Las Sombras Ocultas de la Familia Suzuki [en Reescritura]

Capitulo 23: La Revelación

El mundo pareció encogerse hasta quedar reducido al espacio entre los ojos de Yunna y los míos. Su mano seguía en mi brazo, el agarre fuerte, sus dedos fríos apretando mi piel ya helada. La frase “Necesito saber la verdad…” flotaba en el aire del almacén, pesada como una roca, ahogando el zumbido de la casa.

¿Cuál verdad? ¿Sobre el frío que no se iba? ¿Sobre Keila? ¿Sabía lo del amuleto que encontré en su cuarto con Sarah? Mi corazón golpeaba mis costillas, tan fuerte que seguro ella podía oírlo.

La luz amarilla del foco que colgaba del techo hacía que las cajas apiladas tuvieran sombras largas y retorcidas. Por un segundo, juré que una se movió, que se estiró hacia nosotros. Parpadeé rápido. Solo eran cajas. Solo cajas.

Tragué saliva, pero no pude hablar. Mi cabeza era un desastre: posibilidades, excusas, formas de desviar la conversación. Pero no podía pensar con claridad. El aire se sentía más denso de lo normal, más frío.

—¿Ha-hablar... de qué? —mi voz sonó débil, temblorosa. —No... no hice nada malo.

Fue una mentira tonta. Intenté sonreír, pero la sonrisa se me cayó de la cara cuando sentí sus dedos apretar un poco más mi brazo.

No apartó los ojos de los míos. Su rostro era el de siempre, serio, sin mostrar nada, pero su mirada era diferente. Más intensa. Como si estuviera viendo a través de mí, más allá de mi piel, hasta el frío que sentía dentro.

Tras lo que sentí una eternidad de silencio, ella solto mi brazo. El frío de su tacto se quedó ahí, una marca invisible, pero al menos ya no me apretaba. Solté aire, un suspiro que ni sabía que estaba aguantando.

—Ven —dijo, solo eso, con una seriedad que iba más allá de sus regaños o instrucciones.

No esperó a que respondiera. Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta del almacén, sus pasos firmes, sin hacer ruido sobre el suelo de cemento. Me quedé parado un instante, las piernas como gelatina, antes de obligarme a caminar.

La seguí por el pasillo en silencio. Ella no miró hacia atrás, solo caminaba con esos pasos suyos, seguros y callados, como si supiera exactamente a dónde iba y por qué.

Yo, en cambio, sentía que pisaba sobre vidrio roto, cada paso inseguro, mi mirada saltando de su espalda a las sombras que se alargaban en las esquinas. Subimos las escaleras, el crujido suave de la madera sonando demasiado fuerte en el silencio.

No se detuvo en el segundo piso, siguió hasta la puerta de su habitación.

Mi estómago se apretó.

¿Aquí? ¿Por qué en su habitación?

Abrió la puerta y entró, dejándola abierta para mí. Dudé un segundo en el umbral. Su cuarto se veía igual de ordenado que ayer.

Entré despacio, intentando no tocar nada, y me quedé parado cerca de la puerta mientras ella se giraba para mirarme. Cerró la puerta con un clic suave.

Ahora sí. Estábamos atrapados.

—Siéntate —ordenó, señalando la única silla junto al escritorio perfectamente limpio.

Obedecí, sintiendo mis piernas un poco torpes, como si no fueran mías. Me senté en el borde, sin recargarme, las manos apretadas sobre mis rodillas.

Ella no se sentó. Se quedó de pie, a unos pasos, los brazos cruzados, observándome como si yo fuera un bicho raro en un frasco.

—Rose me dijo que te desmayaste ayer —empezó, su voz calmada, sin emoción, como si leyera un libro—. ¿Te sientes mejor hoy?

La pregunta era simple. Ella misma había ido a mi cuarto cuando llegó, pero esto se sentía diferente. Como una prueba.

—Sí… —respondí, mi voz sonó un poco rasposa, como si tuviera arena en la garganta—. Solo… estoy algo cansado.

—Ajá —dijo ella, ese sonido bajo que no significaba nada y todo al mismo tiempo. —¿Cansado? Te veías muy pálido cuando bajaste a comer ayer. Y hoy también —agregó—. ¿Has tenido fiebre? ¿Mareos?

Negué con la cabeza rápidamente.

—No.... Estoy bien. Mejor que ayer.

Ella se quedó mirándome fijamente. Sus ojos grises no parpadeaban. Era como si pudiera ver las mentiras flotando en el aire entre nosotros.

—Estabas muy callado también —continuó, dando un pequeño paso hacia mí, y el suelo no hizo ningún ruido—. Y hoy, mientras limpiabas… parecías… distraído. Te vi tropezar en la cocina.

¿Se había dado cuenta de eso? ¿Estuvo mirando todo el tiempo? Sentí el calor subir a mis mejillas.

—Solo… estaba distraído —murmuré, mirando el suelo de madera oscura, contando las líneas de la madera.

—¿Pensando en qué, Davinder? —su voz se mantuvo igual de calmada, pero la pregunta cayó pesada, como una piedra—. ¿Estabas pensando en lo que pasó ayer? ¿En por qué te sentiste mal de repente?

Mi corazón empezó a latir más fuerte. Quería decir que no, que pensaba en cosas de niños, en juegos, en la escuela. Pero sabía que no me creería nada.

—No sé… por qué me desmayé —dije, pellizcando un hilo suelto de mi pantalón—. Tal vez… comí algo que me hizo daño. O no dormí bien.

Yunna inclinó la cabeza ligeramente. Una sonrisa pequeña, casi invisible, apareció en sus labios por un segundo y luego desapareció. Esa sonrisa me dio más miedo que si hubiera gritado.

—¿Comiste algo mal? ¿No dormiste bien? —repitió con sospecha.

Ella se inclino hacia mi hasta que pude oler su perfume. Era como a rosas, pero con un aire helado.

—Esas son muchas… coincidencias, ¿no crees? —su tono se volvió acusatorio—. Sobre todo después de que Rose encontrara la puerta del almacén abierta cuando no debería estarlo. Y después de que alguien estuviera… buscando cosas en mi armario.

Ella lo sabía. Pero se suponía que Sarah acomodo todo, ¿no? Mi mente daba vueltas.

—Yo… yo no sé...

—Ayer —me interrumpió, enderezando su postura—. Cuando Rose fue a buscarte porque Sarah gritaba… tú estabas en tu habitación. Pero antes de eso… ¿Dónde estabas, Davinder? ¿Qué estabas haciendo antes de que Sarah llegara a "jugar"?

Levanté la mirada, atrapado. Sus ojos no me soltaban. No quería involucrar a Sarah también. El frío en mi pecho se hizo más intenso, casi doloroso, como si me estuvieran apretando por dentro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.