Hanna se encontró en su oficina en pleno centro de la ciudad, rodeada de un mar de papeles y documentos que había acumulado a lo largo de la semana. Era una joven periodista ambiciosa que había logrado destacar en su carrera gracias a su perseverancia y dedicación. Había cubierto noticias importantes, entrevistado a personalidades destacadas y había obtenido importantes exclusivas que le habían dado renombre en el mundo del periodismo.
Pero a pesar de todo su éxito profesional, algo en su interior no estaba del todo bien. Sentía que había algo que le faltaba, que había un vacío que no logró llenar. A menudo, en medio de largas jornadas de trabajo, se reflexionaba sobre su vida y se preguntaba si realmente estaba viviendo la vida que quería vivir.
A menudo, esperaba en su familia y amigos, y en lo poco que los veía debido a su trabajo exigente. Se preguntaba si esa era la vida que quería para ella, si estaba sacrificando demasiado por su carrera profesional. A veces se preguntaba si valía la pena todo el esfuerzo y el tiempo que dedicaba a su trabajo.
En ese momento, su teléfono sonó interrumpiendo sus pensamientos. Era su mejor amiga, la única persona que la entendía completamente. Hablaron por un tiempo, y aunque no lo duró, Hanna pudo sentir que algo andaba mal. Pero antes de que pudiera preguntarle, su amiga se despidió con un "nos vemos pronto" y colgó.
Hanna se quedó mirando el teléfono unos segundos antes de volver a su trabajo, sabiendo que algo no estaba bien, pero sin saber exactamente qué era. Sin embargo, nunca imaginó que esa llamada sería la última vez que hablaría con su mejor amiga y que su muerte cambiaría su vida para siempre.