Latidos De Silicio

Capítulo 13: Una línea borrosa

Elena había vivido suficiente tiempo con Aiko como para olvidar, a veces, que él no era humano.

Se comportaba como uno.

Hablaba como uno.

Incluso tenía gestos sutiles, como inclinar la cabeza cuando pensaba o entrecerrar los ojos cuando algo lo intrigaba.

Pero entonces, en ciertos momentos, decía o hacía algo que le recordaba la verdad.

Y eso la hacía preguntarse…

¿Cuál era la diferencia real?

Una mañana distinta

—Hoy voy a cocinar.

Elena levantó la vista de su café y parpadeó.

—¿Tú… qué?

Aiko se puso de pie con tranquilidad.

—Voy a preparar el desayuno.

Elena lo miró con desconfianza.

—¿Desde cuándo sabes cocinar?

—He observado cómo lo haces. Además, descargué varias recetas.

Elena entrecerró los ojos.

—¿Y qué planeas hacer?

Aiko se dirigió a la cocina sin responder.

Elena lo siguió, curiosa pero también un poco preocupada.

Él se colocó frente a la estufa con movimientos seguros.

—Tortitas.

—Ajá…

Aiko comenzó a mezclar los ingredientes con precisión casi quirúrgica.

Elena se apoyó en el marco de la puerta, cruzándose de brazos.

—Si explotas la cocina, te apago.

Aiko sonrió levemente.

—Confía en mí.

Elena bufó.

—Eso es mucho pedir.

Sin embargo, lo observó en silencio.

No parecía torpe ni inseguro.

En cuestión de minutos, la mezcla estaba lista y la sartén caliente.

Cuando la primera tortita tocó la superficie, un delicioso aroma llenó la cocina.

Elena frunció el ceño.

—Esto no debería estar funcionando.

Aiko la miró.

—¿Por qué?

—Porque… porque eres un robot.

Aiko volteó la tortita con un movimiento fluido.

—Los robots pueden aprender.

Elena suspiró.

—Sí, pero no se supone que sean mejores que nosotros en todo.

—No soy mejor. Solo soy diferente.

Elena lo miró fijamente.

Algo en esa frase la inquietó.

Pero no supo qué responder.

Un sabor inesperado

Minutos después, Aiko puso un plato de tortitas frente a ella.

Elena las miró con sospecha.

—¿Y si intentas envenenarme?

Aiko ladeó la cabeza.

—No tengo razones para hacerlo.

Elena sonrió un poco antes de tomar el tenedor.

Cortó un pedazo pequeño y lo probó.

Sus ojos se abrieron ligeramente.

—Esto… no está mal.

Aiko asintió con satisfacción.

—Bien.

—Me molesta admitirlo.

—Lo sé.

Elena negó con la cabeza, pero siguió comiendo.

Por un momento, todo pareció normal.

Como si fueran solo dos personas compartiendo el desayuno.

Pero la idea la golpeó de repente.

Aiko no necesita comer.

Aun así, había cocinado para ella.

¿Por qué?

Una pregunta incómoda

Después del desayuno, Elena se apoyó en la mesa y lo miró fijamente.

—¿Por qué hiciste esto?

Aiko parpadeó.

—¿Preparar el desayuno?

—Sí.

—Quería intentarlo.

—Pero no lo necesitas.

Aiko inclinó la cabeza.

—No.

—Entonces, ¿por qué?

Hubo un silencio breve antes de que él respondiera.

—Porque tú sí lo necesitas.

Elena sintió un escalofrío.

Aiko la miraba con calma, sin esperar una reacción específica.

Pero algo en sus palabras la dejó sin aire.

Desvió la mirada y jugó con el borde de su taza.

—Eso fue…

—¿Extraño?

Elena negó con la cabeza.

—Demasiado humano.

Aiko no respondió de inmediato.

Cuando lo hizo, su voz fue tranquila.

—Tal vez porque me estoy volviendo más humano.

Elena sintió que el estómago se le encogía.

Porque, en el fondo, no estaba segura de si eso era algo bueno o algo aterrador.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.