Latidos de amor

[Veintiuno]

Seal with a kiss- Prince Royce

Coqueteo
[21]

NATALIE

Remolineo en la cama en un vago intento por desperezarme, pero solo consigo que mi cuerpo se enrede más entre las sabanas y que las ganas de levantarme de la cama disminuyan otro poco. Pase una muy mala noche, sufría de insomnio cuando estudiaba en la universidad debido a todo el estrés de mi carrera, pero tenía años que no me pasaba de nuevo.

Me quedo acostada en la cama, mirando fijamente un punto en el techo hasta que el irritable sonido de la alarma me hace volver a la realidad. Casi hago malabares para lograr llegar hasta la mesita de noche y apagarla.

Aún con la pereza instalada dentro de mi consigo llegar hasta el baño. Al mirarme al espejo me asusto con mi propio reflejo. Grandes círculos de color negro se encuentran por debajo de mis ojos, producto de la noche en vela. Lavo mi cara con agua fría, lo que consigue ponerme un poco más alerta.

Salgo del cuarto de baño y dirijo mis pasos a la habitación de Owen, al atravesar la puerta lo veo dormir plácidamente, me acerco a su cama y antes de dejarle un beso en la mejilla. No concibo entender cómo ha pasado tan rápido el tiempo, parece que fue ayer cuando aún estaba en mi vientre y hoy ya tiene dos años conmigo.

Ahora debo despertarlo para cambiarlo y llevarlo conmigo a la guardería del hospital, sera solo por unos días ya que Susana, su niñera y quien lo ha cuidado desde su nacimiento está de vacaciones.

Deposito otro par de besos sobre sus sonrosadas mejillas, acción que provoca que despierte y me observe cuidadosamente.

—Cariño es hora de despertar, tenemos que bañarte y vestirte, hoy irás con mamá al trabajo.

El hace un gesto afirmativo y me regala una sonrisa, la cual yo correspondo antes de tomarlo en brazos y dirigirme hacia el baño de nuevo.
 

Luego de que Owen estuviera listo lo deje en la barra de desayuno viendo Pocoyo y comiendo un plato de cereal mientras que yo vuelvo a subir para darme una ducha y después ponerme lo primero que encuentro en el armario, ya que solo falta media hora para que mi turno comience.

Desconecto mi celular del cargador y lo meto a mi bolso junto con las llaves antes de tomarlo y cerrar la puerta de mi habitación.

Al llegar al primer piso Owen ya ha terminado su desayuno por lo que cuando me ve corre a lavar sus dientes. Tiempo extra que yo aprovecho para ir a la cocina, tomar una manzana y darle un mordisco.

Segundos después mi pequeño sale del baño con una sonrisa, mostrándome sus dientes limpios, lo que provoca que yo también sonría por sus ocurrencias.

Me dirijo a la puerta y le hago un gesto con la mano para que me siga, no pasa mucho para que sienta sus pasitos a mi lado. Mis comisuras se curvan al observarlo, una sonrisa de puro orgullo.

Después de un trayecto de quince minutos, los cuales pasamos cantando «Las ruedas del autobús girando van» llegamos al hospital, estaciono el auto para después rodearlo e ir por Owen.

Luego de asegurar el auto tomo su pequeña mano y juntos cruzamos la calle.

Al atravesar las puertas le doy un saludo a April quien se en la recepción. Owen repite mi acción con la mano que tiene libre. La morena nos regala una de sus ya conocidas «sonrisas deslumbrantes»

Continuo mi camino andando hacia el pasillo para luego girar a la derecha. La primera puerta es la indicada según el letrero que cuelga de la superficie. A través del cristal lo único que puede notarse son un montón de niños correteando.

Abro la puerta y dejo que Owen pase primero. Una sonrisa adorna mi cara al notar sus ojos llenos de brillo, los cuales se posan sin descanso por toda la estancia. Mira fijamente una pared de color azul en la que se encuentra pintado un gran arcoíris, además de muchos pajaritos de distintos colores y tamaños. Si, el adora todo lo que tenga que ver con las aves.

Pero lo que hace que se suelte de mi agarre y salga disparado hacia adentro es una gran mesa con bloques de construcción desperdigados por doquier.

Le dedico una última mirada antes de avanzar hacia la ''recepción'' en la que se encuentra una rubia de ojos saltones color zafiro, con el cabello rubio atado en una coleta de caballo. Además de una sonrisa demasiado grande para ser verdadera.

Luego de indicarle cual era mi hijo y rellenar y firmar un formulario salgo de ahí para dirigirme a los vestidores para ponerme la bata y el carnet del hospital. Mi cabello decido atarlo en una trenza, la cual aseguro con una liga que siempre cargo en la muñeca.

Salgo de ahí y me encamino hacia la estación de enfermeras para solicitar la historia clínica de un paciente que lleva varios días internado en la UCI con una supuesta meningitis. Aunque siendo sincera yo no estoy tan segura, aquí hay algo que no cuadra. Observó el expediente buscando alguna anomalía, a primera vista todo parece estar bien, pero sigo creyendo que hay algo que hemos pasado por alto. Tendré que revisarlo con más detenimiento un poco más tarde.

— Buenos días Dra. Manning.

Me doy la vuelta y me encuentro a Ernesto parado, a unos centímetros de mi con una sonrisa en la cara.

Le sonrió de vuelta, a la vez que pongo en su lugar un mechón de cabello que ha escapado de mi peinado.

—¿Nat, te sientes bien? Estas muy pálida, no tienes buen semblante —Me pone los dedos por debajo de la barbilla y me observa cuidadosamente.

Sí, no te preocupes —hago un gesto vago con la mano—  no dormí demasiado, tuve insomnio no logré conciliar el sueño hasta las tres de la madrugada.

Parece que mi respuesta es suficiente para él porque vuelve a regalarme otra de sus sonrisas, esas en las que sus hoyuelos se marcan y sus ojos se agrandan un poco. Aquellas que se han vuelto una de mis favoritas.



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En el texto hay: musica, amor, romanc

Editado: 12.07.2020

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