Las voces de mis pensamientos

Vida vuelta porcelana

La existencia, dicen, es de una importancia inminente. “Vive”, ordenan aquellos que tienen con quién compartir los placeres de la vanidad. “Goza”, insisten quienes poseen un corazón firme, capaz de beber sin temor el néctar tibio del amor y la estabilidad.
Mientras yo miro, casi a tientas, buscando en qué rincón se desperdició mi gozo, en qué grieta se deshizo mi motivo para existir. Envidio a quienes bailan y zapatean al compás de la vida; a quienes se permiten creer que el mundo es bello.
Yo me observo en el espejo y solo encuentro un dolor antiguo, uno que me impide seguir el ritmo de los que proclaman “la vida es hermosa”.
Pero ¿cómo explicar que para mí la vida nunca tuvo luz?, que desde mi primer respiro la sombra ya me había reclamado.

Hablo. Grito. Anuncio lo que mi mente desesperada quiere arrastrarme a hacer. Pero nadie escucha. Me reducen a un espectáculo morboso, como si mis palabras fueran exageraciones nacidas del capricho.
No necesito su atención: necesito una mano que sostenga, que levante estos pies frágiles, hechos de una porcelana que se ha ido resquebrajando sin emitir un solo quejido. Necesito algún tipo de pegamento capaz de reunir las piezas que cayeron al fondo de un mar denso y silencioso, hace ya demasiado tiempo.

Pinto, escribo, me entierro en música para amordazar por instantes el ruido de mi cabeza. Pero incluso en el arte, mi voz sigue suplicando. Continúa pidiendo auxilio en un idioma que nadie alrededor parece entender.
Y así, no queda más que luchar hasta donde el cuerpo aguante.
Y sí: aunque las manos me sangren, seguiré aferrándome a ese hilo delgado, casi invisible, que todavía me sostiene a este mundo terrenal




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.