Las tres partes de nuestro Amor.

Capitulo 1.

     Siempre he sentido que mi lugar no es aquí en esta casa ni en esta sociedad tan opresora, pero por supuesto mi madre siempre ha dicho que solo son ideas mías. Dice que mi lugar ideal es exactamente dónde estoy y como estoy. Qué gran diferencia hay entre lo que ella dice y lo que yo realmente deseo.  

    En eso estoy pensando cuando el Sr. Lombart entra por la puerta del salón principal vistiendo su típico traje negro y blanco de mayor domo. En su brazo izquierdo le cuelga una servilleta de tela color blanco y en su mano derecha lleva una botella de champagne del bueno, señal de que en casa se esperan visitas importantes. A mis espaldas logró escuchar el taconeo de unos zapatos de aguja, los favoritos de mi madre aquellos que suele combinar con un vestido de cóctel color azul noche ya que estos son color vino.  
 

-¡Amelia! ¡Jesucristo! ¿Qué haces vestida cómo una pordiosera?  

    Quitó la vista de las páginas de mi libro predilecto para observar mi atuendo el cual luego de un breve repaso llegó a la conclusión de que es indicado para el día.  

-Madre, no encuentro nada malo en mi ropa.  

-¿Nada malo dices? Llevas una especie de sudadera con capucha y unos pantalones con roturas en las rodillas y ni hablar de tu calzado. 

-No está roto solo es un efecto visual mamá y mis botas no tienen nada de malo.  

-Por favor Amelia, ve a cambiarte. Hoy tenemos visitas importantes y probablemente se queden con nosotras un tiempo.  

-¿Entonces qué caso tiene que me cambié ahora sí me verán como realmente soy durante el resto de los días? No tiene caso madre.  

-Por dios, no se a quien saliste mocosa pero deseo que obedezcas lo que te dije.  

-Y yo creo que ya estoy lo suficientemente mayorcita como para elegir que vestir.   

    Mi madre simplemente suspiro mientras sostenía sus sien como si tuviera migraña. Por dentro me reí de su típico gesto por no lograr salirse con la suya y a su vez sentía cierta alegría de al menos poder controlar que ropa podía ponerme y cuál no. La verdad es que el nacer en una familia adinerada solo me había causado náuseas desde que tuve uso de razón ya que el estatus social en el que debíamos manejarnos nos hacia prisioneros. Para cada acción que deseaba hacer necesitaba la aprobación de la sociedad y la de mi madre a su vez, lo cuál siempre terminaba en un rotundo “No”. La vez que deseé entrar en artes marciales mi madre se negó abruptamente, pero lo que nunca supo fue que nuestra criada Akira, se ofreció a enseñarme Karate y Aikido. Lo mismo sucede a la hora de escoger una pareja, deben estar aprobadas por mi madre, pero aquí existe un segundo problema por el cuál no he tenido parejas oficiales a pesar de tener 21 años, soy muy volátil en cuestiones románticas.  

    En ese momento escuchó el timbre de la puerta y estoy a punto de ir a ver de quién se trata cuando Lombart se me adelanta realizando un gesto con la cabeza de que no me mueva del sitio. Mi madre aparece nuevamente en el cuarto arreglando su perfecto cabello rojo manzana y se sienta junto a mí fingiendo que tenemos una agradable charla madre e hija.  
 

-Sra. Lanford, tiene invitados. 

-Gracias Lombart, haz que pasen por favor. 

     Dejé el libro a un lado por mi gran curiosidad de saber quién nos visitaba. En cuanto vi sus rostros atravesar la puerta sentí mi estómago temblar y mis piernas se entumecieron. Pero si voz, esa fue la que me cautivo.  

-Sra. Lanford es un gusto conocerla, soy Lucían Morgenstern y este es mi hermano Aron Morgenstern.  

  

     El que se había identificado como Lucían era el más alto de los dos, pelo castaño y ojos celestes bordeados de unas largas pestañas color negro. Su mandíbula era angulosa y en su rostro se veía una sombra de barba que le otorgaba un aire misterioso. Su hermano se quedó en las sombras observando todo a su alrededor sin proferir palabra alguna pero su silencio era algo cautivador en lugar de aterrador. Instintivamente mis labios se entreabrieron para decir algo pero no salió nada de ellos así que en su lugar gruñí contra mi persona, algo que llamó la atención de Lucían y eso solo provocó que mis piernas temblaran de emoción mientras mi respiración se aceleraba. Aron se asomó hacia la luz y fue cuando confirmé que ambos hermanos compartían algo en común, una belleza sin igual y una mirada que prometía cumplir con tus deseos más obscuros. Y yo tenía mucho de eso y algo me decía que los hermanos Morgenstern también ocultaban el mismo secreto.

   

<<Mi corazón latía tan fuerte que temía fuera escuchado por los demás.>> 
 




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