El aire estaba cargado de tensión cuando Kael, Clara y Viktor cruzaron el umbral del último guardián. No era un umbral físico, sino una barrera invisible, una línea que separaba lo conocido de lo desconocido, el pasado del futuro. Cada paso que daban parecía resonar en la quietud del espacio que los rodeaba, como si cada movimiento rompiera la delgada capa de serenidad que había caído sobre ellos.
Frente a ellos, se alzaba una figura, majestuosa y terrible, como una estatua de sombras y luz. El guardián no era una criatura física, sino una presencia, algo que no podía definirse con palabras, pero que se sentía profundamente. Su mirada los atravesó, y por un momento, Kael sintió que su alma era expuesta, desnuda ante esa figura que parecía ver más allá de su ser.
"¿Estáis preparados para enfrentar la verdad?", preguntó el guardián, su voz profunda y resonante, como si el eco de la eternidad le diera peso.
Kael no respondió de inmediato. La pregunta era sencilla, pero la respuesta no lo era. ¿Estaban listos para enfrentarse a lo que más temían? ¿Estaban preparados para ver lo que su alma realmente deseaba, sin filtros, sin excusas?
Finalmente, Kael habló, su voz segura, pero con una sombra de duda. "Estamos listos, aunque no sabemos qué esperar."
El guardián inclinó la cabeza lentamente, como si esperara esa respuesta, como si hubiera escuchado cientos de promesas vacías antes de este momento. "La prueba no es lo que esperáis. La verdadera prueba es enfrentarse a vosotros mismos. A lo que habéis sido y a lo que seréis. A lo que habéis hecho y a lo que aún podéis hacer."
Con un gesto imperceptible, el guardián levantó una mano, y en un abrir y cerrar de ojos, la realidad pareció distorsionarse. Los árboles se desvanecieron, el suelo se hizo etéreo, y el aire se llenó de una niebla espesa que les dificultaba ver más allá de unos pocos metros. La oscuridad los envolvió, y el guardián desapareció, dejándolos en la inmensidad de su propio ser.
"Ahora, enfrentad lo que teméis más," resonó la voz del guardián en sus mentes. "Solo enfrentando vuestra verdad, podréis avanzar."
El primer golpe llegó para Kael. La niebla se disipó frente a él, y allí, en medio del vacío, vio una figura: él mismo, pero en una forma distorsionada, más oscura, más rota. Sus ojos, llenos de desesperación y odio, lo miraban fijamente.
"¿Quién eres?" preguntó Kael, su voz temblorosa.
La figura se acercó, su sonrisa cruel y desquiciada. "Soy lo que quedará de ti si sigues el camino que has recorrido. Soy todo lo que perdiste, todo lo que destruíste, todo lo que no pudiste salvar. ¿Realmente crees que puedes huir de mí?"
Kael dio un paso atrás, sintiendo que su pecho se oprimía bajo el peso de esas palabras. Esta era la manifestación de sus peores temores, de todo lo que había hecho y dejado atrás. Todo lo que no podía perdonarse. Era la personificación de su culpa, de la oscuridad que había llevado en su alma desde el principio.
"¿Qué debo hacer?" murmuró, sin saber si hablaba para la figura o para sí mismo.
La figura sonrió aún más ampliamente. "Aceptar. Reconocer que todo lo que eres ahora es fruto de tus decisiones. Y solo cuando lo aceptes, podrás liberarte."
A lo lejos, Clara y Viktor enfrentaban sus propias pruebas. Clara veía a su madre, una imagen distorsionada y desfigurada, preguntándole por qué había dejado atrás todo lo que alguna vez amó. Viktor, por su parte, se enfrentaba a una versión de sí mismo, más fuerte y más segura, acusándole de ser débil, de no haber sido capaz de proteger a aquellos que amaba.
Cada uno enfrentaba la parte más oscura de su ser, aquello que nunca quisieron aceptar, pero que estaba profundamente arraigado en ellos.
"Debéis aceptar vuestros miedos, vuestras sombras," dijo la voz del guardián, que resonaba en sus mentes. "Solo entonces, cuando no huyáis más, podréis encontrar la paz."
Kael cerró los ojos, un torrente de emociones chocando en su pecho. El miedo, la ira, la desesperación. Pero también la comprensión. ¿Por qué huir de lo que ya formaba parte de él? ¿Qué podía ganar resistiéndose a lo que no podía cambiar?
Finalmente, con una respiración profunda, Kael abrió los ojos y miró a la figura frente a él. "Te acepto. Todo lo que soy, todo lo que he hecho, todo lo que he perdido. Lo acepto."
La figura dejó de sonreír y asintió lentamente. "Entonces, la prueba ha terminado."
En un parpadeo, la niebla desapareció, y el paisaje volvió a la normalidad. El guardián, ahora una sombra distante, ya no era una amenaza. Kael se giró hacia Clara y Viktor, quienes también habían superado sus propias pruebas.
"El sacrificio, la lucha, la oscuridad… no son el final," dijo Kael, su voz tranquila pero llena de una nueva comprensión. "Son el camino hacia nuestra verdadera libertad."
Con esa certeza en su corazón, avanzaron juntos, sabiendo que, aunque la prueba del alma había terminado, el verdadero viaje recién comenzaba.