**Vicente**
El día de nuestro viaje llegó, y despertamos con la emoción palpable en el aire, el sol teñía el horizonte de tonos cálidos mientras nos dirigíamos al aeropuerto, nuestras maletas llenas de la promesa de aventuras.
Al mirar a Augusta vi, que sus ojos brillaron con alegría, y una sonrisa iluminó su rostro. La anticipación en su mirada hizo que mi corazón latiera con fuerza. Compartimos un desayuno especial, disfrutando de los sabores mientras discutíamos las posibilidades que aguardaban en Inverness. El proceso de empacar fue un caos organizado previo al viaje, ropa, cámaras, y la promesa de aventuras llenaban nuestras maletas.
Nos sentamos a hablar sobre nuestras expectativas. Sueños de descubrimiento y la emoción de vivir algo nuevo juntos. Antes de despedirnos de nuestras familias y amigos, decidimos revisar el itinerario de nuestro viaje. Cada día estaba lleno de posibilidades, y juntos imaginamos cómo sería cada momento.
La despedida de la familia y amigos fue agridulce. Abrazos, buenos deseos y el eco de nuestros padres recordándonos cuidarnos mutuamente.
El trayecto al aeropuerto fue un viaje de nervios y emoción. Miradas cómplices y la certeza de que este viaje marcaría un antes y un después. El proceso de registro en el aeropuerto transcurrió sin contratiempos. Nuestros boletos eran la llave que abriría las puertas hacia Inverness.
La sala de embarque nos recibió con la promesa de lo desconocido. La pantalla mostraba nuestro vuelo, y cada minuto que pasaba acercaba el momento de despegar. La puerta de embarque nos recibió con destellos de ansiedad y emoción. Cada paso hacia el avión resonaba con la anticipación de lo desconocido. La realidad de que este viaje estaba ocurriendo se asentaba en nosotros con cada paso.
Miré a Augusta, viendo la excitación en sus ojos mientras dejábamos la tierra firme. El despegue nos llevó a las alturas, y mientras el avión cortaba las nubes, nuestras expectativas ascendieron con él. Las conversaciones sobre lo que nos esperaba en Inverness llenaron el aire, formando una banda sonora emocionante para nuestro vuelo. Desde las alturas, las vistas eran impresionantes. Nubes como algodón y paisajes que se desplegaban como lienzos infinitos.
Durante el vuelo, compartimos un diálogo que abordaba nuestros anhelos y las posibilidades que aguardaban. Las horas en el aire se tejieron con conversaciones significativas. Reflexionamos sobre lo lejos que habíamos llegado desde aquellos primeros días y cómo este viaje marcaba un nuevo capítulo en nuestra historia. La complicidad que compartíamos se volvía más profunda con cada palabra. La atmósfera en el avión estaba cargada de anticipación. Conversaciones suaves y la sensación de que este viaje nos transformaría.
Cuando Inverness apareció en el horizonte, la emoción alcanzó su punto máximo. Nuestro destino se acercaba, y el corazón latía al ritmo de la llegada. El aterrizaje fue suave, marcando nuestro toque en la tierra que sería nuestro hogar temporal. El momento en que las ruedas tocaron tierra en Inverness fue un suspiro colectivo de alivio y emoción. Estábamos en la tierra que habíamos elegido, y la realidad de nuestro viaje se volvió más concreta con cada paso que dábamos fuera del avión.
Descendimos del avión con la emoción de explorar una tierra nueva. Inverness se extendía ante nosotros como un lienzo por descubrir. El traslado al alojamiento fue una travesía. Miramos por la ventana, asombrados por la arquitectura y la esencia de Inverness que nos recibió con su encanto característico. La brisa fresca del norte nos acariciaba mientras nos dirigíamos al centro de la ciudad. Las calles empedradas y la arquitectura histórica se alzaban como testigos de nuestra llegada.
Nuestro alojamiento, un acogedor bed and breakfast, nos dio la bienvenida. La amabilidad de los anfitriones y la atmósfera hogareña agregaron un toque especial a nuestro primer encuentro con la ciudad. Cada detalle de nuestra estancia estaba impregnado de hospitalidad escocesa. El check-in fue rápido, y las llaves de la habitación eran como las llaves de un castillo por explorar. Al abrir la puerta de la habitación, una vista impresionante de Inverness se reveló ante nosotros. La ciudad nos invitaba a sumergirnos en sus encantos. En la habitación, disfrutando de la hermosa vista que nos proporcionaba, nos sentamos a planificar lo que haríamos en nuestro primer día, mapas desplegados, guías abiertas y la emoción de la planificación llenaron la habitación y con ello la incertidumbre de lo que nos tenía preparado, tan bello lugar.
Después de instalarnos, nos aventuramos a explorar. Inverness nos reveló sus encantos con cada calle que recorríamos. Tiendas pintorescas, cafeterías acogedoras y la mezcla de lo antiguo y lo nuevo nos envolvieron en un abrazo cálido. Cada callejón prometía descubrimientos, y cada esquina revelaba un pedazo de la historia de Inverness. Probamos platos escoceses auténticos en un encantador restaurante. Sabores desconocidos se convirtieron en parte de nuestra experiencia culinaria. Nos encontramos con locales que compartieron historias y nos dieron recomendaciones personalizadas. Inverness se volvía más familiar con cada encuentro.
De vuelta al alojamiento, planificamos nuestro primer día completo. Mapas se desplegaron, y decidimos los lugares que exploraríamos. Cada elección era un paso más en nuestra odisea, y la expectativa por lo que vendría se intensificaba.
El siguiente día comenzó con un desayuno escocés tradicional. Haggis, black pudding y scones frescos llenaron nuestras mesas mientras anticipábamos las delicias culinarias que nos esperaban en esta tierra.