La visita de Laura dejó a Elena inquieta.
No era solo la sorpresa de verla después de tanto tiempo.
Era la forma en que la había mirado.
Como si estuviera rota.
Como si esperara que en cualquier momento se desplomara.
Y lo peor era que una parte de ella temía que tuviera razón.
Conversaciones nocturnas
Elena estaba acostada en el sofá, mirando el techo.
Aiko estaba sentado en la silla junto a ella, en su silencio habitual.
Finalmente, ella suspiró.
—¿Tú crees que estoy rota?
Aiko giró la cabeza hacia ella.
—No.
—¿Seguro?
—Sí.
Elena cerró los ojos.
—A veces siento que sí lo estoy.
Aiko no respondió de inmediato.
Cuando habló, su tono fue suave.
—Porque perdiste algo importante.
Elena tragó saliva.
—Sí.
—Eso no significa que estés rota.
Elena sonrió con amargura.
—¿Cómo lo sabes?
Aiko la observó fijamente.
—Porque sigues aquí.
Elena sintió un nudo en la garganta.
Se pasó una mano por el rostro y suspiró.
—Eres demasiado bueno con las palabras para ser un robot.
Aiko inclinó la cabeza.
—Tal vez porque aprendo de ti.
Elena dejó escapar una risa suave.
—Entonces vas a volverte un desastre emocional.
Aiko la miró con calma.
—Si eso significa sentir como tú, no me molestaría.
Elena sintió un escalofrío.
No estaba segura de si eso la tranquilizaba o la asustaba.
El peso de la memoria
A la mañana siguiente, Elena sacó la libreta de su madre y la puso sobre la mesa.
Aiko se sentó frente a ella en silencio.
—No sé si quiero leer más —murmuró ella.
—Entonces no lo hagas.
Elena acarició la cubierta con los dedos.
—Pero quiero saber qué más escribió.
Aiko asintió.
—Entonces léela.
Elena frunció el ceño.
—No es tan simple.
—¿Por qué no?
Elena lo miró.
—Porque duele.
Aiko sostuvo su mirada.
—Y aún así, quieres hacerlo.
Elena desvió la vista.
—Sí.
Aiko la observó por un momento antes de hablar.
—A veces, enfrentar el dolor es la única forma de entenderlo.
Elena tragó saliva.
Luego, con manos temblorosas, abrió la libreta.
Palabras del ayer
Las páginas estaban llenas de la letra delicada de su madre.
Había pensamientos sueltos, fragmentos de recuerdos, sueños escritos a medias.
Y, en una página cerca del final, una frase que la hizo contener el aliento.
"No quiero que Elena piense que está sola en esto."
Elena sintió que algo dentro de ella se rompía.
Cerró los ojos con fuerza y dejó escapar un suspiro tembloroso.
—No estaba sola…
Aiko se quedó en silencio, dándole su espacio.
Después de un largo minuto, Elena respiró hondo y cerró la libreta.
—Gracias por estar aquí.
Aiko asintió.
—Siempre.
Y por primera vez en mucho tiempo, Elena sintió que tal vez… solo tal vez… podría estar bien.
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amor entre humano y robot, evolución de inteligencia artificial, soledad y conexión emocional
Editado: 02.07.2025