Susy llamó al médico cuando por fin, Nathan y sus hermanos asimilaron la noticia que les había dado. El hombre, llamado Erik, era alto, de piel muy clara y cabello quebradizo y rojo. Tenía una actitud no sólo profesional en el trato con los pacientes, sino también amable con los familiares. Erik atendió al llamado de la chica tan pronto como le fue posible, mostrándose siempre dispuesto a escuchar lo que ella debía decirle.
Luego de pedirle a Nigel y sus hermanos que fueran a visitar a James, para que ella pudiera hablar a solas con el doctor, Erik se mostró más interesado en lo que Susy tenía que decirle. La joven tenía una actitud misteriosa, mirando de vez en cuando hacia Greyson, haciéndolo pensar que sabía algo que él no.
Susy miró hacia el suelo fingiendo una expresión entristecida, maquilando algo que justificara la petición que le haría al doctor. La idea le llegó a la mente de pronto y, tras meditarla unos segundos, decidió que sería lo correcto. Alzó la mirada para ver hacia Erik, que tenía puesta toda su atención en ella. Se sintió un poco nerviosa.
—No sé por dónde empezar —susurró Susy y guardó silencio, ladeando la cabeza como si explicar la situación fuera desgarrador. Así, incitó a Erik a hablar también, guiando la conversación hasta donde le resultara conveniente.
—No tengas miedo —respondió el doctor, colocando una mano en el hombro de la chica—. Estoy aquí para ayudar, puedes confiar en mí.
Susy titubeó unos segundos más antes de levantar la vista hacia Erik, explicando con cuidado que, por muy difícil que resultara para ella admitirlo, Greyson era peligroso; había visto a diferentes psiquiatras a lo largo de su vida, pero ninguno sabía muy bien cómo denominarla.
Desviando la mirada, Susy explicó que dicha enfermedad le causaba fuertes alucinaciones, llevándole a lastimarse a sí mismo y a los demás. Era mentira, desde luego. No podía darse el lujo de ahondar en detalles con él, ya que la experiencia le había enseñado que las personas, sobre todo los médicos, muy pocas veces creían en la macabra realidad que les acontecía. Aun así, ella necesitaba él que le ayudara a contener a Ana de un modo u otro.
La expresión seria en el rostro de la chica, sus palabras coherentes y lo extraño de las heridas que Greyson presentaba, hizo pensar a Erik que tal vez decía la verdad. Así, cuando Susy le pidió trasladar al muchacho a una habitación especial en el área de psiquiatría, él accedió.
Un ruino tenue resonó en el interior del cuarto, capturando la atención de ambas personas. Greyson se había removido. Al parecer, la anestesia estaba comenzando a perder efecto, aunque el joven se mantenía dormido. Susy pensó que tal vez Ana había escuchado un poco de la conversación, lo que la hizo sonreír discretamente. Ana no tenía poderes mientras Greyson estuviese dormido, así que mantenerlo bajo sedación podía ser un arma a favor.
La transición que Ana realizó requería de mucha energía, lo que les daría varias horas para averiguar cómo detenerla. Por su puesto, serían menos de las que le quedaban a Greyson y más de veinticuatro horas.
—Lo trasladaremos al área de pacientes peligrosos antes de que despierte, así que puedes estar tranquila —mencionó el hombre con una sonrisa cálida, sacando a Susy de sus pensamientos—. Aunque es mi deber decirte: el costo es más elevado.
—Está bien, Fred se ofreció a hacerse cargo —dijo Susy sonriendo con calma—. Te recomiendo que lo esposen a la cama y esté sedado. Es más seguro.
—No lo pensé —dijo Erik con una sonrisa y algo de sarcasmo—. Así si tiene un episodio de su enfermedad, no lastimará a las enfermeras, supongo. —Susy sonrió nerviosa al sentirse un poco regañada por el tono de voz de Erik—. Sé qué hacer, señorita.
—Lo siento, Erik, no muchas personas saben tratar con estas cosas, créeme. —La expresión de Susy se volvió sombría tras decirlo, aunque Erik no se dio cuenta de ello.
El doctor le sonrió con amabilidad a la chica para después salir de la habitación en busca de un grupo de enfermeros que le ayudaran a trasladarlo. Cuando salió de su vista, Susy se permitió caminar hasta la cama de Greyson, notando cómo este gruñía con dificultad ante su presencia. Susy se inclinó con delicadeza sobre el cuerpo de Greyson y, acercándosele al oído, susurró:
—No te lo llevarás también —se dio la vuelta y salió cerrando la puerta tras de sí.
Sin prisa, Susy caminó hasta el cuarto de James donde Castiel, Nathan, Fred y Hans sostenían una conversación amena. Por su parte, Nigel sólo se mantenía en silencio, saltando la vista de un hombre al otro cuando hablaban. Nathan fue el primero en darse cuenta de la presencia de Susy, mirándola con recelo entrar al cuarto.
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Editado: 13.05.2018