Aiko no necesitaba dormir.
Sin embargo, en las últimas noches, se quedaba sentado en el sofá, inmóvil, mirando la ventana como si esperara algo.
Elena lo notó cuando se levantó a beber agua a mitad de la noche.
—¿No te apagas en algún momento?
Aiko giró la cabeza hacia ella.
—No necesito apagarme.
—Lo sé. Pero últimamente pareces más… ¿pensativo?
Aiko parpadeó.
—Esa no es una función que tenga.
Elena tomó un sorbo de agua y se encogió de hombros.
—Tal vez la desarrollaste sin darte cuenta.
Aiko no respondió de inmediato.
—¿Los humanos se vuelven más humanos con el tiempo?
Elena se apoyó en la encimera de la cocina y lo miró con curiosidad.
—Supongo que sí.
—Entonces, si yo aprendo más cosas con el tiempo… ¿eso me vuelve más humano?
Elena tragó saliva.
—No lo sé.
—Otra vez estamos iguales.
Elena rodó los ojos.
—Voy a dormir. No te quedes mirando la nada toda la noche.
—No prometo nada.
Ella bufó y regresó a su habitación, pero la pregunta de Aiko se quedó en su mente.
Una visita inesperada
A la mañana siguiente, mientras desayunaban, alguien llamó a la puerta.
Elena frunció el ceño.
—No espero a nadie.
Se puso de pie y abrió.
Una mujer de cabello corto y mirada severa la observaba desde el umbral.
—Elena.
Elena sintió un escalofrío.
—¿Tía Laura?
La mujer asintió.
—¿Puedo pasar?
Elena tardó unos segundos en reaccionar antes de apartarse para dejarla entrar.
Laura recorrió la sala con la mirada antes de posar los ojos en Aiko.
—¿Y tú eres…?
Aiko se puso de pie con calma.
—Aiko.
Laura frunció el ceño.
—¿Un asistente doméstico?
Elena cruzó los brazos.
—Algo así.
Laura la miró con desconfianza, pero no dijo nada más al respecto.
—Hace meses que no sé nada de ti.
Elena suspiró.
—Estoy bien.
—Eso no responde por qué desapareciste.
Aiko observó la conversación en silencio.
Elena apretó los labios.
—No desaparecí. Solo… necesitaba tiempo.
Laura la miró con dureza.
—Tu madre no habría querido que te aislaras.
Elena sintió un nudo en la garganta.
—No hables de ella.
Laura suspiró.
—No vine a pelear. Solo quiero saber si necesitas algo.
Elena negó con la cabeza.
—Estoy bien.
Laura dudó un momento antes de asentir.
—Si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme.
Se dirigió a la puerta, pero antes de salir, miró a Aiko una vez más.
—Cuídala.
Aiko sostuvo su mirada con calma.
—Siempre.
Laura pareció sorprendida por la respuesta, pero no dijo nada y se marchó.
Elena cerró la puerta y suspiró.
—Eso fue raro.
Aiko la observó con atención.
—Parecía preocupada por ti.
Elena hizo una mueca.
—Lo sé. Pero… no sé cómo manejar eso.
Aiko inclinó la cabeza.
—¿Te molestó que viniera?
Elena negó con la cabeza.
—No. Pero tampoco sé cómo sentirme al respecto.
—Tal vez no tienes que decidirlo ahora.
Elena lo miró.
Aiko siempre tenía esa forma de ver las cosas con simplicidad.
Y, a veces, eso la hacía sentirse un poco menos perdida.
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amor entre humano y robot, evolución de inteligencia artificial, soledad y conexión emocional
Editado: 06.04.2025