El aire tembló a su alrededor, la oscuridad zumbando con una vibración que reverberaba en sus huesos. Kael sentía cómo la fuerza del mal se retorcía a su alrededor, pero su voluntad era más fuerte. El poder de la figura ante él comenzó a desmoronarse, como si se estuviera desintegrando ante su determinación.
La risa de la sombra disminuyó, pero no desapareció por completo. La figura levantó las manos, conjurando un hechizo antiguo que sacudió las paredes de la torre, haciendo que las piedras se agrietaran y se desplomaran alrededor de ellos.
—No puedes detener lo inevitable, Kael. La oscuridad siempre prevalecerá. —La voz retumbó en la sala, pero no logró quebrantar su resolución.
Kael apretó los puños. No, pensó. No esta vez.
Con un gesto decidido, levantó su mano hacia la figura sombría. La luz dorada, que aún brillaba débilmente en su interior, comenzó a crecer, expandiéndose, envolviendo su cuerpo en una resplandeciente aura de pureza. La oscuridad ante él comenzó a disiparse, pero las sombras no cedían sin luchar.
—¡No te acerques! —gritó Viktor, retrocediendo hacia las paredes de la torre, mientras las rocas caían a su alrededor.
Pero Kael ya no los escuchaba. Se lanzó hacia adelante, atravesando la niebla oscura que lo rodeaba. Sabía lo que debía hacer. Sabía que, para que el mal fuera sellado, el sacrificio final debía ser hecho. Y el precio, aunque alto, era el único camino hacia la salvación.
La figura sombría extendió sus brazos, su rostro finalmente revelado en la oscuridad. Era una máscara de angustia y furia, una mezcla de todas las almas atrapadas en la torre, condenadas a existir en esa eternidad de sombras.
—Eres demasiado tarde, Kael. La oscuridad es lo único que queda en este mundo. —La sombra habló con la voz de mil almas condenadas.
Con un rugido, la sombra se deshizo en un torbellino de oscuridad, extendiendo sus garras hacia Kael. Él no retrocedió. La luz dorada que lo envolvía estalló, colisionando con la sombra en una explosión de energía que iluminó la torre entera.
El impacto fue tan fuerte que Kael cayó al suelo, su visión nublándose por el dolor. El suelo temblaba con la fuerza de la explosión, y la torre comenzó a derrumbarse.
Clara y Viktor corrieron hacia él, levantándolo mientras las rocas caían a su alrededor.
—¡Kael! —gritó Clara, su rostro lleno de desesperación.
Kael, aunque débil, logró sonreír. La luz dentro de él seguía brillando, aunque con menor intensidad. Sabía que lo habían logrado. Habían derrotado a la sombra, al menos por ahora. Pero el precio de la victoria sería alto.
La torre comenzó a desmoronarse a su alrededor. Las paredes se agrietaron y las columnas de piedra cayeron, cubriendo el suelo con escombros. Pero antes de que el caos los alcanzara, Kael miró hacia arriba, hacia la puerta que aún permanecía cerrada en lo alto, la única que podía cerrar el ciclo.
—Vámonos de aquí… —susurró, su voz débil, pero llena de resolución.
Con esfuerzo, Clara y Viktor lo levantaron, y los tres comenzaron a correr hacia la salida, mientras la torre se desplomaba detrás de ellos, llevándose consigo todos los horrores que habían enfrentado.
Al salir de la torre, el aire fresco de la noche les golpeó el rostro, un contraste con el calor y la oscuridad que acababan de dejar atrás. La torre, una vez imponente, ahora era solo una ruina, colapsada en el abismo de su propia existencia.
Pero Kael sabía que aún quedaba trabajo por hacer. Aún había sombras en el mundo. Pero al menos, por ahora, la oscuridad había sido contenida.
Y el sacrificio de lo que más amaba había valido la pena.