**Capítulo 18: Planificando Nuestro Viaje**

**Vicente**

El despertar al día siguiente trajo consigo la emoción renovada de planificar el viaje, sorpresa que nuestros padres nos habían regalado. La perspectiva de explorar un destino desconocido con Augusta aumentaba mi entusiasmo, y nos sumergimos juntos en la planificación detallada de esta nueva aventura.

El día comenzó con un desayuno impregnado de anticipación. Augusta y yo compartimos risas nerviosas, sabiendo que este día sería crucial en la formación de nuestros recuerdos compartidos. El aroma del café mezclado con el perfume de las posibilidades por descubrir.

Sentados frente al mapa de Escocia, nuestros ojos vagaron por las diversas ciudades, cada una con su encanto y misterio. La idea de escoger una ciudad en este país tan rico en historia y paisajes se convirtió en nuestro primer desafío.

"Edimburgo tiene su propio encanto misterioso", sugerí, mirando las imágenes que adornaban la capital escocesa. Augusta sonrió, sus ojos reflejando el brillo de la aventura. "¿Y qué tal Inverness? Con sus paisajes pintorescos y la posibilidad de explorar el Lago Ness", agregó, y asentí, intrigado por la idea.

El diálogo continuó, cada palabra tejía una red de expectativas y sueños compartidos. ¿Castillos antiguos o colinas verdes y lagos? La decisión no solo se limitaba al destino, sino que se convertía en una manifestación de nuestros gustos y deseos conjuntos.

Con la ciudad decidida, pasamos a la planificación detallada de actividades. Desde visitas a lugares históricos hasta caminatas por parajes naturales, cada elección se convertía en una capa adicional a nuestra experiencia por venir.

La elección del alojamiento se convirtió en una tarea emocionante. Exploramos opciones que variaban desde acogedores, bed and breakfast hasta hoteles con vistas impresionantes. Cada detalle, desde la ubicación hasta las comodidades, se discutió y decidió juntos.

La gastronomía también ocupó un lugar central en nuestras conversaciones. Imágenes de platos tradicionales escoceses llenaron la pantalla mientras discutíamos dónde probar cada delicia. La promesa de explorar nuevos sabores añadió un toque de emoción a nuestra planificación.

El itinerario diario se convirtió en nuestro mapa mental, trazando rutas que nos llevarían a descubrimientos inesperados. Desde museos hasta senderos, cada día se presentaba como una nueva página en nuestro diario de viaje.

Las listas de empaque se convirtieron en nuestra guía para no olvidar ningún detalle. Ropa cómoda para explorar, la cámara para capturar momentos inolvidables y, por supuesto, los documentos esenciales que nos acompañarían en esta travesía.

A medida que el día avanzaba y nuestro itinerario tomaba forma, la emoción del viaje futuro creció en nuestro interior. Este capítulo de planificación no solo estaba diseñado para explorar una nueva ciudad, sino también para fortalecer nuestra conexión mientras tomábamos decisiones conjuntas.

**Augusta**

El sol brillaba con una luz especial esa mañana, anunciando el inicio de una nueva fase en nuestra relación. La tarea de planificar nuestro viaje sorpresa nos aguardaba, y con Vicente a mi lado, exploramos la maravillosa perspectiva de elegir una ciudad en Escocia que sería testigo de nuestra próxima aventura.

El despertar trajo consigo una mezcla de emoción y anticipación. Desayunamos juntos, las miradas cómplices de Vicente y yo reflejaban la promesa de un día dedicado a trazar el mapa de nuestro futuro viaje. El café se mezclaba con la energía vibrante de lo desconocido.

Frente al mapa de Escocia, los dedos se deslizaron sobre las diferentes ciudades, cada una con su propia historia y encanto. La elección no era solo sobre un destino; era sobre el escenario donde escribiríamos una nueva página en nuestra historia compartida.

"Edimburgo tiene ese toque misterioso que siempre he deseado explorar", mencionó Vicente, su voz resonando con entusiasmo. Asentí, pero la mención de Inverness encendió mi imaginación. La posibilidad de descubrir los paisajes y tal vez el misterio del Lago Ness despertó mi interés.

El diálogo se convirtió en una danza de ideas y deseos compartidos. ¿Castillos centenarios o la serenidad de las colinas y los lagos? Cada palabra llevaba consigo una pista de quiénes éramos y hacia dónde queríamos ir juntos.

Con la ciudad seleccionada, nos sumergimos en los detalles del itinerario. Visitas a lugares históricos, caminatas por la naturaleza y experiencias culinarias se entrelazaban para crear un mosaico de nuestras expectativas. Cada día pintado con la promesa de nuevas experiencias.

La elección del alojamiento se convirtió en una deliciosa tarea. Exploramos opciones desde acogedores bed and breakfast hasta hoteles con vistas impresionantes. La idea de un hogar temporal en una tierra lejana nos emocionaba, y cada elección se convertía en una extensión de nuestras expectativas.

La gastronomía también ocupó un lugar primordial en nuestras conversaciones. Imágenes de platos tradicionales escoceses bailaban en nuestras mentes mientras discutíamos qué probar en cada rincón de la ciudad. La anticipación de nuevos sabores agregaba una dimensión deliciosa a nuestros planes.

Las listas de empaque se convirtieron en guías para nuestras expectativas. Ropa cómoda para la exploración, cámaras para capturar momentos y documentos esenciales que nos acompañarían en esta travesía. Cada artículo tenía la responsabilidad de contar nuestra historia.

A medida que avanzaba el día, la imagen de nuestro futuro viaje se materializaba ante nosotros. Las opciones detalladas, los planes y las elecciones compartidas no solo eran preparativos para un viaje, sino también para nuestra evolución como pareja.

La noche cayó con la satisfacción de un día bien empleado. Nos recostamos, agotados pero llenos de anticipación. La planificación del viaje no solo nos acercó a Escocia en el mapa, sino también entre nosotros, compartiendo sueños y creando un puente hacia el futuro.