Las voces en el vacío

Tercera parte: La guerra (Capítulo II)

Me duele el cuerpo entero. Llevo ya cuatro meses en el ejército y aún no me acostumbro a la rutina diaria. Levantarme a las 5 am, correr o trotar varios kilómetros, entrenar con armas y tácticas... es agotador. Algunos de mis compañeros se retiraron voluntariamente luego de unos dos meses, debido a la declaración de guerra, el adiestramiento es mucho más severo de lo que era, según palabras de los oficiales.

El día que me tocó ir al fuerte, me despedí de mis padres, sin embargo, solo mi papá se despidió de mí; eso sí, a regañadientes, mi madre estuvo desde el día que me aceptaron hasta ahora tratando de convencerme de que renuncie y que piense en los demás... Yo pienso en los demás, pero a mi manera, si se puede decir así. William no me dirigió la palabra, solo me mandó un mensaje simple con una palabra: "suerte".

Ahora, vamos a empezar a entrenar en simulaciones de combate real. Me siento nerviosa, pero también emocionada. Quiero demostrar que puedo hacer esto, mis compañeros también están nerviosos, pero al mismo tiempo ansiosos, a veces pienso en mis padres y en Will, es complicado no sentir culpa luego de haberlos abandonado.

Mi instructor, el sargento Thompson, nos da la orden de empezar. Es un hombre imponente, con una presencia que inspira respeto y miedo a partes iguales. Tiene aproximadamente unos 43 años, con una cara cuadrada y una mandíbula fuerte. Sus ojos son de un azul intenso, con una mirada penetrante que parece ver a través de ti. Su cabello es corto y oscuro, con algunas canas que le dan un aire de autoridad.

Su cuerpo es atlético y musculoso, producto de años de entrenamiento y tal vez combate. Lleva una cicatriz sobre su ceja izquierda, que le da un aire de experiencia y dureza.

Su voz es profunda y autoritaria, con un tono que no admite discusiones. Cuando habla, todos escuchan. Tiene una presencia que es difícil de ignorar, y su liderazgo es indiscutible, pero a pesar de su dureza, hay algo en sus ojos que sugiere una profunda comprensión y empatía. No sé decir el por qué, solo lo siento.

Sentada espero mi turno, ya que esta simulación es individual, según el sargento es para ver cómo nos desenvolvemos en combate y así corregir los errores para al final empezar los entrenamientos por escuadrones, uno a uno mis compañeros van al simulador. Miro hacia el campo de simulación, hay un silencio muy profundo.

Me coloco el casco y el traje de entrenamiento el cual se conecta con la realidad aumentada para las simulaciones de combate.

—¡Magallanes, adelante! —grita el sargento afuera de la sala de espera.

Respiro hondo y me dirijo al campo de simulación. Es una instalación avanzada de realidad aumentada, diseñada para recrear entornos de combate realistas y desafiantes. Cubre un área de varios kilómetros cuadrados, con terrenos variados que incluyen bosques, montañas, desiertos y ciudades en ruinas.

La simulación es generada por una red de satélites y torres de emisión, que crean un entorno inmersivo y dinámico. Los soldados pueden interactuar con el entorno de manera realista, utilizando armas y equipo que se comportan como en la vida real.

El campo de simulación también cuenta con drones y robots que simulan enemigos, aliados y civiles por medio de sombras o personas "reales", lo que permite a los soldados entrenar en escenarios complejos y realistas. La simulación se puede pausar, rebobinar y analizar en tiempo real, permitiendo a los instructores evaluar el desempeño de los soldados y brindar retroalimentación detallada.

—¡Escucha bien Magallanes, tu objetivo es tomar la bandera que esta al otro extremo, el escenario de batalla es pequeño, usa el terreno a tu favor! —el sargento Thompson se aclara la garganta y prosigue—. ¡Tienes treinta minutos, empieza!

La simulación comienza y me encuentro en medio de una calle desierta, con edificios en ruinas a mi alrededor. El sol virtual brilla en el cielo, proyectando sombras realistas en el suelo. Miro a mi alrededor, evaluando la situación, en silencio avanzo a una velocidad prudente observando el mapa en el visor, unos puntos rojos se acercan a mí, por lo que me escondo detrás del pilar de uno de los edificios y espero por unos segundos antes de disparar con el fusil de asalto, a quienes disparé eran unas sombras negras que simulaban ser el enemigo; tras ver caer al último, continuo mi camino hacia el edificio donde me indica el visor que está la bandera.

El edificio objetivo es un complejo de oficinas en el centro de la ciudad. Mientras avanzo, escucho el sonido de disparos a la distancia. El visor muestra la ubicación de más enemigos, de forma sigilosa avanzo, pero en el camino piso accidentalmente una lata alertando a aquellas sombras, quienes al segundo abren fuego, impactándome en una de las piernas, a pesar de ser una simulación, el dolor se siente muy real, al no poder avanzar, me quedo detrás de una barricada improvisada disparando.

Veo en el visor el tiempo que me queda, apenas 15 minutos y la bandera está a 10 metros encima de mí, de forma desesperada utilizo una de las granadas y logro derribar una pared que me funciona como distracción, por lo que aprovecho el momento para avanzar cojeando hasta la bandera, la simulación se vuelve más intensa, con enemigos que disparan desde todas direcciones. Me cubro detrás de una pared y devuelvo el fuego.

Después de varios minutos de combate, avanzo por unas escaleras y llego a la bandera con mucha dificultad. La simulación termina y me quito el casco, sudando, jadeando y más que todo temblando, me dirijo a la salida y el sargento Thompson se acerca a mí, mirándome con coraje.




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