Las voces en el vacío

Cuarta parte: El cese al fuego (Diario de Zerid III)

9no subperiodo, 16 de Lapus, 8757 GY

Las cosas marcharon de manera regular durante los primeros días en el planeta Crorth X.

Las tropas humanas se esforzaban por adaptarse a las condiciones extremas del planeta, pero rápidamente se hizo evidente que era una tarea titánica. Este planeta era hostil en todos los sentidos de la palabra. Primero que un día aquí eran casi tres días humanos, Las mañanas eran extremadamente calurosas y las noches más frías que los polos de mi planeta. A pesar de que los trajes de los humanos estaban diseñados para la protección en condiciones tan severas; estos tenían un límite. Muchos cayeron rendidos ante el clima, las tormentas de arena que impedían el avance, la escasez de agua apta para el consumo y los pocos recursos con los que descendimos al planeta.

Ni yo podía aguantar tanto el calor infernal, por lo que a veces flanqueaba, en mi planeta hay calor tropical, pero es demasiado ligero casi imperceptible, pero esto ya es una tortura insoportable.

A veces la Sgto. Magallanes, ahora teniente, se quejaba de lo imposible que era acostumbrarse. Ella y sus hombres estaban acostumbrados a planetas con similitudes con el planeta Tierra, no solo en clima, también en duración de días y recursos, que para ellos esto es como una tortura.

Además, la flora y fauna local presentan sus propios desafíos. Las plantas, adaptadas a un ambiente tan hostil; era desconocidas y en muchos casos con solo verlas ya daba la impresión de ser venenosas. Incluso la geografía del planeta, con sus terrenos abruptos y escarpados, dificultaba el movimiento de las tropas.

Los campamentos eran simples, levantados con rapidez para permitir un descanso mínimo antes de continuar nuestra marcha. A la hora de comer, los humanos activaban una capsula que cubrían el traje, como si fuera un ataúd, para no ser intoxicados con la atmosfera del planeta. Los refugios improvisados proporcionaban algo de resguardo contra las inclemencias del tiempo, pero no eran suficientes para mantenerlos completamente seguros.

Mientras dormían, hacían guardia divididas en seis rondas de cuatro horas, pero realmente era imposible dormir; todos estaban alertas al mínimo sonido que escuchaban o a cualquiera silueta sospechosa.

Así fueron estos días, tan complicados que cualquiera flanqueaba con facilidad. Aun así, las tropas de la Tte. Magallanes seguían con las agotadoras marchas. Hay momentos en los que me dan cierto miedo, somo como esos soldados extraños que he visto, a los que los humanos les dicen cyborgs, porque aún con todo en contra, siguen adelante.

Como ya he dicho mucho antes, los humanos son de temer y ahora mi raza sufre las consecuencias de meterse con ellos.

9no subperiodo, 19 de Lapus, 8757 GY

Hoy tuvimos el primer enfrentamiento con las fuerzas Zor-Veen. Nos emboscaron desde unas colinas mientras marchábamos al interior del planeta. Todos nos arrojamos al suelo y respondimos al fuego con toda nuestra fuerza. Los tanques avanzaban disparando proyectiles y láseres, tratando de hacerlos retroceder. El combate era intenso y el caos reinaba por todas partes. Disparaba contra cualquier enemigo que se moviera; ya no me afectaba acabar con los míos. A pesar de nuestros esfuerzos, mis ex compañeros estaban bien preparados y utilizaban el terreno a su favor. Sus rápidos movimientos y coordinación dificultaban nuestros contraataques.

Al mismo tiempo, varias naves Zor-Veen atacaban desde el cielo, y defendernos en dos frentes era casi imposible. Ver a los humanos retroceder, dejando atrás a los heridos y masacrados, me llenaba de ira. Mostraban su brutalidad sin piedad. Les disparaban a quemarropa, remataban a los heridos en el suelo, y algunos eran destripados mientras trataban de replegarse hacia los demás. El odio hacia mi gente que ya sentía desde antes, crecía más y más, sintiendo que los humanos eran más honorables en comparación.

En medio del caos, la Tte. Magallanes me ordenó ir a un punto alto con Helena, la soldado que más me repudiaba. Desde esa posición, podíamos ver mejor la posición enemiga y lanzar ráfagas de disparos hacia ellos. Mientras disparaba, escuché por mi comunicador cómo la Tte. Magallanes ordenaba frenar los ataques, lo cual me sorprendió tanto a mí como a Helena, tanto que ella contesto algo bastante inapropiado: "¿Y cómo mierda haremos eso en medio de un tiroteo?. "Por andar de moralistas nos harán pedazos!" Su comentario resonó en mi mente. A veces los humanos están dispuestos a dejar de lado la moral por sobrevivir. Sin embargo, esta orden reflejaba un intento de compasión, algo que nunca presencie en mi raza.

Apenas cesó el fuego, Helena y yo pudimos ver un poco más claramente la situación. Fue en ese instante que un proyectil proveniente de una nave, impactó cerca de nosotros, lanzándonos por los aires. La explosión fue devastadora. Me costaba levantarme, y mis oídos dejaron de escuchar por unos segundos. Helena resultó gravemente herida; su pierna mutilada y su rostro desfigurado por las quemaduras. Verla así me llenó de horror, pero no podía dejarla a su suerte.

Decidí sacarla de ahí a pesar de sus insultos, no podía dejarla sola. La Tte. Magallanes formó un perímetro que nos cubría ante los disparos de los guerreros Zor-Veen y de aquellos niños. Al llegar a su posición, dejé el cuerpo de Helena al lado de los demás heridos y muertos. Mientras tanto, podía escuchar cómo algunos soldados pedían desesperadamente apoyo aéreo en el puesto de los niños. Pero Lisbeth, en un acto increíblemente compasivo, se negó, diciendo que los bombardeos los matarían.




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