Las voces del silencio |sueños oscuros #4|

1° Malas noticias

Nathan y sus hermanos, junto a Hans, se habían reunido con Susy en la cafetería del hospital. La joven les había comentado que tenía malas noticias que darles, pero haciéndolos prometer que guardarían la calma. A duras penas, Nigel asintió con la cabeza, apretando los dientes ante lo que podía venir.

Antes de comenzar con lo que había notado al entrar en la habitación de Greyson, Susy prefirió empezar por contarles quién era ella y lo que podía hacer. Al principio pensó que ninguno de los tres hermanos creería en sus palabras, por lo que tendría que demostrarles la veracidad de sus palabras, pero no fue así. Por el contrario, los muchachos aceptaron lo que decía, sólo haciendo preguntas de vez en cuando. Ninguno había estado preparado para enfrentarse a Ana, así que no sabían de qué dudar.

Susy sintió ternura por ellos, pero también se llenó de pena. Eran inocentes que habían caído en manos de la oscuridad. Podría decir, que ella se provocaba que entes malignos la buscaran, ya que usaba su don para ayudar a seres del más allá, lo que la hacía verse atrayente para esas criaturas. Ellos no vivían la misma situación.

Susy se llevó una mano al cabello para acomodarlo, explicando con tanto detalle cómo le fuera posible en qué consistía su don. Les contó que toda alma despedía un olor característico, único, casi como una huella digital.

Todos esos olores eran tan propios, que Víctor y ella habían tenido que idear un sistema para clasificarlos. Víctor se había llenado de paciencia cuando Susy le intentaba explicar, lo mejor que podía, lo que detectaba.

Luego de mucho esmero, lograron dividir los olores en cuatro grandes grupos: desagradables, comunes, agradables y los que eran parte del ciclo. Dentro de cada uno de esos grupos, englobaban de forma general los aromas. Por lo general, los entes demoníacos y seres malignos despedían un aroma repugnante, mientras que los ángeles y seres de luz olían delicioso.

Los humanos y los fantasmas no tenían un olor muy llamativo. Y al último, el más difícil para Susy: el ciclo. En pocas palabras, el olor de la vida y la muerte, tan distintivo, tan insuperable. Los únicos dos olores que podían mezclarse con cualquier otro.

Sin embargo, al ser complicado que Susy por su temprana edad, definiera el aroma que percibía como tal, Víctor le enseñó a relacionarlos con otros olores más comunes.

—Voy a poner un ejemplo —comentó Susy al recargar el rostro en el dorso de su mano izquierda, mirando a Hans una sonrisa nostálgica—. ¿Sabes por qué me encantan los hot-cakes? —Hans negó con la cabeza despacio, intrigado—. Porque Víctor olía tan dulce como ellos.

Hans sintió un sentimiento muy cálido despertar por un instante en su pecho. Después de enterarse de algo así, no podría volver a comer hot-cakes en paz sin recordar a su amigo. Se rio por lo bajo, invitando a la chica a continuar hablando.

Susy les explicó también que solía referirse a las cosas que detectaba por el olor, no por el significado. Era incoherente decir que alguien olía a «bondad», o a «nacimiento». Tras hablarlo, suspiró. La mirada de todos estaba puesta sobre ella como la de un halcón que seguía los movimientos de su presa, atento a reaccionar en cualquier momento.

—A lo que quiero llegar es que, hace rato que entré a la habitación de Greyson, noté algo muy particular.

Hans acarició la espalda de Susy para darle el valor de continuar. Era difícil de decir, pero justo que los tres muchachos lo supieran. Susy miró a Hans con un semblante consternado, inhalando profundo antes de volver a hablar.

—Greyson huele a carne podrida. A demonio. No estoy muy segura de qué ocurrió en el bosque, pero por lo que puedo apreciar, Ana hizo una transición.  

—¿Qué es una transición? —preguntó Castiel, apoyando los codos sobre la mesa.

—Es cuando, durante una posesión, alguien sacrifica su alma para salvar a otro y el demonio acepta el cambio. En este caso Greyson se sacrificó por James, así que ahora, Ana está dentro de Greyson.

El lugar se llenó de silencio. Miradas horrorizadas no tardaron en aparecer en el semblante de todos los presentes frente a las palabras de Susy, quien se mordió el  dedo índice, pensativa. Todavía tenía algo que decir referente a lo que había percibido. 

—Eso no es todo —agregó, alzando la cabeza con un semblante abatido—. También olía a manzana y canela, chicos. Por lo regular eso significa que, en un lapso de tres días… —Susy tragó saliva—, la persona morirá.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.