2 Semanas después.
El sol entraba por la ventana indicando que la noche al fin había terminado, pero la verdad es que yo ya estaba despierta horas atrás. Las últimas noches casi no había podido pegar ojo desvelándome por pensar en los hermanos Morgenstern y en sus encantos personales. Lucían era el osado, siempre dispuesto a afrontar situaciones donde se deba demostrar valor y coraje, su pasión por la lucha lo hacía salvaje y sofisticado a la vez cuando manejaba un espadín. En cambio Aron era lo contrario a su hermano, toda acción la sopesaba en su foto interno mientras observaba su entorno, la mayor parte de su tiempo estaba invertido en la biblioteca la cuál se había convertido en mi lugar predilecto desde su llegada, ya era mi santuario, pero ahora era mi paraíso y también mi perdición. A pesar de que Aron era un hombre de palabras, también era de armas tomar como su hermano y manejaba el espadín con una destreza igual de habilidosa. En una ocasión, hace dos días atrás, salí al patio trasero de la casa el cual daba hacia un bosque de pinos y me encontré con la vista de ambos hermanos practicando en combate sin camiseta. Sus pechos estaban bien definidos, su abdomen tonificado y marcado eran recorridos por perlas de sudor.
-Son un par de obras de arte. ¿No es así Am?
Akira se me había acercado por detrás sin previo aviso haciendo que respingara del susto.
-¡Akira! Me asustaste.
-¿Y eso?
-Creí que eras mi madre.
-Imposible. Tu madre salió en la madrugada, dijo que no volvería hasta la noche. Por lo que puedes observar sin restricciones además no deberías sentir culpa, estás soltera al igual que eso dos galanes y solo se llevan 3 años de diferencia contigo.
-Si… abecés olvidó que son mellizos.
-Dicen que los mellizos tienen un toque especial.
-Me gustaría comprobar esa teoría.
En ese momento Lucían se declaraba el vencedor con un estrepitoso grito de victoria mientras reía y Aron simplemente se encogía de hombros pero se le veía una sonrisa asomar en sus labios.
-Am, creo que será mejor ir dentro. Antes de que noten nuestra presencia y quedemos como fisgonas.
-Supongo que tienes razón. Solo dame un minuto más.
-Muy bien, pero yo me voy ahora.
Asentí mientras seguía observando a los Morgenstern que ahora se dirigían hacia el tronco dónde habían dejado sus respectivas camisetas. Lucían había escogido una color blanco por lo que cuando se la colocó el sudor provocó en esta transparencias en los lugares indicados dejando que me deleitará aún con ropa puesta, su hermano en cambio llevaba una de color obscuro pero igual de sexy. Eso estaba viendo cuando tuve la sensación de ser observada y justo así Aron volteó la cabeza en mi dirección. Lucían me había descubierto y le había indicado mi presencia a su hermano. La respiración se estancó en mi tórax antes de salir corriendo al interior de la casa buscando evitarlos ya que se habían puesto en marcha en mi dirección. Desde entonces trato de evitar estar a solas con cualquiera de ellos para evitarme la bochornosa explicación de porque los estaba espiando.
El ladrido de Lara, la perra de Akira, me trajo de vuelta al presente y recordé que debía ponerme en pie.
Me di una ducha rápida para cambiarme la pijama y a su vez para hacer tiempo, si calculaba bien como estos días, evitaría desayunar con los Morgenstern y en su lugar lo haría en la cocina acompañada de Akira. Por lo que demore lo máximo posible en desenredar mi cabello rojo como la puesta del sol, que dicho ya de paso, no era del todo un engaño ya que este era largo hasta la cintura y fácil de anudarse. Mis ojos a diferencia de mi cabello eran totalmente ordinarios, el café con espuma era con lo que me gustaba compararlos. Cuando creí que había pasado tiempo suficiente me decidí a bajar para conseguir algo de comer. Al llegar al salón principal noté al instante la ausencia de mi madre, últimamente se iba de viaje por negocios muy seguido algo que estaba comenzando a sospechar. No había rastro de ninguno de los Morgenstern por lo que supuse estarían entrenando nuevamente. Así que caminé tranquilamente hacia la cocina sonriendo para ver a mi amiga Akira, la verdad es que nos habíamos criado prácticamente juntas ya que su madre trabajaba para nosotros antes de fallecer dejando a su hija huérfana quién decidió tomar el puesto de su madre. Así es como a pesar de ser empleada de la casa, la considero mi amiga. Entre a la cocina sin fijarme en mi entorno y eso fue un gran error por mi parte.
-Supongo que esa espléndida sonrisa no es debido a nuestra presencia ¿O si, Amelia?
La voz de Lucían me llegó como un susurro gutural desde mis espaldas haciendo que saltará de la sorpresa. Sin prestarle atención intenté huir por dónde había entrado pero en su lugar choque contra una pared maciza y caliente que paso su brazo por mi cintura para estabilizarme.
-¿A dónde tan apurada pequeña roja?
Aron me miraba con tal intensidad que sentí mi estómago fundirse como el chocolate al tener contacto con el fuego, mis entrañas se revolvieron de nervios y mi pecho temblaba al compás de mis piernas.
-Veras -intervino Lucían acercándose- mi hermano y yo tenemos la ligera impresión de que tú…. Nos estás evitando por algún motivo.
Lucían termino hablando en un susurro contra mi oído y su aliento tibio golpeó mi cuello haciendo que esté se erizará mientras una corriente me subía por la espina dorsal. Sus dedos recogieron mi pelo para dejar a la vista mi clavícula y sin previo aviso depósito un beso rápido y casto allí haciendo que de mi boca escapara un pequeño grito de sorpresa. Me moví para alejarme de ellos pero solo logré voltearme y no llegue más allá de ese movimiento ya que los brazos de Aron me retenían en un abrazo y su cabeza estaba por sobre la mía.
-Yo… no… no los estoy evitando.
Odiaba como mi voz temblaba, les permitía ver cuánto me afectaban sus movimientos.
-¿Estás segura?
Sentí la vibración del pecho de Aron contra mi espalda cuando él hablo y eso solo me provocó deseos de acurrucarme contra él.
-S..si estoy segura Aron.
Lucían me miró con sus impresionantes ojos celestes y me sonrió como un lobo al tiempo que pasaba su dedo por mi mentón provocando vibraciones en partes de mi cuerpo aún desconocidas para mí.
-Eso no es lo que hemos visto Aron y yo estos días pequeña roja. ¿Sabes? Ambos hemos sufrido mucho tu ausencia y el no poder intercambiar palabras contigo. ¿No será que el motivo por el que nos evitas es porque te vimos observándonos entrenar?
Se me hizo un nudo en el estómago y la habitación pareció dar vueltas por un instante por la falta de oxígeno.
Editado: 01.06.2023