El aire se volvió denso, cargado de una sensación que nadie de los tres había experimentado antes. Un silencio profundo se cernía sobre ellos, y aunque el sol comenzaba a ocultarse, el paisaje seguía iluminado, como si el universo entero estuviera esperando una última señal. Kael, Clara y Viktor se encontraban al borde de un abismo, tanto físico como emocional. El sendero ante ellos se dividía en dos, una bifurcación que parecía desafiar toda lógica.
“Esto…” murmuró Clara, su voz apenas audible. “Esto es todo lo que queda. ¿Cómo sabemos cuál es el camino correcto?”
Kael la miró, y aunque en sus ojos brillaba la determinación, también había una tristeza implícita, como si supiera que algo en ellos, en su esencia misma, cambiaría para siempre. “El camino correcto no es algo que se elige, Clara. Es algo que se vive. El único modo de saber si hemos elegido bien es dar el paso.”
Viktor, con el ceño fruncido, observó las dos sendas que se extendían ante ellos. Ninguna parecía especialmente prometedora, pero las palabras del Eco resonaban en su mente: *“El sacrificio final no es solo lo que se da, sino lo que se retiene.”* Aquella frase lo inquietaba profundamente. ¿Qué debían soltar aún? ¿Qué quedaba por liberar, por dejar ir?
“¿Y si no estamos preparados?” dijo Viktor, con un tono de voz bajo, pero lleno de una preocupación genuina. “¿Y si aún tenemos algo que no hemos sido capaces de soltar?”
“Entonces, debemos enfrentarlo. Ahora, antes de que sea tarde,” respondió Kael, su voz firme. “Ya no hay tiempo para dudas.”
El aire se agitó de nuevo, pero esta vez no fue el viento el que se movió, sino una presencia que se materializó ante ellos. Delante de los tres, en el cruce de los caminos, apareció una figura conocida. No era el Eco de las Sombras, pero sí lo era a su manera. Era una sombra de sí misma, una versión distorsionada, como un reflejo roto del pasado.
“Habéis llegado tan lejos, pero aún hay algo que no habéis comprendido.” La figura habló con una voz que parecía venir de todos los rincones a la vez. “El sacrificio final no es un acto de fuerza, sino de aceptación.”
Kael, Clara y Viktor se acercaron con cautela, mirando la figura con una mezcla de temor y comprensión. Habían aprendido muchas lecciones en su viaje, pero esta era la más difícil.
“¿Qué significa eso?” preguntó Clara, temerosa de escuchar la respuesta.
La figura sonrió, una sonrisa que no era ni amable ni cruel, sino vacía, como si todo lo que habían vivido ya estuviera detrás de ella. “El sacrificio no se trata de lo que tenéis que dar, ni de lo que debéis perder. El sacrificio verdadero es el de aceptar lo que sois, con todos los errores y miedos. El sacrificio final es soltar el peso de la culpa, de los arrepentimientos. Soltar el control sobre lo que no podéis cambiar.”
Kael sintió que algo dentro de él se desmoronaba. Había pasado todo su viaje luchando contra su pasado, intentando redimir lo que había hecho, lo que no había podido evitar. Pero ahora entendía. El último paso no era una batalla, ni un acto de valentía. Era aceptar lo que era, lo que había hecho, y lo que aún quedaba por hacer.
“No podemos cambiar lo que fuimos”, dijo Kael, en un susurro casi inaudible. “Pero podemos decidir lo que seremos.”
La figura asintió lentamente, su presencia disolviéndose en el aire, como si se desvaneciera ante sus propios ojos. “Exactamente. El sacrificio es el último acto de redención. Solo aceptando todo lo que somos, seremos capaces de ser libres.”
Con esas palabras, la figura desapareció por completo, dejando un vacío a su alrededor. Kael, Clara y Viktor se miraron una última vez, y sin palabras, avanzaron. La bifurcación ya no parecía tan importante. Las sendas que se abrían ante ellos ya no eran caminos separados, sino un único destino: el futuro.
El cielo se iluminó con una última luz dorada, como si todo lo que habían vivido, todo lo que habían sido, estuviera convergiendo en un solo momento. Kael dio un paso al frente, seguido por Clara y Viktor. No había más incertidumbre en sus corazones. Sabían que no podían mirar atrás, ni detenerse.
Y mientras avanzaban hacia el horizonte, la paz finalmente los envolvió, el sacrificio ya cumplido, el futuro ya escrito en sus corazones. El último paso había sido dado.
El fin del viaje. El comienzo de todo lo que estaba por venir.