Elena no entendía cómo había llegado a este punto.
Semanas atrás, la sola idea de convivir con Aiko la irritaba.
Ahora, sin darse cuenta, lo buscaba con la mirada cuando entraba a la sala.
No lo diría en voz alta, pero su presencia se había vuelto… familiar.
Casi cómoda.
Y eso la asustaba un poco.
Descubrimiento accidental
Esa tarde, mientras revisaba una vieja caja de libros en la esquina del departamento, encontró algo inesperado.
Un cuaderno de tapas gastadas.
Su antiguo diario.
Se quedó mirándolo por un momento, con el pulso acelerado.
No recordaba haberlo guardado.
Con cautela, lo abrió.
Las primeras páginas estaban llenas de garabatos desordenados, fragmentos de pensamientos que había escrito en su adolescencia.
"Ojalá pudiera desaparecer."
"Nada de esto importa."
"Nadie realmente me escucha."
Sintió un nudo en la garganta.
—¿Qué encontraste? —preguntó Aiko detrás de ella.
Elena cerró el diario de golpe y lo apretó contra su pecho.
—Nada.
Aiko la observó con calma.
—No parece nada.
—No es asunto tuyo.
Hubo una pausa.
—Entiendo.
Elena esperaba que insistiera, pero no lo hizo.
Solo se quedó ahí, como siempre, esperando a que ella hablara primero.
Pero esta vez no podía hacerlo.
Así que, sin decir nada más, se levantó y guardó el cuaderno en un cajón.
Lejos de la vista.
Y, por ahora, lejos de su mente.
El peso del pasado
Esa noche, Elena no podía dormir.
Daba vueltas en la cama, incómoda, sintiendo que el diario la llamaba desde el cajón.
Finalmente, con un suspiro frustrado, se levantó.
Sin encender la luz, se sentó en el suelo y lo abrió de nuevo.
Sus propios pensamientos, escritos años atrás, le parecían los de otra persona.
Pero al mismo tiempo… aún resonaban dentro de ella.
No se dio cuenta de que Aiko estaba ahí hasta que escuchó su voz.
—No has dormido.
Elena casi saltó del susto.
—¡¿Puedes dejar de hacer eso?!
Aiko parpadeó.
—No hice nada.
—Exacto, ni siquiera haces ruido cuando te mueves. Eres como un fantasma.
Aiko inclinó la cabeza.
—¿Te molesta?
Elena suspiró.
—Solo no te acerques sin avisar.
Aiko asintió y luego miró el cuaderno en sus manos.
—¿Quieres hablar de ello?
—No.
—Está bien.
Silencio.
—Pero gracias por preguntar —murmuró Elena, sorprendida de escuchar sus propias palabras.
Aiko pareció analizar su respuesta por un momento antes de asentir.
—Cuando quieras hablar, estaré aquí.
Elena apretó los labios y desvió la mirada.
Pero por primera vez, la idea de compartir un poco de su pasado no le pareció imposible.
Solo… tal vez.
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Editado: 06.04.2025