**Augusta**
El aire de expectación flotaba en el ambiente mientras Vicente y yo nos sumergíamos en la travesía de elegir nuestras futuras universidades. Las hojas de solicitud, impresas con nuestras ambiciones y sueños, se convirtieron en las cartas que escribirían el siguiente capítulo de nuestras vidas.
Las tardes se volvían extensas sesiones de investigación y reflexión. Sentados en la mesa de la cocina, rodeados de folletos y documentos, explorábamos las opciones que se extendían ante nosotros. Las carreras que nos apasionaban, los campus que parecían resonar con nuestras almas, cada decisión parecía un paso hacia un destino aún desconocido.
—Augusta, ¿has considerado la Universidad de las Artes? Parece ser un lugar donde podría explorar mi amor por el arte en un ambiente estimulante —Vicente compartió su descubrimiento, sus ojos brillando con la emoción de las posibilidades.
Mis ojos se deslizaron por la información, mi corazón latiendo al unísono con el suyo. Pero, al mismo tiempo, mis propias aspiraciones literarias buscaban un hogar que nutriera mi deseo de explorar las palabras en su máxima expresión.
—Y tú, Vicente, ¿has pensado en la Universidad de Literatura y Escritura Creativa? Parece ser el lugar perfecto para que puedas expandir tus habilidades artísticas y encontrar nuevas formas de expresión —mi voz llevaba la esperanza de que ambos pudiéramos encontrar un espacio que alimentara nuestras pasiones.
Fue en ese momento, mientras intercambiábamos ideas y considerábamos nuestras opciones, que una idea comenzó a gestarse. ¿Y si pudiéramos permanecer juntos, no solo como pareja sino también como compañeros de estudio?
Decidimos postular a ambas universidades, esperando que este viaje académico pudiera ser compartido. Nuestros corazones anhelaban la posibilidad de seguir creciendo juntos, no solo en el amor, sino también en el desarrollo de nuestras habilidades y talentos individuales.
Las semanas pasaron, llenas de anticipación y nerviosismo. El día en que recibiríamos las noticias que determinarían nuestro futuro se acercaba rápidamente. La ansiedad se entrelazaba con la emoción mientras revisábamos el correo cada día, buscando las respuestas que darían forma a nuestra próxima etapa.
Finalmente, el día llegó. Abrimos los sobres que contenían las decisiones de las universidades que habíamos postulado. El corazón latía con fuerza, y el aire se volvía denso con la tensión y la expectativa.
Al desplegar las cartas, una sorpresa nos aguardaba. La Universidad de las Artes y la Universidad de Literatura y Escritura Creativa no solo nos habían aceptado, ¡sino que también eran la misma universidad! La ironía del destino y la sincronización perfecta de nuestras elecciones nos dejaron sin palabras.
La risa y las lágrimas se mezclaron en un torbellino de emociones. La realidad de que podríamos continuar nuestro viaje juntos, compartiendo no solo el amor, sino también el aprendizaje, llenó nuestros corazones de gratitud y asombro.
El capítulo de nuestra historia, marcado por las decisiones que nos llevaron a postular a la misma universidad, concluyó con la certeza de que el viaje hacia el mañana sería un viaje compartido. Las puertas de la academia se abrían ante nosotros, y lo que una vez fue una decisión individual se convertía en el cimiento de un futuro que construiríamos juntos.
**Vicente**
La elección de la universidad se convirtió en un proceso que nos desafió y unió de maneras que no habíamos anticipado. Mis ojos se deslizaban por las páginas de folletos, capturando la esencia de cada institución. La Universidad de las Artes se alzaba como un faro para mi creatividad, un lugar donde las paletas de colores y los lienzos se convertirían en la extensión de mi expresión.
Pero al mismo tiempo, en el rincón de mi corazón donde resonaba el nombre de Augusta, buscaba un lugar donde nuestras pasiones pudieran entrelazarse, creando un lienzo compartido en el que ambos pudiéramos plasmar nuestros sueños.
Las conversaciones con Augusta se volvieron más que meras discusiones sobre nuestras elecciones académicas. Cada palabra, cada decisión, se convertía en un hilo que tejíamos juntos en la tela de nuestro futuro compartido. ¿Podríamos encontrar una universidad que albergara ambas pasiones? ¿O deberíamos enfrentar la posibilidad de caminos separados?
Fue en ese momento de reflexión y exploración que descubrimos la verdad que parecía haber estado esperando en las sombras. La Universidad de las Artes y la Universidad de Literatura y Escritura Creativa compartían más que similitudes en sus programas académicos; compartían un campus.
La sorpresa y la alegría colisionaron en mi pecho cuando abrimos las cartas de aceptación. El universo, de alguna manera, conspiraba a favor de nuestra historia compartida. Habíamos decidido postular a ambas universidades, pero nunca imaginamos que terminaríamos en el mismo lugar, persiguiendo nuestras pasiones mientras permanecíamos juntos.
La risa nerviosa y los abrazos de celebración llenaron la habitación mientras procesábamos la realidad de nuestra situación. La misma universidad que sería testigo de mi exploración artística también sería el escenario donde Augusta se sumergiría en el mundo de las letras.
Nos miramos el uno al otro, nuestras sonrisas reflejando el entendimiento mutuo de que estábamos a punto de embarcarnos en una nueva aventura. No solo como pareja enamorada, sino como compañeros de viaje académico.