Las trampas del destino

CAPÍTULO 3

El camino se me hacía desconocido, y más aún cuando solo veía árboles y árboles. Hasta el momento ninguno de los dos había mencionado palabra. Poco a poco fui reconociendo el lugar, y entonces recordé lo que sucedió hace años 

 

— Esta vista es hermosa —  Dije

— Hace años que encontré este lugar. Me gusta venir, sobre todo cuando tengo cosas que pensar. ¿Qué iban hacer tu novio y tu esta noche? 

Reí a carcajadas, tal vez porque era mejor eso que volver a llorar. 

— Esta noche mi exnovio, me quitaría virginidad. Es mi cumpleaños y él me dijo que era la mejor forma para celebrarlo. ¡Qué ingenua! primero se tiraría a tu novia y después se iría conmigo. ¿Y tú qué harías con tu novia? 

 

Hace más de diez años recorrí este mismo camino con Santiago, estaba desilusionada porque mi novio me había sido infiel y precisamente el día de mi cumpleaños. Aún no le había agradecido a Jason por haberlo hecho. Ese día perdí la virginidad con Santiago, ese día dos criaturas se formaron en mi vientre y ahora regresamos a recordar esos momentos. 

 

— ¿Recuerdas este lugar? — Preguntó Santiago cuando se estacionó en el lugar. 

— Claro que lo recuerdo, cómo olvidarlo. — Bajamos del auto, Santiago se sentó en el capó del auto y yo me metí entre sus piernas. El me abrazó por la cintura y puso su mentón sobre mi hombro. 

— Este lugar aún sigue siendo magnífico — Hablo en mi oído, ambos observábamos hacia el frente donde las luces de la ciudad iluminaban el lugar, a esto se sumaba la hermosa luna llena, grande y reluciente. Era una vista realmente hermosa. 

— Este lugar siempre fue importante para mí desde antes de conocerte; y se volvió más importante cuando te conocí. Nunca me gusto tener sexo en el auto, pero aquella noche, hace mas de diez años, fue la primera vez que lo hice contigo y fue magnifico. 

— Eres un mentiroso, ni siquiera recuerdas eso. Cuando regresaste a la empresa no me reconociste. 

— Mi cabeza estaba llena de basura. Pero estos días recordaba esos momentos y fueron magníficos — Claro que fueron magníficos, yo siempre tuve ese momento entre los dos — ¡Te amo Clar! — susurró en mi oído. Santiago me lo repetía tantas veces, pero cada que lo escuchaba era como si fuera la primera vez, mi piel se estremecía y una corriente de placer envolvía mi cuerpo. 

Me giré y lo ví directamente a los ojos — Yo también te amo — Dije, antes de fundirnos en un beso apasionado. Él se bajó y caminamos hacia la parte trasera del auto. Entramos desesperado y me puse de horcajadas sobre él. Recordé sus palabras esa noche 

 

 — Sabes, esta es mi última noche en la ciudad, mañana tomaré un avión a otro país y nunca más volveremos a vernos, así que me gustaría que me dieras el honor de ser el primer hombre en tu vida. 

 

Él tomó ese avión y yo me quedé con dos regalos en mi vientre. Más de diez años después estábamos en el mismo lugar, en el asiento trasero de un auto, entregándose sin reservas como aquella noche, entregando nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro corazón.  Los vidrios empañados por nuestras respiraciones agitadas y nuestro único testigo como aquella noche la luna y las estrellas. 

Pero algo era diferente a la primera vez, en esta ocasión ambos nos entregamos con amor, con deseo, con placer y lo más increíble, Santiago era increíble haciendo sexo en el auto. 

— Deberíamos hacer esto más seguido — Sugirió Santiago. Estaba recostada sobre su pecho desnudo, escuchaba su respiración y los latidos de su corazón. — Ya sabes, salir y terminar teniendo sexo en el auto. — Sus manos acariciaban mis hombros desnudos

— Creo que no es una mala idea — Levanté mi rostro y deposité un beso en su barbilla. — Pero es momento de irnos, si alguien nos ve, de seguro llaman a la policía. 

Me senté y empecé a buscar mi ropa — Te quedaras en mi casa ¿Verdad?

— No puedo, mañana regreso al trabajo y no tengo ropa — Desde la muerte de Brian ya no regrese a trabajar, no voy a negar que me aproveche del hecho que Santiago era mi jefe, pero no iba a dejar mi trabajo; me encantaba ser publicista. 

— Creí que ya no regresarías — Dijo Santiago levantándose del sillón y buscando su ropa. 

— Claro que si, no lo había hecho por la muerte de Brian, pero ahora me siento mejor. Estoy preparada para regresar. 

— No quiero que regreses, no puedo permitir que mi prometida vaya a la empresa a trabajar. No tienes necesidad. 

— Claro que la tengo, aún estoy en la casa de mis padres junto a los mellizos y debo de aportar dinero. 

— Pero si ese es el problema, yo puedo darte lo que necesitas; incluso pueden ir a vivir conmigo mientras llega la boda. 

— Claro que no. Amo mi trabajo y si bien es cierto que seré tu esposa. Pero no quiero dejar mi trabajo. 

— Te lo prohibo Clar, no te quiero en la empresa con uno de los puestos menos remunerados tú mereces algo mejor 

— ¿Prohibir? tu no puedes prohibirme nada, ni ahora ni tampoco cuando estemos casados. Yo amo mi trabajo y me gusta lo que hago. Además estoy acostumbrada a ganar mi propio dinera para complacer mis gustos. 

— Yo puedo darte todo lo que quieras. — Insistió Santiago

— No, se trata de eso. Quiero ganarlo por mi trabajo, por mi esfuerzo. Así que no sigas con lo mismo

— Seguiré insistiendo hasta que entiendas que no quiero verte trabajar. — Terminé de cambiarme y subí al lado del copiloto. 

— Y yo seguiré insistiendo en que seguiré trabajando — Recalqué

— Está bien, pero lo harás desde una oficina. Mandaré que te preparen una

— ¿Acaso estás loco? no necesito eso. Estoy muy bien en mi cubículo. Yo solo soy publicista y no necesito una gran oficina para hacer mi trabajo. 

— No hagas esto mas complicado mi amor. — Santiago se sentó en la parte del piloto. — Serás mi futura esposa y solo quiero lo mejor para ti. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.