Las voces en el vacío

Primera Parte: Los avances (Capítulo II)

A veces, cuando estoy en medio de la multitud en Nueva Edén, me siento como un tornillo entre tantos clavos. Las mañanas son simples, el único ruido que se escucha es el canto de las aves. No escucho el claxon de los vehículos, las caminatas de las personas, ni las llamadas personales, ni vendedores, nada... Para ser sincera, me siento como si estuviera flotando en un mar de caras desconocidas sin un propósito claro, solo ir y venir, todos los días. Mi vida es una serie de eventos programados, de reuniones y de compromisos. No hay espacio para la espontaneidad, para la aventura. Todo está planificado y controlado. Y yo me siento atrapada en esta rutina. A los demás no les parece importarles en lo absoluto lo que sucede, como dije en el capítulo anterior, es como si fuéramos una mente colmena.

Durante una noche fría, después de haber regresado a casa después de clases, me dirigí directamente a mi habitación. Mis padres no estaban en casa, como suele suceder casi siempre. Mi madre, Carolyn, es una xenobióloga muy respetada en la comunidad científica. Sus investigaciones demostraron que había vida microorgánica fuera de nuestra galaxia, algo que al principio no se creía. Fuera de su trabajo, es una madre entregada, de las pocas que hacen los quehaceres, ya que las máquinas dominan ese campo. Ella solía decir que las máquinas solo nos debían ayudar en cosas muy complicadas o peligrosas, pero que cosas sencillas como limpiar, cocinar, lavar y lo demás, las podíamos hacer nosotros sin problemas. Y conmigo, es como una amiga muy íntima, debido a que soy hija única, siempre me consentía tanto que llegaba a un punto que me molestaba, eso no quiere decir que le faltaba el respeto, nada que ver.

Por otro lado, mi padre, el Dr. Erick Magallanes, es un ingeniero en biotecnología e informática, también muy respetado en la comunidad científica, pero más que todo en la médica. Sus trabajos en la biotecnología impulsaron la creación de prótesis tipo cyborgs, implantes artificiales y otros avances significativos. Al igual que mi madre, él también dice que las máquinas solo deben hacer el trabajo que para nosotros es imposible y lo demás nosotros, que no somos unos vagos o inútiles.

Como puedes leer, mi padre es muy directo con algunas cosas, tanto que mi mamá solía regañarlo un poco, cosa que me parecía muy divertida, a diferencia de los demás, mis padres siempre son dinámicos, alegres, como si fueran los únicos humanos que no han perdido esa parte de nosotros que los demás carecen totalmente.

Mi mirada se dirige hacia la ventana, hacia el cielo gris y uniforme. Me pregunto qué hay más allá de esta ciudad, más allá de este mundo perfecto. Y entonces, me acuerdo de las historias de mi abuela. Historias de un mundo diferente, de un mundo donde la gente luchaba por sobrevivir, donde la gente sentía pasión y dolor, pero al mismo tiempo alegría, motivación... y sobre todo... esperanza.

El día transcurre como siempre, salgo de casa y doy una vuelta por la ciudad, a esta hora es usual que las tiendas estén abiertas, aunque con poca clientela; sigo mi camino en silencio, hasta que recibo una llamada, como en esta época los celulares dejaron de existir, ahora usamos lentes inteligentes, con diseño de monóculo o parecido como si fueran teléfonos móviles. Me tomo unos segundos en contestar y luego suspiro un poco; la llamada es de mi papá, contesto y espero a que hable.

—No olvides llegar temprano a casa, hoy hay una reunión importante y debes estar presente —me dijo mi padre para luego colgar.

Continuo mi camino y me dirijo a comprar un helado y luego avanzo al parque para ver el paisaje por unos minutos antes de regresar a casa, casi no hay nadie afuera, la mayoría de las personas y sobre todo niños, están en sus casas con sus dispositivos de realidad virtual... y la verdad, se siente horrible.

Cuando termino mi helado, llamo a un basurero móvil y deposito la servilleta dentro, me incorporo y camino de regreso, este es mi día, salir y comer un helado cada que puedo porque no hay nada más que hacer. Al llegar a casa, me dirijo directamente a mi habitación y me encierro para luego acostarme un momento en mi cama a mirar hacia la lampara LED que cuelga del cielo raso, luego de unos instantes me levanto de la cama y me acerco a la ventana. El cristal es transparente, pero el reflejo de mi rostro distorsiona la vista. Me miro a mí misma, tratando de encontrar algo que me diga quién soy realmente. Pero solo veo una cara bonita, una cara que sonríe y que parece tener todo bajo control.

Pero no es cierto. No tengo nada bajo control. Mi vida es solo una representación de lo que se supone que debo ser. Mi padre me dice que soy perfecta, que soy la hija que cualquier padre desearía. Pero no me siento perfecta. Me siento vacía, este mundo tecnológico me tiene atrapada en un callejón sin salida y no puedo pedir ayuda, me doy la vuelta y miro mi habitación. Es un espacio amplio y luminoso, con muebles de diseño y tecnología de punta. Pero no es mío. No es un reflejo de quién soy realmente, no digo que quiera vivir como en el siglo pasado, pero algo más natural y no tan moderno me sentaría bastante bien.

Vuelvo a sentarme en la cama y trato de recordar la última vez que hice algo que realmente me gustara. Algo que me hiciera sentir viva. Pero no puedo recordar. Todo es tan... predecible, tan simple, tan... básico. De repente, suena el comunicador. Es mi padre; me dice que es hora de ir a la reunión y que no me tarde.

Durante unos segundos, me quedo sentada mirando mis pies, luego me levanto y me dirijo al cuarto de baño. Me miro en el espejo y sonrío, es ahora cuando me pongo la máscara de la hija perfecta y en silencio entro en la ducha, abro el grifo y me quedó bajo el chorro hasta que mi cuerpo empieza a enfriarse, tomo un poco de jabón y lo paso alrededor de mi cuerpo durante unos minutos para luego enjuagarme. Al terminar de bañarme, me seco y salgo del baño, vuelvo a mirar hacia la ventana, una ligera lluvia cubre la ciudad, tomo mi ropa y empiezo a vestirme. Pero mientras me visto, no puedo evitar preguntarme: ¿qué pasaría si no fuera a la reunión? ¿Qué pasaría si hiciera algo que realmente me gustara? ¿Qué pasaría si me rebelara contra esta vida perfecta?




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