Las voces en el vacío

Cuarta parte: El cese al fuego (Capítulo I)

No sé cómo ocurrió o en qué nos equivocamos, si nos confiamos demasiado o es solo mala suerte. En tiempo récord, Zulú nos aventajó y nos puso de rodillas; el enemigo nos tiene contra las cuerdas, mientras nuestros esfuerzos parecen insignificantes para mantener la guerra equilibrada.

Un mes después de mi primera misión como sargento, las Fuerzas de Defensa comienzan a perder terreno en cada batalla librada. Es como si el enemigo conociera nuestras intenciones y operaciones; su precisión es inquietante.

Las disputas entre soldados y oficiales, suicidios en masa y desertores se han convertido en una triste realidad. La moral está por los suelos. Los soldados cuestionan las estrategias de Inteligencia y las protestas en la Tierra llegan a nuestros oídos ¿Cómo podemos recuperarnos de esta caída en picado?

Recuerdo las palabras del sargento Thompson cuando aún era recluta unos días antes de iniciar la guerra: "Un líder debe tomar decisiones difíciles, incluso cuando todo parece perdido." Pero ¿qué decisiones tomar cuando todo parece fallar?

En mi habitación en la base Stalin, mi mirada se pierde en el horizonte del espacio, donde las sombras de la derrota parecen extenderse como una manta de oscuridad.

Pero regresemos al inicio para contarte como empezó la debacle; como dije, después del asalto al planeta Bides-72, donde aplastamos al enemigo, nos dirigimos a un nuevo asalto al planeta Gadus VII, en la Galaxia del Triángulo. La moral estaba alta, nuestros soldados estaban confiados en nuestra superioridad militar. Tanto que hasta ya decían que la batalla estaba ganada y que solo con salir de las naves Zulú se rendiría.

Nuestra flota espacial, compuesta por cruceros, destructores y fragatas, se acercó al planeta con precisión militar. Nuestros pilotos de caza, ya curtidos en combate, patrullaban el espacio circundante, listos para dar apoyo aéreo durante la bajada. El planeta Gadus VII era un objetivo importante debido a que la mayoría de los astilleros enemigos estaban ahí, capturar el planeta era vital para cortar la producción de naves enemigas y disminuir sus defensas.

Sin embargo, algo no estaba bien. Nuestros informes de inteligencia indicaban que las defensas planetarias eran mínimas, algo extraño tomando en cuenta el valor del planeta para Zulú, incluso no había actividad en la superficie.

Aun con esa duda, la capitán Takahashi decidió continuar con el plan, pero ya te digo querido lector, su mirada era de desconfianza. La noche antes del asalto, los soldados estaban tranquilos y motivados, mis hombres era los únicos que parecían preocupados.

La mañana del asalto, nuestras naves de bajada (que reemplazaron a las de transporte) pusieron rumbo hacia el planeta. La flota enemiga emergió de la oscuridad, lista para defenderse. Y entonces, todo comenzó a salir mal.

Nuestros pilotos de caza se lanzaron al ataque, pero el enemigo estaba preparado. Sus defensas antimisil y láser barrieron el espacio, derribando varias de nuestras naves; los cruceros y destructores se acercaron al planeta, intentando romper la línea defensiva enemiga. Pero Zulú había desplegado una nueva tecnología, un escudo de energía que absorbía nuestros disparos. La capitán Takahashi ordenó la bajada inmediata, era todo o nada.

Las naves fueron de una en una a la superficie del planeta, pero el enemigo nos esperaba. Las tropas enemigas, mejor entrenadas y equipadas de lo que esperábamos, nos recibieron con una lluvia de plasma y explosivos, las cuales destruyeron muchas naves de bajada y con ellas tuvimos graves bajas.

La batalla se convirtió en un caos. Los oficiales al mando gritaban órdenes, intentando reorganizar a nuestras tropas. Pero el enemigo parecía tener el control. Nuestros soldados caían uno tras otro, sus gritos de dolor y miedo resonando en el suelo, mis hombres y yo logramos a las cansadas mantener un perímetro para por lo menos intentar repeler los ataques. No sirvió de nada.

El General Chen, desesperado, desde uno de los cruceros, ordenó un retiro táctico antes de perder la comunicación. Pero ya era demasiado tarde. Nuestras tropas estaban dispersas, sin coordinación. El enemigo los perseguía, aniquilándolos. La noche cayó sobre el planeta, y con ella, la oscuridad se apoderó de nuestras almas. Habíamos sufrido una derrota devastadora. Nuestros muertos y heridos se contaban por miles.

El planeta Gadus VII se convirtió en un símbolo de nuestro exceso de confianza o mala suerte. El enemigo se reforzó, mientras nosotros nos retirábamos, humillados y derrotados. La guerra había cambiado de rumbo.

Las demás batallas fueron casi igual o peor: en la misma galaxia, en el planeta Nexar, las Fuerzas de Defensa no pudieron ni poner un pie en la superficie, debido a los ataques suicidas que destruyeron muchas de nuestras naves, lo mismo sucedió en los planetas Tarsonys y Valtor X.

Perdimos las colonias Asgard, Sagitarius y Chappel en cuestión de horas, a duras penas tuvimos una victoria pírrica en el planeta Valtor II; solo porque el planeta estaba casi desprotegido y había pocos enemigos.

La sucesión de derrotas había minado nuestra moral y recursos. El enemigo parecía invencible, y nuestra capacidad para resistir se desvanecía. Pero, en fin, volvamos al presente, donde todo está de cabeza.

La capitán Takahashi terminó perdiendo un brazo, mismo que fue reemplazado por una prótesis biomecánica; muchas unidades se disolvieron y los que quedaban se unieron a otras, de hecho, mi unidad, "Hell Knights" aumento de 23 a casi 100 soldados, tanto que tuve que nombrar a algunos como cabos y líderes de escuadrones.




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