Las voces del silencio |sueños oscuros #4|

Escenas extra

La noche era tranquila, con algunos grillos entonando su dulce cantar a las estrellas del firmamento. Greyson no había dormido con tal comodidad desde que fue internado en el hospital por primera vez, y ahora que podía disfrutar de su cama, casi podía decir que dormía en una nube.

El tenue cantar de los pajaritos le hizo darse cuenta de que la mañana estaba entrando apenas. Le pareció curioso darse cuenta que el despertador no había sonado y, lo primero que pasó por su mente, fue que Nathan lo desconectó. Aunque a él le gustara levantarse temprano, sus hermanos consideraban más apropiado que durmiera.

Por desgracia, la costumbre podía más que los deseos de dormir, así que cuando el reloj marcaba las seis, Greyson se despertaba por inercia. El muchacho abrió los ojos con pesadez y, luego de removerse un poco en la cama, notó que algo se movió atrás de la puerta.

Greyson negó con la cabeza. Una sonrisa se había formado en sus labios al contemplar la silueta de Castiel y Nigel ocultándose.

—Niños —llamó Greyson con tono de voz meloso. De la parte trasera de la puerta, sus hermanos se dejaron ver, algo apenados—. ¿Qué hacen ahí?

—Nada —respondió Castiel en un susurro.

—Es que… —titubeó Nigel—, después de lo que pasó, nos gusta verte despertar.

Greyson sonrió enternecido ante las palabras de sus hermanos. Sentir ese inmenso cariño que ellos le ofrecían, era la mejor forma de empezar el día. Esos detalles lo llenaban de energía para continuar avanzando hacia adelante.

Y mientras tanto, en su cama y fuera de la vista sus hermanos, Nathan sonrió. Durante la noche había vigilado cada dos horas que Greyson solo estuviese durmiendo, pero desde luego, no permitiría que ellos se enteraran.

 

 

 

Durante las tardes del fin de semana, Castiel visitaba a James en su casa. El chico ya había recuperado la movilidad de sus piernas completamente, sin embargo, todavía presentaba dolor al caminar, de modo que prefería mantenerse en reposo.

En más de una ocasión, Castiel le había llamado la atención a causa de eso, alegando que si Greyson ya intentaba moverse con normalidad, él debía hacerlo también. Por su parte, James hacía oídos sordos a las palabras de su amigo, ya que al estar postrado en la cama sin caminar, Castiel lo visitaba todos los fines de semana para atenderlo y a veces mimarlo. Lo último que deseaba entonces, era perder su atención.

—Eres un niño mimado —le dijo Castiel a James dándose la media vuelta para caminar hacia el buró principal de la habitación.

—Es tu culpa. —Castiel miró a James alzando una ceja, incrédulo ante sus palabras—. ¿Quién es el que me consciente? Tú. Entonces es tu culpa.

—Uy, perdóname por quererte.

—¿Qué?

—Nada —susurró con rapidez Castiel

El muchacho sacó el cubo rubik que James le había pedido instantes atrás, antes de regresar junto a su amigo y sentarse con él sobre la cama. Castiel le entregó el cubo a James, quien lo tomó con algo de inquietud.

—Lamento lo que les hice pasar —comentó James moviendo el cubo en sus manos—. De no ser por mí…

—Tranquilo, no fue tu culpa. Tu único error fue encontrarte con una criatura tan manipuladora —respondió Castiel—. Y no confiar en mí lo suficiente como para no contarme lo que sentías.

—No fue por eso. De verdad lo intenté pero… temía que me juzgaras.

—Nunca te juzgaría. —Castiel se recorrió para acercarse un poco más al muchacho. James lo miró a los ojos—. Y si algo malo te ocurriera… me harías falta. ¿Sabes?

—¿Por qué? —preguntó James aproximándose también a Castiel, ansioso por recibir una respuesta.

Ambos muchachos guardaron silencio intercambiando un vaivén de miradas unos segundos y, cuando Castiel tomó a James por la nuca con una mano para acariciarlo, ambos se dejaron guiar y se acercaron de forma simultánea para unir sus labios.

Varios segundos permanecieron disfrutando del sabor único en el otro, acariciándose el rostro mutuamente y moviendo sus labios a un compás tranquilo.

Ya no existía nadie más en el mundo. No había dolor, no existía el miedo. No había razones que les impidieran responder al llamado de su corazón. Incluso cuando al principio ninguno de los dos imaginó que algo así pudiese nacer entre ellos, ahora se volvía mucho más fuerte el deseo de no separarse jamás.




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