Me siento como si estuviera en un sueño, pero sé que esto es realidad. Hace cuatro días, en el Centro de Comunicación Hermes, mientras tratábamos de enviar un mensaje a quienes habían enviado esa señal misteriosa, recibimos varios mensajes desesperados de las colonias, que decían que seres desconocidos los estaban atacando sin piedad.
Para nuestra sorpresa y horror, esos seres desconocidos enviaron un mensaje a la Tierra, diciendo que nos atacarían sin dejar supervivientes. Ahora, luego de que se informara al Gobierno Mundial Unificado y diera la noticia del ataque a las colonias y la amenaza de invasión a la Tierra, el miedo se ha propagado como un incendio forestal incontrolable. Las calles, que solían estar llenas de vida y actividad, ahora están dominadas por la paranoia y el pánico.
En Berlín, La Habana y Ámsterdam, según las noticias, hay pequeños disturbios y protestas que las fuerzas del orden ya lograron apaciguar. Sin embargo, en otras ciudades, como Bagdad, Londres y Rio de Janeiro, el caos se ha apoderado de todo y todos. La gente corre despavorida, tratando de encontrar un lugar seguro o buscando respuestas que nadie puede proporcionar. Las tiendas están siendo saqueadas, los vehículos abandonados en medio de las calles, y el miedo se siente como una entidad viva, palpable en el aire.
Las imágenes que veo en las noticias son aterradoras. En Quito, las protestas han escalado a niveles violentos, con enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden. En Caracas, el gobierno local ha declarado el estado de emergencia, intentando contener el caos que se extiende sin control. En Seúl, la situación es aún más desalentadora, con informes de disturbios masivos y zonas enteras de la ciudad sumidas en el desorden absoluto. La desesperación y la incertidumbre se reflejan en los rostros de las personas, y mi corazón se encoge al ver tanto sufrimiento.
Aquí en Nueva Edén, las cosas tampoco marchan tan bien que digamos. Supongo que recuerdas en la parte anterior, cuando mencioné cómo nuestra civilización, al alcanzar la perfección, se volvió fría, monótona y vacía, como si no tuvieran un propósito en la vida, sin emociones, sin pasión. Pues ahora, con todo lo que está sucediendo, las cosas han cambiado drásticamente.
La perfección y la monotonía que una vez caracterizaron nuestra sociedad han dado paso al caos y la incertidumbre. Las calles que solían estar llenas de gente caminando con una sonrisa vacía y una mirada sin vida, ahora están llenas de personas corriendo con una mezcla de miedo y desesperación en sus ojos. La seguridad y la rutina en las que confiábamos se han desvanecido, dejando un vacío lleno de temor y ansiedad.
Los edificios que antes brillaban con una luz fría y calculada, ahora parecen opacos y grises, como si la propia luz se hubiera apagado. La tecnología avanzada que una vez simbolizaba nuestro progreso y perfección ahora parece inútil ante la amenaza inminente. La tranquilidad que antes reinaba en las calles ha sido reemplazada por un caos desenfrenado y una sensación de desesperanza.
Los parques y plazas, que solían ser lugares de tranquilidad y orden, están ahora llenos de gente que busca un lugar seguro, que busca respuestas. La atmósfera está cargada de tensión y miedo, y la antigua perfección de Nueva Edén es ahora un recuerdo distante. La realidad nos ha golpeado con fuerza, y la perfección en la que vivíamos se ha desmoronado, dejando al descubierto nuestras vulnerabilidades.
Tal vez creas o pienses que soy una enferma o una psicópata por querer ver cómo las personas sufren, cómo todo es caos, pero no es así. Es solo que, luego de tanta perfección, tanta paz, tanta "alegría", parece que nos convertimos en seres sin emociones, sin sentimientos. Sin embargo, la perfección que una vez odié, que me parecía hueca y sin sentido, ahora la estoy extrañando. La monotonía que una vez me aburrió, ahora me parece un refugio seguro y lamentablemente ya no existe.
La gente habla en susurros, compartiendo rumores y teorías sobre el ataque. Algunos dicen que es el fin del mundo, que la humanidad está condenada. Otros ven esto como una oportunidad, que podemos reconstruir y hacer las cosas de manera diferente. Yo no sé qué creer. Me siento atrapada entre el miedo y la esperanza, sin saber a cuál aferrarme.
Mientras camino por las calles de Nueva Edén, veo cómo el miedo se ha apoderado de las personas. Susurros de desesperación y teorías conspirativas llenan el aire. La incertidumbre sobre el futuro pesa sobre nosotros como una nube oscura, y cada día parece más difícil encontrar una razón para seguir adelante. Pero también hay destellos de esperanza, de personas que creen que podemos superar esto y salir más fuertes.
La pregunta es, ¿qué viene ahora? ¿Qué nos depara el futuro? La incertidumbre me carcome por dentro, y no puedo evitar preguntarme si seremos capaces de enfrentar esta amenaza o si sucumbiremos a ella.
Salgo de casa y me sumerjo en la multitud. La gente me empuja, me golpea al caminar con rapidez, pero no me importa. Siento que ya estoy resignada a esta nueva realidad. Me dirijo a la misma tienda de siempre para comprar lo que será mi último helado. Mientras camino, noto el cambio en el ambiente; antes, la perfección y la rutina dominaban nuestras vidas, ahora el caos y la desesperación están en todas partes. Las caras de las personas reflejan el miedo y la incertidumbre que siento también en mi interior.
Después de comprar el helado, me dirijo al mismo parque de siempre. Me siento en silencio, observando el panorama. Las personas ya no vienen y van por rutina, sino por instinto. La sensación de normalidad se ha esfumado, y en su lugar, hay un constante estado de alerta. Miro a mi alrededor y veo la transformación de nuestra sociedad, y me pregunto si alguna vez podremos regresar a lo que una vez fuimos, o si este será nuestro nuevo normal, una existencia marcada por el miedo y la desesperanza.
Editado: 12.12.2024