Antes de que el alto mando ordenara la retirada del planeta, fuimos víctimas de grupos disidentes. Al principio solo sospechaba, realmente no esperaba que fuera cierta la existencia de aquellos grupos, al menos no tan pronto; los primeros días fueron ataques desorganizados pero constantes, tanto que provocaron incluso bajas civiles, por lo que consciente de semejante amenaza formé un nuevo equipo que; especializado en guerra de guerrillas, debía darle caza a estos grupos que se negaba a aceptar la derrota y el fin de la guerra. Quería participar personalmente, pero Lyra me dijo que esta ya no era mi batalla, pues, en palabras de ella, había hecho demasiado como para regresar a las armas y además me esperaban en casa.
Un poco reacia a aceptar no participar, decidí que ella y Zerid fueran los oficiales al mando. Desde ese momento, se enfrascaron en una mini guerra civil, pues no duro mucho la amenaza, menos de dos meses; a veces pensaba si realmente sabían lo que hacían o solo seguían las órdenes de algún loco trastornado. Día a día Lyra me informaba sobre los avances, los combates, los heridos, muertos y capturados; pero ordené que no capturen a nadie, que su misión era buscar y destruir. Muy drástico a mi parecer, pero ya estaba harta de tanta mierda que no podía darme el lujo de andar de moralista (contradictorio e hipócrita pero realista).
Al mismo tiempo, mis hombres trabajaban con todo; los edificios de la capital poco a poco regresaban a ser lo que eran antes de la batalla; algunos civiles aun desmoralizados, encontraban lentamente en el deporte, un propósito. Los distintos cuerpos médicos al mando de Paul atendían sin descanso a los heridos que llegaban de otras ciudades igual de arrasadas; enterraban a los muertos en pequeñas ceremonias oficializadas por los mismos nativos de este planeta.
Supongo que recuerdas como dije que la verdadera autenticidad humana no radicaba siempre en un equilibrio entre luz y oscuridad, sino más bien en preservar la paz lograda con sacrificios; bueno, pues ahora puedo añadir algo extra: La autenticidad humana se hace visible cuando en medio de todo el caos, hay una pequeña llama que nos guía a hacer lo correcto, a ser uno con nuestros semejantes. Me veo a mí misma de 17 años y pienso en lo estúpida que fui al creer que el caos, el sufrimiento era lo que nos hacía humanos y no veía lo que había más allá. Cuando atacaron la Tierra, antes de la guerra, pensaba que toda esa solidaridad era meramente superficial y que solo lo hacían por obligación y ahora comprendo que no era así.
A medida que las semanas pasaban, no tenía noticias de Lyra y compañía, por lo que, preocupada, reuní rápidamente un pequeño escuadrón de búsqueda. Justo antes de partir, Lyra entablaba comunicación, informando sobre la desarticulación de los grupos, el exterminio de los disidentes y la ejecución del líder. Aliviada por las buenas noticias, esperamos a que regresaran a la capital. He llegado a querer tanto a esos desgraciados como para perderlos de buenas a primeras. Días después, la unidad llegó a la capital muy agotada y con Lyra herida nuevamente, pero Zerid llevaba consigo una caja bastante rústica.
—¿Qué llevas en esa caja? —pregunté, acercándome a él.
—Laz cenizaz d mi antiwo mentor —respondió Zerid con un tono muy seco—. El mui baztardo no merese nada d esto, pero por rezpeto a mi rasa lo voi a enterrar.
—¿Por qué decidir enterrarlo si no merece respeto? —curiosa volví a preguntar, realmente quería saber cuál sería su respuesta—, ¿no sería mejor dejar que su recuerdo se desvanezca?
—Tiene rasón, teniente —él me contestó con un tono más suave—. Pero no kiero revajarme a ese nibel; si algo aprendí de loz humanoz, es ke al enemigo tanbien se lo respeta... aunke sea un genozida.
—Entiendo... —asentí para alejarme y dejarlo solo.
El resto de días fueron rutinarios, de vigilancia, a veces descansábamos y otras solo andábamos de vagos. El líder Zor-Veen había sido encarcelado y obligado a renunciar a su cargo, tras lo cual lo encontramos muerto en su celda, los servicios fúnebres fueron más simples que con el resto de civiles, aun así, los nativos brindaron sus respetos y homenajes; luego de eso, envié el informe de la rendición de las Fuerzas Zor-Veen al general Pérez.
Ahora que las naves de bajada han arribado, embarcamos en silencio; Sofía, Paul, Huynh se despiden de Lyra y Zerid para luego embarcar, sin embargo, Helena se toma su tiempo para despedirse, en especial de Zerid. A lo lejos observo como conversan brevemente, antes de estrechar su mano y dirigirse a la nave. He de admitir que dejar a dos compañeros (quienes fueron obligados a luchar para nosotros) que antes fueron enemigos, es difícil; pues es como si dejaras una parte de ti mismo.
Por las pantallas holográficas puedo ver como el planeta Ymai, el hogar de Zerid se va alejando a cada segundo, hasta convertirse en un pequeño punto en el vasto cosmos; detrás de nosotros nos siguen el resto de naves de bajada y una nave médica llevando a los heridos y a los muertos. Mis hombres y yo seguimos agotados pero tranquilos. Algunos soldados hablan sobre cómo se van a desahogar cuando lleguemos, las chicas se toman fotos entre todas, otros hablan sobre dormir como nunca, algunos hasta conversan sobre lo que puede pasar después y el resto... bueno el resto es un caso aparte.
Sentada mirando las pantallas, sumida en mis pensamientos, un soldado se me acerca y con un tono de voz de burla me dice:
—Teniente, no se olvide de su promesa —sonríe por unos momentos, antes de volver a su lugar.
Editado: 13.01.2025