No es la muerte, ni la pérdida… sino la verdadera renuncia a aquello que os aferra al pasado.”
El altar tembló, y una grieta de luz se abrió en su superficie. Las sombras se disiparon, arrastradas por la corriente del tiempo.
Kael miró a sus amigos y supo que todo había cambiado. Habían vencido. No con violencia, sino con aceptación.
El mundo respiró de nuevo.
Y así, la larga noche llegó a su fin.