A primera hora de la mañana, el príncipe fue directamente a buscar a su padre con el brazo vendado para comunicarle que había sido atacado por los grandes gatos que había traído. Como es natural, el rey Maldor no supo de qué le hablaba.
- Hoy mi ayuda de cámara me ha comentado algo sobre unos misteriosos rugidos que se oían por la noche, pero no sé qué ha podido suceder.
- ¡Pues a mí me atacó uno de ellos!¡tuve que ir a ver al medico del castillo para que me lo curara y vendara!
- No lo sé, hijo, puede que el mago Trobos tenga algo que ver con eso, ¡soldado! ¡trae inmediatamente a Trobos, quiero hablar con él. - El mago oyó la historia del príncipe y dijo muy seriamente, sin apenas inmutarse:
- No sé de qué felinos me habla, mi príncipe, pero preguntaré a los guardias que hacían la vigilancia, por si ellos saben algo.
- Sí, seguro que lo sabían, porque estuvieron distrayéndose con ellos y me despertaron.
Los guardias vinieron muy exaltados antes de que nadie los avisara y exclamaron:
- ¡Los felinos, se han escapado!
EL rey los calmó pacientemente y les preguntó donde los habían encontrado.
- Ayer entraron al castillo tres enormes felinos, seguro que procedían del bosque y los agarramos con unas redes, los atamos luego en el poste del patio, con la intención de hacéroslo saber esta mañana, pero al parecer han logrado escapar.
- ¿Cómo es posible? ¡llamad al resto de la guardia y que los busquen por los alrededores!¡es muy peligroso que esas bestias permanezcan sueltas por el reino!- exclamó el rey.
Hinser estaba intranquilo, quería ir con ellos de cacería, ya que había sufrido aquella afrenta, quería vengarse, pero el rey le dijo que no debía salir con el brazo en tan mal estado, tenía que guardar reposo hasta que estuviera curado. El príncipe primero obedeció a su padre, pero a media tarde, después de comer, no podía esperar más y fue a los establos para que le ensillasen su caballo, iría a pasear al bosque.
* * *
- ¿Qué podemos hacer? nos será muy difícil volver a entrar en el castillo sin que nos vean, esos guardias vigilan toda la noche y seguro que han salido a buscarnos.- dijo Ninja sentada en un tronco caído, con su vestido verde pálido otra vez puesto. Las chicas habían vuelto al lugar desde donde salieron y habían vuelto a vestirse con los vestidos que habían dejado en la cueva.
- ¡Me gustaría encontrarlos de nuevo, ya aprenderían a no jugar conmigo con sus estúpidas lanzas!- dijo Mothy muy enfadada, porque esos soldados se habían atrevido a cogerlas.
- A mí me gustaría volver, solamente para poder ver al príncipe,¡ era tan terriblemente atractivo...!- suspiró la chica de blanquecino cabello, asomándose al tranquilo riachuelo que pasaba por ahí, mirando su rostro en las tranquilas aguas.
- ¡No quiero que vuelvas a mencionarlo! ¡tú y tus estúpidos enamoramientos nos van a meter en algún lío, ya hice bien en darle su merecido!
- Pero él no nos ha hecho nada.- lo defendió Ninja.
- En cuanto nos sea posible, nos iremos de este lugar.- dijo Mothy decididamente.
- ¡Oh! ¡a ti no te importa nada, porque tú no te has enamorado!- le dijo Karima tristemente. Mothy se levantó y le dijo sentándose a su lado:
- Siempre fuiste una niña difícil, suerte que tus padres te encomendaron a mí antes de morir, ya que sola no tendrías ninguna posibilidad de sobrevivir.
Karima no le hizo caso, cansada de sus continuos reproches y sacándose las ropas que le molestaban, se alejó río arriba, Mothy se puso en pié gritándole que no se alejara, pero Ninja le pasó una mano por el hombro tranquilizándola. Mothy la miró alejarse preocupada con cara sombría:
- Espero que se saque de la cabeza a ese humano, ella no entiende que solo va a causarle problemas.
***
Mientras, la chica nadaba despreocupada llegando hasta un estanque poco profundo, de pronto oyó un relincho cercano y vio un caballo con su jinete.
- ¡Oh! ¡pero si es el príncipe! - pensó notando como el corazón le latía rápidamente. Se cubrió hasta los hombros con el agua, porque sabía que los humanos no estaban acostumbrados a la desnudez y menos un príncipe atolondrado que apenas sí había salido de los alrededores del castillo.
Hinser al principio no la vio, pero luego sí y descabalgó de su montura.
-¿Qué hace una mujer sola nadando en medio del bosque?- le preguntó autoritariamente, acostumbrado a tratar con los sirvientes.
- Yo... tenía calor y...- le sonó ridículo aquello, aunque era la verdad.
- ¿Vivís por aquí cerca? ¿sois del pueblo de Olmos?- ella asintió y el príncipe se cruzo de brazos con gesto arrogante - salid de ahí inmediatamente,¡os encontráis hablando con el príncipe heredero!